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La ofrenda

Drama. Thriller Violeta recibe la visita de Rita, la mujer de Jan, un amor de adolescencia que marcó su vida después de abandonarla. Violeta desconoce que la visita de Rita es el primer paso de Jan para intentar reescribir su historia.
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
17 de septiembre de 2020
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Lo que perdura

Ventura Durall se mete de lleno en una historia de pasión, dolor, amor y remordimiento. Desde el principio se puede ver como va cocinando a fuego lento la concepción del perdón, a través de una primera secuencia rápida y concisa. Por lo cual, después va hilvanando el significado de la forma de actuar de su protagonista, que desemboca en un cruce de sentimientos complejo y con gran intensidad. De esta manera, en La ofrenda (L’Ofrena) se busca conocer la naturaleza de la sensibilidad, del recuerdo y de las heridas sangrantes del alma. Además, cada una de las piezas de este rompecabezas sentimental lleva tras de sí un bagaje personal interesante. Gracias a ello, se puede ver que la cinta va deshojando las distintas capas, que llevan a un intento de deconstrucción del amor.

Sin embargo, el conflicto que surge es la excesiva dispersión en torno a las líneas principales del relato. Por un lado, se comprende el concepto poético del deseo, de la frustración, del conformismo… Pero, se pierde entre una vorágine de piezas que buscan ser viscerales, profundas y terminan por pecar de desmesuradas. Por otra parte, aquellas partes que hacen alusión al pasado, que buscan la justificación del retrato de una obsesión, son excesivamente livianas. En consecuencia, se entiende la motivación detrás de la historia, pero se queda de una forma exagerada, donde se pretende hacer que sea el espectador el que complete la historia, pero no da accesibilidad para ello. De modo que, aunque se comprende la idea primigenia y se puede extraer una concepción reflexiva, no acaba por cuajar ese misterio romántico, que se excede en su carácter recóndito, para terminar con un final totalmente sencillo.

*Parejas cruzadas

No es extraño que en La ofrenda (L’Ofrena) se haya decantado por un reparto minimalista, algo que da un carácter íntimo y más certero en lo que se busca recrear durante el film. Para comenzar, Àlex Brendemühl se mete en la piel del incomprensible Jan, de una forma coherente a la identidad de su personaje, pero donde no se justifica tanto misticismo a su alrededor. Por lo cual, esa intensidad barroca acaba por ser redundante y no fluye. Al contrario que Anna Alarcón, la cual realiza una labor interpretativa excelente. Además, es la actuación con más aristas del film, lo que le permite demostrar todo ese sentir artístico, llevando a su personaje a lugares muy profundos y mostrarlos en pantalla. Por ende, se convierte en una de las mejores interpretaciones del film, que demuestran toda esa pasión y sentimiento, que emocionan al espectador.

Después, Verónica Echegui está estupenda, con un papel más ligero y menos contundente, pero que aborda con total naturalidad. Desde el principio se puede ver como se convierte en una femme fatale, víctima de su propio destino. Incluso, demuestra que tiene la capacidad de controlar los picos de intensidad ante situaciones rocambolescas y de mayor despliegue emocional. De este modo, realiza un ejercicio de contención y exaltación formidables. Por último, Pablo Molinero también está soberbio, aunque desde una perspectiva menos llamativa. A pesar de ello, no tiene problemas en dar ese contrapunto de luminosidad en un relato de tantas sombras. Por dicha razón, pese a realizar una labor llena de espontaneidad, la química como partenaire de Anna Alarcón no emana de forma orgánica. Aun así, le da ese punto verosímil, que demuestra su capacidad actoral ante la pantalla.

*Intensidad mística

Hablar de La ofrenda (L’Ofrena) es comentar una perspectiva más centrada en la introspección, que en la propia confección artesanal de la imagen. Sin embargo, lógicamente, para plasmar ese universo tan sentimental, se ha buscado una realización donde se subraye toda esa intensidad. Por lo cual, coloca la cámara dentro de ese mundo tan personal, enmarcando las reacciones y el propio sentir de los actores. De ahí que hay más un enfoque en torno a la acción, que en la búsqueda de la belleza poética. En cambio, en las secuencias que llaman a pensar en el pasado, sí se han aprovechado unos exteriores con una naturaleza salvaje y la inmensidad del mar. Por lo tanto, a nivel estético, ambas partes se complementan perfectamente, dando rienda suelta a una visión más dinámica, pero donde falta fuerza.

Dicho con otras palabras, esa dualidad es una metáfora visual del momento vital en el que viven sus principales protagonistas. También hay que comentar el uso del desnudo como sinónimo de la sencillez, de la fragilidad y la unión, dado que se justifica y no es un mero reclamo visual. Únicamente, se podrían haber nivelado las escenas de desnudos entre los actores masculinos y femeninos, proliferando los de las segundas. No obstante, es una cuestión más subjetiva que conceptual. Luego, la dirección de arte se establece en una cotidianidad, que resalta el carácter del torbellino sensitivo que se produce en el film. Para terminar, el montaje de la película capta la intención de la realización, pero al forzar ese concepto de complejidad en el espectador, no consigue ese magnetismo emocional que se busca. Es decir, no se produce una conexión auténtica, se queda en un plano más superficial.

*Conclusión

La ofrenda (L’Ofrena) es una película que busca la intensidad del sentir y las consecuencias de las heridas abiertas del alma. Sin embargo, fuerza esta concepción y acaba con una historia que navega en la falta de fluidez y en la excesiva reiteración de la emoción. Por lo cual, acaba por verse un rebuscamiento forzado. Al contrario que su elenco, donde destaca una brillante Anna Alarcón, junto con una estupenda Verónica Echegui y un interesante Pablo Molinero. En el caso de Àlex Brendemühl, le sobra tanto misticismo en su trabajo actoral. Después, a nivel estético hay una consonancia con el sello de identidad de la película, que triunfa sobre todo en su dirección fotográfica. Un laberinto de pasiones que, en su complejidad, halla el desconcierto.

Escrito por Diego Da Costa
Cinemagavia
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26 de marzo de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que contar historias de personas que siente diferente; algunos son incapaces de amar, otros se entregan al otro sin poner limite alguno y otros pasan por el mundo sin llegar a entender nada de lo que les ocurre y miran por la ventana y se mueren en el momento justo y además sirven de catalizador para que los demás se descubran.
Hay que contar ese tipo de historias son imprescindibles y muchos lo han intentado, no es tarea fácil, el problema de esta película es que pretende que el espectador sea un ser receptor que se trague sin rechistar todas y cada una de las incoherencias del guion y del montaje y aplauda la exquisita poesía, una vez más con la voz en off, del personaje de Alex, un gran actor obligado a hacer un trabajo imposible, esa mirada final rompiendo la cuarta pared.
a_noviembre
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28 de noviembre de 2021
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine catalán ha sido capaz de desarrollarse alrededor del drama minimalista con la misma majestuosidad que el cine andaluz en torno al noir. En ambas especialidades, las dos cinematografías son majestuosas y las mejores de la Península Ibérica. “La ofrenda” de Ventura Durall es un ejemplo perfecto de lo que hablamos en la parte catalana de esta clasificación.

Pero esta cinta, además, tiene una virtud adicional respecto a la tesis manifestada en el anterior párrafo: se trata de una vuelta de tuerca definitiva a través del drama psicológico en la mejor tradición del Rodrigo Sorogoyen de “Stockholm” o “Madre”. Y no exagero, la apuesta juega en esa misma liga y con ese nivel.

Desde el inicio de la cinta y la forma de presentarse los créditos, eres consciente de que te vas a enfrentar a una apuesta arriesgada de la que no vas a salir indiferente. Se presentan inicialmente tres historias de tres parejas, aparentemente y de inicio totalmente desconectadas: en primer lugar, un empresario dedicado a entregar vídeos póstumos por encargo, tiene que hacerlo ante la hija de un difunto que se dedica al porno virtual; por otro lado, una psicóloga de éxito regresa a un hogar con dos hijos de los que se siente algo despegada y con un marido al que resulta demasiado evidente que no soporta; por último, un torrencial amor adolescente en la década de los 80 que aparenta terminar en tragedia.

Esas tres historias tan variopintas finalmente concurren y lo hacen de una forma mucho más que notable. Histórica me parece la escena del baile entre las dos parejas, de una tensión psicológica y sexual irrespirable. Un portento de interpretación por parte de unos actores y actrices en estado de gracia que hacen de dicha escena un momento para enseñar en las escuelas de cine.

Porque las interpretaciones del siempre soberbio Álex Brendemühl, la extraordinaria entrega contenida de Anna Alarcón, la exuberancia barroca de una espléndida Verónica Echegui y la explosividad peligrosa de Pablo Molinero conforman un alarde actoral digno de mucha atención.

Varias historias de amor y desamor que se entrecruzan formando un imbricado puzzle que deja boquiabierto al espectador cuando se consuma. Todo ello contado a través de una cámara inquieta que siempre se pega a la piel de los actores y que nos regala de paso un momento épico de nuestro cine: una mirada a cámara de Álex Brendemühl destrozando la cuarta pared e interpelando al espectador directamente que realmente hiela la sangre.
Sergio Berbel
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