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Vinyan

Drama. Terror Una pareja europea, cuyo hijo desapareció durante el tsunami que asoló parte del sureste asiático en diciembre de 2004, se adentra en la selva tailandesa con la esperanza de encontrarlo con vida. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
18 de octubre de 2008
28 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quien crea que con "Vinyan" se halla ante otra de tantas propuestas de terror típicas y rancias que nos llegan al cabo del año, está rotundamente equivocado. De hecho, también lo estará aquel que crea encontrarse ante una película de terror, cosa a la que la nueva creación de Du Welz ni se acerca.
Porque aunque surque el infierno Birmano en busca de respuestas entre enigmáticos parajes y extraños personajes, aunque describa la pérdida y la locura con un trazo tan sumamente portentoso, aunque incluya momentos angostos y desagradables, el terror, ese terror real y palpable, sólo llega a salpicar la superficie en muy pocos momentos.

Lo que en la cinta de Du Welz hallamos, es un drama psicológico potente, con una fuerza descomunal, que agarra a sus personajes, los pone en situaciones tan extremas como es, por extensión, el desarrollo de la cinta también, y logra describir lo racional e irracional de dos personalidades completamente opuestas, incluso antagónicas, con una densidad y unas formas brutales, que denigran en una conclusión impresionante y que, no sólo es acorde con todo lo anteriormente visto, sino que, además, describe ese proceso de desintegración psíquica con tal prodigio, que uno puede sentirse otro más dentro de esa gran selva, dentro de ese gran infierno. El infierno de la psique humana.

Y es que en "Vinyan" hallamos la inconformidad de una propuesta que se mueve en unos parámetros donde es verdaderamente complicado discernir el tipo de cine ante el que nos encontramos, una propuesta que trasciende de sus propios límites, agarra todo lo escrito y todas las concepciones habidas y por haber sobre el propio film, y las arroja por la borda como si nada. Porque no necesita pautas a seguir, porque no requiere ningún tipo de linealidad, porque se mueve entre la viscosidad de unas imágenes conformadas con genialidad y el acompañamiento de una banda sonora incómoda, intensa, brutal, y porque nunca sabes como vas a reaccionar ante ella. Nunca.

En su introducción, el belga ya nos advertía que el viaje no iba a ser cómodo. Todo ese averno terrenal que representa nos introduce en una historia contundente, donde se respira la decadencia y miseria de un ambiente viciado, donde lo peor que podría suceder no está en su clima, ni en aquellos desconocidos misterios que puedan encontrar, ni en el miedo o respeto a perderse por aquellos inhóspitos parajes, sino en su propio interior.
En un interior que se revuelve, que lucha y se desliza hacía lo inhóspito, sin saber qué acontecerá a partir de aquel momento ni cuales serán las terríficas consecuencias del arriesgado viaje.
Porque la mente, en ocasiones, puede ser todo un paraíso a través del cual olvidar la realidad, pero en otras... sólo un sencillo anexo de la más cruda y caótica de las realidades. Un verdadero abismo de la razón humana.
Grandine
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11 de marzo de 2009
27 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una pareja pierde a su hijo en el famoso Tsunami de hace unos añitos. 6 meses después, están parece que viviendo en una paradisíaca isla paradisíacamente. Pero en un vídeo para ayudar a las víctimas, la tipa ve a un niño borroso con la camiseta del Manchester United y se cree que es su hijo, que sigue vivo. Y se monta una paranoia, y el marido que es un poco anormal también, pues decide acompañarla a buscar al niño, con la «ayuda» de unos tipos de esos que son más falsos que un euro con la cara de Hitler. Y a partir de aquí es todo de un ladrillo que te defecas (y hasta ese momento también, solo que hay algo de argumento).

Unos niños pintados, una mujer desviada mental, un tío con cara de empanado mental, un oriental con parálisis facial y una isla en la que llueve mucho, eso es todo. Desesperar, desespera, es verdad, pero no por nada, sino porque es un coñazo y no pasa nada durante tres cuartas partes del metraje. Un absoluto duermeculos.

No sabría qué destacar ni qué decir que es lo peor, porque casi todo el rato se lo pasan moviéndose de un lado a otro de la isla de la lluvia, se quedan parados, hay una extraña alucinación con niños, y vuelta a empezar, y así varias veces.

Es una de esas pelis en las que lo que se supone que interesa es el subtexto... pero si ni siquiera el texto me interesa, pues le pongo si acaso una subnota, por no decir que me dejó un poco (más) subnormal después del visionado. ¿Pero cómo podía ser tan coñazo? ¿Pero cómo podía pasar tan poco? No recuerdo nada. Bueno, había una escena más o menos bonita de esas con farolillos de papel que vuelan por las almas. Pero claro, es algo que si no se ha visto quinientas veces, no se ha visto ninguna.

Y eso, que encima mira si hay bajo presupuesto que había niños negros pintados de blanco. Hay que ver.
Erizio
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26 de octubre de 2009
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una conversación entre el gato y el humano. Excitante charla sobre un sencillo asunto, si los dos saltam desde sus respectivas ventanas, al llegar al firme suelo, ¿quién maullaría con más fuerza? ¿Se diferencia el dolor entre un animal, felino en este caso de otro animal, un humano? Sin duda alguna, el gato sería más elegante y ningún rasguño sufriría tras este accidente, pero como instinto, los dos expresaríamos un mismo dolor.

Un matrimonio, una buena posición social, una herida abierta: han perdido a su pequeño en un tsunami, acto de la naturaleza que roba al hombre. Ella, la madre, no olvida ni perdona el desconsuelo, se baña en él, desea buscar, reencontrar a su niño. Quién osaría a negar que él lo desea tanto como ella, sólo ocurre que ella lo expresa a otro nivel, rozando la incomprensión. Esa cercanía a la necesidad de aferrarse a cualquier posibilidad hacen ver un imposible como real, certero, necesario. Su hijo no debe estar tan lejos, cualquiera puede haberlo cambiado de situación, cerca del infierno, lejos de su hogar.

Se aferran a la pista, madre amante, padre amado, hijo perdido, dinero e interesada ayuda de los peligrosos habitantes de aquel lugar, de los sucios suburbios, los que quedan lejos de la acomodada vida de estos blancos y puros personajes. Engaños, monedas y un barco, para encontrar de repente la naturaleza de frente otra vez, desoladora y abismal, la que abriga y acoge ese dolor que les persigue. Silencio y desconfianza. El hombre en quien depositar sus esperanzas desprende hostilidad en su apariencia y ellos, lejos de su seguridad, necesitan alguien en quien creer.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
mnemea
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7 de octubre de 2008
11 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vinyan es la historia de un matrimonio en la búsqueda desesperada de su hijo que desapareció durante el fatídico Tsunami que asoló el sudeste asiático el año 2004.
A lo largo de todo el metraje vemos la desesperación de unos padres dispuestos a pagar muchísimo dinero a personas con una reputación más que discutible con tal de aferrarse a la única oportunidad que les queda para encontrarlo. Esto les llevará a adentrarse en la selva birmana donde poco a poco la locura hace acto de presencia en un punto sin retorno motivado por la impotencia y la frustración de no encontrar más que miseria y personas dispuestas a ganarse un dinero a costa de su desgracia.
Hasta aquí todo bien, sobre todo porque el trabajo del dúo protagonista es impresionante. Pero luego la cosa se tuerce, ya que me da la sensación que el director no sabe cómo terminar la historia y se inventa unos niños asesinos primo-hermanos de los que Chicho Ibáñez Serrador nos mostró en "Quién puede matar a un niño", solo que éstos van con taparrabos, son huérfanos y tienen la cara pintada de blanco para acojonar al personal.
En fin, lo mejor sin duda la "morritos"Béart que está más buena que el pan, y también los paisajes birmanos (aunque para éstos últimos me quedo con los de John Rambo, más espectaculares). Por lo demás, nada nuevo. De aquí dos meses ya no me acordaré de haberla visto.
Dinou
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4 de junio de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para la jungla hay razones que el corazón del hombre no entiende.

'Vinyan', más que historia, es experiencia: un viaje a otro corazón de las tinieblas, en este caso el sureste asiático, donde Jeanne y Paul buscan a su hijo desaparecido tras el tsunami que asoló dicha zona.
Es la excusa para mostrarnos la desintegración de una pareja, en esos lugares donde la mano de la civilización todavía no ha tocado, y en como muchas veces la ambición humana y la (auto)mentira no tienen límites.

Jeanne y Paul han sufrido la pérdida de su hijo Josh, pero allá donde él decide aceptar y mirar hacia adelante, ella se resiste a dejar marchar su recuerdo.
Y eso es, un recuerdo, ni siquiera una realidad o una certeza, lo que les lleva a los más recónditos lugares de la jungla indonesia, de manos de contrabandistas de niños. No hay garantía de que haya nada al fin del camino, pero Jeanne, "madre" en el sentido más puro de la palabra, ha tomado su decisión y arrastra a quien tenga que ser con ella.

Fascina el uso del sonido y del paisaje, tranquilo y desasosegante a la vez.
Más allá de la razón y la civilización, la pura locura anida donde la vegetación cubre la tierra, aunque quizás no es tanto locura como otro orden natural de las cosas, uno instintivo y visceral, casi perverso en sus maneras.
Se habla de los Vinyan, espíritus atrapados en lo terrenal, llenos de odio y sin saber salir de su tormento a no ser que sean guiados. ¿Quién se encarga entonces de guiar los que permanecen lejos de guía humano alguno?

'Vinyan' emerge como un poderoso drama en su inicio, una confusión ensoñadora en su mitad y una pesadilla muy real en su final.
Su concepción del terror tiene más que ver con la extraña sensación de algo que no debería estar ahí, y por eso conecta con la parte más dormida de nuestro subconsciente: aquella que cree en espacios todavía sin marcas humanas, donde pueden darse las más extrañas relaciones entre lo animal y lo sobrenatural.

Es ese borde, la frontera entre lo imaginado y lo vivido, el que debemos temer cuando ya no se aplican las leyes de los hombres.
Charles
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