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El hombre del oeste

Western Arizona, 1874. Link Jones, un antiguo pistolero dedicado al bandidaje, se ha redimido y es un hombre respetado por sus vecinos. Tanto es así, que, depositando toda su confianza en él, le han entregado seiscientos dólares destinados a contratar a una maestra para la escuela que piensan inaugurar. Con esta misión, Link emprende un viaje en tren, pero inesperadamente el destino lo devuelve a su pasado, poniendo en peligro su reputación. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 38
Críticas ordenadas por utilidad
8 de septiembre de 2006
62 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anthony Mann es uno de los tres o cuatro directores de películas de vaqueros más grandes de la historia. Así lo suelto, a bocajarro.

Estoy de acuerdo en que quizás este sea su peor western (ahí ahí con «Cazador de forajidos» y también, he de confesarlo mal que parezca sacrilegio, «Winchester 73»). Y también estoy de acuerdo en que eso es algo de lo que ni Howard Hawks ni John Ford pueden alardear («El último combate» o «Río Lobo», por poner dos ejemplos, me parecen inferiores a cualquier película menor de A. Mann). Pero también es verdad que aceptando que es una cinta irregular (que agota parte de su interés antes de llegar a su resolución), no puedo negar el pulso y manejo de un tipo que nació por y para este género cinematográfico. El dominio y la precisión de un fuera de serie. Su peor western es, para mí, un 8. Así está el patio con este cineasta.

Y es que A. Mann es una muestra genial de la “serie media” (no hay un «Liberty Valance», no hay un «Río Rojo»... O quizás sí. Igual sí). Pero sus westerns nunca decepcionan. Tiene una serie de películas conocidas pero infravaloradas («The naked Spur», «El hombre de Laramie»...). Y luego, claro, los «Horizontes...» y «Tierras lejanas» (lo más famoso). El puente perfecto entre el clasicismo y el exceso que vendría después en este género. Y es que Mann, a la vez que indiscutiblemente heredero del mejor western clásico, es tan crispado y oscuro como obras cronológicamente posteriores. Lo que ocurre es que es endemoniadamente entretenido, menos “sesudo” en apariencia y por ello quizás no tan considerado. Sé que está considerado, lo que yo digo es que habría de estarlo tanto como Howard Hawks y por encima de, por ejemplo, William Wyler o Raoul Walsh (a nivel género western, entiéndaseme). Quizás también es que su cine no presenta elementos que remarquen su individualidad de forma tan acusada como, otro ejemplo, Sam Peckinpah. Pero es el oficio en estado puro, el autor que lucha por mostrarse tras la apariencia y estructura típica del trabajo artesanal. Grandes historias, magnífica planificación visual y fotografía... Todo al servicio de una impecable narración, sí; pero también algo más.

Las fuerzas indómitas de la naturaleza siempre fueron la excusa y escenario perfecto para que los cowboys de Mann se enfrentaran a ellos mismos. Personajes nada esquemáticos, con matices (el drama del pasado, las dudas, la maldad latente, la lucha contra nosotros mismos, el intento de cambio para empezar de cero, la codicia... ). Las oquedades humanas son menos oscuras con Mann, parecen menos complejas, más accesibles. El director plantea ambiciosas cuestiones desde un cine de paisajes, aventuras, épica y acción. Y eso, por encima de todo, es la esencia del western.

Sobre la película en concreto soy incapaz de añadir nada a lo dicho por otros usuarios. Realmente esta crítica es solo la forma de rendirme ante uno de mis directores favoritos del que, curiosamente, no había dicho nada todavía.
Bloomsday
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20 de mayo de 2007
35 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Último "western" de Anthony Mann. Se basa en la novela "The Border Jumpers" (1955), de Will C. Brown, adaptada por el guionista Reginald Rose. Se rueda en cinemascope y color, en Melody Ranch, Red Rock Canyon y Mojave Desert (CA) y en plató. Producido por William Mirish, se estrena el 1-X-1958 (NYC).

La acción tiene lugar en 1874 en el oeste de Arizona, a lo largo de unas 3 semanas. La película centra la atención en el drama psicológico y los riesgos físicos a los que se ve enfrentado un personaje que hace años abandonó la vida delictiva para formar una familia y vivir como ciudadano respetable. La obra contrapone el Viejo Oeste, salvaje, violento y disfuncional, con el Nuevo Oeste, pacífico y próspero, que se ampara en los valores de la legalidad, el trabajo y la educación. Glosa las dificultades individuales y colectivas que impone el cambio de modelo, su necesidad y las consecuencias de la inadaptación al mismo. Los temas favoritos de Mann (familia, codicia, traición, maldad, peso del pasado, etc.) están presentes en la historia. Los diálogos, breves y contundentes, contienen respuestas en forma de "no lo sé". Al abandonar Lassoo, con un "no lo sé" por respuesta, Link viene a decir que han ocurrido tantas cosas, tan imprevistas, tan perturabadoras y en tan poco tiempo, que no ha podido asimilarlas. El infierno del reencuentro de Link con el pasado se visualiza a través de imágenes claustrofóbicas y amenazantes, el movimiento en la penumbra de figuras de apariencia diabólica y personajes en los que anida la locura, el sadismo y la perversidad. El film glosa la influencia en las personas de los aires de cambio: emergencia de la solidaridad en personajes antisociales y descubrimiento del amor por personas solitarias. Compara la desolación de las viejas ciudades con la imagen populosa, activa y próspera de Crosscut, con estación de tren y amplia oferta de bienes y servicios. El humor se relaciona con el movimiento primitivo del tren, la figura excéntrica de Sam, las formas exageradamente rudas de Dock, la estupidez de dos bandidos, etc. La búsquda de la redención y la integración social topa con grandes dificultades y a veces induce a volver a las pistolas. La violencia, de notable crueldad, trae al presente el pasado maléfico e infernal. La alegoría de la lucha entre el Bien y el Mal se enmarca en un mundo imperfecto, en el que todos son o han sido malos. La narración es absorbente y entretenida.

La música, de Leigh Harline, suma melodías alegres y románticas ("Ellis y Link"), temas dramáticos ("Muerte de Sam") y de tensión ("Pelea de Link y Coaley"). Añade la balada "Man Of The West", a cargo de Bobby Troup. La fotografía, de Ernest Haller, ofrece imágenes exteriores amplias y desérticas, que evocan aislamiento, opresión y desamparo. Buena interpretación de Cooper (57 años), en un papel que le queda corto de edad (35 años). La obra es un excelente "western" dramático, que el tiempo ha convertido en memorable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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4 de mayo de 2006
26 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anthony Mann rodó en la década de los 50 una serie de westerns, la mayoría con James Stewart como protagonista, de reconocida fama y prestigio, pero probablemente sea “El hombre del oeste” -el único que rodó con Gary Cooper- el mejor de todos ellos.
La tranquila vida de un pistolero regenerado se ve alterada cuando tiene que coger de nuevo las armas para salvar su vida y la de otras personas inocentes atrapadas en una situación limite. Una historia convencional y con cierto aire a “déjà vu” permite a Mann articular un poderoso y barroco discurso de tintes trágicos sobre la fatalidad y el destino, la lealtad y la traición, la inescapabilidad del pasado y la búsqueda de un futuro mejor.
Film con una gran carga de violencia, física y psicológica, “El hombre del oeste” con un guión sólido y sin fisuras, momentos de escalofriante tensión emocional y una asfixiante y mórbida atmósfera, destaca sobre todo por la utilización que Mann hace del paisaje y de los espacios abiertos -en soberbio cinemascope- que potencian hasta el infinito el dramatismo de la historia. Un pueblo fantasma situado en un marco montañoso, de una desnuda y salvaje belleza, azotado permanentemente por el viento será el incomparable escenario donde un sublime Gary Cooper, de mirada serena pero cansada, se enfrentará a un extraordinario Lee J. Cobb, de sentimientos contrapuestos, en un acto de catarsis que le llevará a enfrentarse por última vez con los fantasmas de su pasado. Soberbio film de Mann, de personajes marmóreos esculpidos de una sola pieza, paso casi desapercibido en el momento de su estreno y reclama hoy un lugar entre los grandes westerns de la historia. Extraordinario film a redescubrir y reivindicar, imprescindible.


Francesc Chico Jaimejuan

Barcelona 4 de mayo de 2006
Harry Lime
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29 de octubre de 2007
23 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda, tenía razón Pilar Miró cuando hizo aquella película en la que venía a considerar a Gary Cooper como un santo ("Gary Cooper que estás en los cielos"), en verdad este hombre tenía una cara de bueno y de justo que difícilmente se le puede situar en un personaje de malvado o persona de mal corazón. En este film, una vez más hace de individuo responsable que se ve inmerso en medio de problemas que él no ha ido a buscar, en ese tiempo donde a pesar de que el ferrocarril ya había llegado al Oeste norteamericano los hombres aún llevaban revólveres a la cintura.

Una película muy peculiar, pero apreciable, digna y fina en su composición. Empezando por la gran actuación de Lee J. Cobb, siguiendo por las escenas rodadas en medio de lomas verdes y con sierras que aunque no parecen típicamente de la topografía de Arizona (más parecen un paisaje de la Península Ibérica) son muy gratificantes y por último también también es destacable el guión, al menos hasta poco después del asalto al tren por los bandidos, luego, a partir de que los tres pasajeros del tren llegan andando a la casita perdida tras unas lomas, se vuelve muy soporífero y monótono reduciéndose sólo a los delincuentes y a los secuestrados unos frente a los otros sin más apertura a componentes exógenos; sólo en la parte final vuelve a recuperarse el film con ese traslado de los sobrevientes hasta el escenario abierto del pueblucho abandonado, un lugar bastante llamativo, notable e interesante de ver y que Anthony Mann aprovecha para darle ahí el puntillazo agilizador de un punto y final bastante aceptable a la historia (por cierto, la muerte del mudo, corriendo a través de la única calle de la aldea, con las manos sobre el regazo y yendo a rodar hasta el primer plano de la cámara, es una toma de excelente realización).

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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28 de octubre de 2013
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
No cabe duda de que Anthony Mann es uno de los grandes nombres propios del cine clásico, y en lo referente a las del oeste seguramente habría que situarlo en primera línea. El desarrollo de sus westerns corresponde a lo que los ortodoxos siempre han subrayado como esencial, ajustándose a historias no muy complejas en las que los malos y los buenos están separados siempre por un espacio enorme. No lo digo yo, lo dice la mayoría, Anthony Mann es uno de los grandes en cuanto a las del oeste y precisamente la mayoría también coincidimos en que "El hombre del oeste" no es uno de esos grandes títulos que quedan en la memoria y que tampoco encontraremos entre los considerados mejores.

Está claro que a los seguidores del género con una historia sencilla y ese tiroteo final ya estamos satisfechos, cumple con el objetivo de entretener y además ofrece suficientes elementos estéticos con los que poder disfrutar por el mero hecho de ser propios de los westerns. Que hayan galopes, malos sin afeitar con modales rudos, un pueblo abandonado en el desierto y un protagonista infalible es algo más que suficiente para espectadores planos como yo. Sin embargo, y ahora voy a lo peor, las piezas no encajan de la manera que se esperaba, ya sea porque Cooper esconde demasiadas cosas que en un instante quedan desveladas, de manera demasiado abrupta, puede que esos malos sean demasiado estúpidos, puede que mucho tenga que ver con el jefazo de ellos, tío de nuestro Cooper, que parece de la misma edad... Puede que el elemento femenino sea necesario para la época pero incomprensible desde aquí, desde mi presente. No sé explicar por qué pero se queda muy lejos de ser una gran película, no me ha convencido del todo...
Luisito
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