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Siempre estoy sola

Drama Jo, una mujer que se ha casado varias veces, parece que con su último marido ha encontrado por fin la estabilidad que necesitaba; pero la calma y la serenidad que disfruta podrían ser engañosas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
22 de junio de 2011
27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que reivindicar a Clayton más allá de The Innocents o del free cinema. Impecable en su ejecución, no tanto en su desarrollo, encontramos, desde el mismo inicio con un barrido de la casa del matrimonio Armitage, una lección maestra de la puesta en escena. Vértice opuesto al ejercicio que Nichols rodó años después para el lucimiento de la pareja Burton-Taylor.

Noto en esta comparación, que he envejecido como espectador, me imagino que porque el espectador es a su vez, habitante, que con los años se nutre de vivencias más tangibles que las vistas entre bambalinas.

De histrionismo casi nulo, Clayton usa la fuerza del mejor aliado: la cámara, que en movimientos suaves y con planos picados, construye el carácter de Jo (Anne Bancroft) y sus satélites. Ejemplos hay en este ejercicio tantos como minutos de metraje, pero rescataré el momento en que Clayton, desembarazándose del clasicismo, como buen integrante del free cinema inglés, acomete el aborto, dejando siempre un primer plano de Bancroft mientras la cámara se balancea al compás del movimiento de su marido Jack Armitage (perfecto en su imperturbabilidad Peter Finch).

Hay que reivindicar a Bancroft más allá de El graduado (¡anda, de Nichols! ¡Qué casualidad más casual!) Porque sí, hay una cámara que se queda quita con un plano que pesa como una losa, pero la que permanece aguantando, como el Coloso su antorcha eterna, es Anne Bancroft. De mirada perdida, de mirada inocente, de mirada enamorada, de mirada furibunda, de miradas eternas. Y aunque en películas con un tratamiento tan exquisito del plano, hablar de actuaciones llega a ser inane, me es doloroso no alabar el trabajo de Bancroft.

Película de guión juguetón, a la caza del espectador, que habla cuando toca y calla cuando debe, y que se permite licencias poéticas más o menos obscenas sobre las infidelidades de Jack. Jack mantiene una conversación con Bob Conway (grandísimo también James Mason):

- ¿Sueles jugar al billar? -pregunta Jack tras encontrarse con Conway en un bar.
- Sí, juego bastante.
- Qué pena. Yo no.
- ¿A qué juegas tú?
- ¿A qué juego? Pues te aseguro que no me acuerdo. ¿Y a qué juegas tú?
- Al billar, por ejemplo.
- Apuesto a que eres muy bueno.
- No tanto como tú.
- Yo no juego.
- No te creo ni una palabra.

(Abróchense los cinturones porque esto continúa).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chagolate con churros
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23 de diciembre de 2012
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jack Clayton era un polifacético artista, que fue sobre todo conocido como director (si exceptuamos sus cortos, documentales y telefilms) de siete largometrajes, además de productor. Su carrera es selecta (aunque contenga el descalabro de “El gran Gatsby”) y además de tener una obra maestra como es “Suspense”, incluye notables películas y una excelente radiografía, casi perfecta, sobre la incomunicación, la manipulación, el maltrato y el shock emocional que es “Siempre estoy sola”. Espléndido guión del que fuera relativamente reciente premio Nobel Harold Pinter, demasiado “innovador” para la época, con extraordinaria fotografía en blanco y negro, acompañada de una espléndida banda sonora intimista, nos sumergimos en una atmósfera donde la dirección artística está muy pensada, desde un moderno sillón a unas lavadoras (antológica la escena en la que la protagonista se va de compras). Todo en ella está pensado y muy bien desarrollado sobre todo gracias a un espléndido plantel de actores, desde los que desempeñan papeles secundarios, a Peter Finch que da la réplica directa a la protagonista, hasta llegar a una Anne Bancroft en una descomunal interpretación, epicentro total y absoluto de la historia. De esta fabulosa actriz dijo Visconti que era la versión femenina de Marlon Brando. Se quedó corto, sobre todo si la recuerdo con su chupa en "7 mujeres", donde superaba en fuerza al mismo Brando de "Salvaje" y eso que él disponía además de flamante moto.
De nuevo Hollywood pasó por alto el destacar una gran película dramática como esta, superior incluso a “Un lugar en la cumbre” que sí captó mayor atención, y dejando sin premio a la única nominación, su protagonista. Sin entrar en más detalles no deja de ser insultante, ya que Miss Bancroft hace un trabajo que no tenía competencia ese año, aún teniendo de contrincante a Kim Stanley por su notable actuación en “Plan siniestro”, pero bueno, lo ganó finalmente Julie Andrews por “Mary Poppins”, que por haber sido despreciada para “My fair lady”, personaje que hizo (y cantó) en su gira teatral fue votada por los académicos en pleno ataque de justicia.
Clayton no hizo una réplica al cine de Antonioni, ni en su tema ni en su propuesta, fue más allá. Creo que siguió por un camino que pocos habían andado antes, quizás donde Cassavetes con el tiempo supo también llegar, en ese estilo nada académico, cercano al free cinema inglés, lógico, y donde los diálogos y los actores pesan más que cualquier otro capricho técnico, que un director menos inteligente nunca hubiera podido llevar a buen puerto. Un camino por el que luego han seguido caminando otros y que sigue ahí, para quien quiera (o se sienta capaz) de continuarlo con semejante honestidad.
Maggie Smee
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16 de abril de 2016
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La tercera película del productor y director Jack Clayton, tras sus dos iniciales y deslumbrantes obras maestras “Room at the top” (Un lugar en la cumbre, 1959) y “The innocents” (Suspense, 1961) no alcanza un nivel tan destacado como el que consiguió en estas pero raya a una notable altura. Con un afilado guión de Harold Pinter, adaptado de la curiosa novela de Penelope Mortimer, la película cuenta sustancialmente el matrimonio de una mujer aún joven y atractiva, incansable productora de retoños y ya con seis hijos, que se casa con un guionista de cine, en lo que se acaba convirtiendo en una crónica pausada, sutil, elíptica, introvertida, amarga y realista del proceso de desintegración de una pareja. Entremezclando la narración del presente con numerosos flashbacks, vistos desde el punto de vista de ella, en los que la protagonista rememora, desde la tristeza, el fracaso de su tercer matrimonio, muestra con una gran dosis de ambigüedad, en la que a veces dudamos de la realidad que ella percibe y a través de cuyo recuerdo se nos muestra su psicología deprimida, la mezcla de resentimiento e incomprensión que experimenta, pero también su obstinación y el cambiante carácter, generoso, egoísta e infiel a un tiempo, de su marido. Y en el medio la inocencia de los niños, protagonistas en tantas películas de Clayton –su siguiente producción “Our mother's house (A las nueve cada noche, 1967) está, de hecho, casi exclusivamente protagonizada por niños- como metáfora de la pureza frente a los problemas incomprensibles de los adultos. Con un gran uso de la profundidad de campo y de primeros planos expresivos y asfixiantes, característicos de estas primeras producciones de Clayton con la excelente fotografía de Oswald Morris, cuenta con el magnífico trabajo de Peter Finch y Anne Bancroft como pareja protagonista. Notable.
“¿Qué vamos a hacer?. –Nada”
Gould
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23 de julio de 2015
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Bancroft da un auténtico recital interpretativo, algunos de los temas propuestos y la forma de exponerlos eran muy atrevidos para su momento, la puesta en escena de Clayton es brillante y rompedora, hay secuencias de un surrealismo que anticipa a David Lynch (la secuencia de la peluquería que protagoniza Yootha Joyce, la inolvidable Mildred Roper; la del mendigo que llama a la puerta y se anuncia como el rey de Judá), el personaje de James Mason resulta inquietante (la secuencia del zoo). Estos son algunos de los méritos.
Sin embargo, empatizo con la protagonista tan poco como con los personajes de Antonioni. Sus conflictos me resultan artificiosos. Me parece una "niña bien" que ha hecho toda su vida su santa voluntad, por lo que no me explico a que viene tanta insatisfacción. Otro incómodo "drama sin causa" de Harold Pinter (me estoy acordando de "El sirviente"), con un final que deja claro que todo lo que habíamos visto hasta entonces no era más que una falsa alarma.
iñaki
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21 de marzo de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una retrato íntimo y personal de una mujer que ha contraído varias veces matrimonio y siempre está rodeada de niños (5, cuatro de anteriores matrimonios). Algún tipo de trauma o problema previo, incluso de tipo psiquiátrico, parece rondarle la cabeza. La técnica del flashback conecta a la mujer con su pasado, mientras que la narración actual siempre está en tiempo presente.
Una magnífica Anne Bancroft en todo su esplendor da cuerpo a un relato desencantado sobre la vida matrimonial, los celos y las infidelidades. Tiene una belleza 'griega', algo impersonal y clásica, con formas suaves y, a la vez, muy definidas.
Peter Finch es un actor de una pieza, algo rudo y nervioso en esa ocasión, más sosegado a medida que pasa la cinta. James Mason, eficaz como siempre, en un papel de cínico que no le va nada mal. Bueno, es difícil que hiciera algo mal en el cine.
Es una película rara, algo tenebrosa, un poco de terror, llega a ser agobiante. No llegas a saber cuál es la razón de mal que subyuga a la protagonista. ¿Mantener relaciones sexuales sin tener descendencia?, ¿miedo al sexo?, ¿insatisfacción sexual?
ÁAD
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