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Nightlight

Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
13 de junio de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nueva película de terror de bajo presupuesto que utiliza la técnica de "metraje encontrado" para darle algo de apariencia formal a lo que no es mas que una serie B de terror. De todas formas "Nightlight" es menos mala que el resto, el desarrollo es correcto y los "sustos" están conseguidos. No es una maravilla y sigue oliendo a serie B pero esta puesta al día de "El proyecto de la bruja de Blair" (Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, 1999 funciona razonablemente bien y no es tan tonta como otras películas de metraje encontrado, es decir, se esfuerza por no tratar al espectador de idiota a pesar de que los protagonistas son los mismos adolescentes idiotas de siempre. Si os gustan este tipo de películas entonces "Nightlight" no os decepcionará, no obstante si buscáis emociones fuertes que se asienten en la calidad o en la inteligencia... mejor buscad otra película. Esto, a pesar de lo que parece, sigue siendo serie B.
El Criticón
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27 de mayo de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una de esas películas que esperas que sea muy mala y por lo menos termina entreteniendo. "Found-footage" sencillo de estilo algo oscuro. Me sorprende el bajo puntaje en esta página porque no será una maravilla pero puede gustar y entretener a algunos fanáticos del terror.
mwgr
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11 de enero de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando un idea interesante se termina convirtiendo en un subgénero pierde todo lo interesante que tenia.
Una pena que otra de las primas, ya que no hijas bastardas de El proyecto de la bruja de Blair, siga consiguiendo productores idiotas que inviertan en ella, tal vez debido a lo barato que resulte hacer un película con actores desconocidos, en un busque y unas cuentas linternas.
La historia de un adolescente idiota que se suicida, después de ver que su amiga idiota, le había mentido, para ver si la invitaba a salir otro idiota más atractivo que el amigo raro idiota.
Como si no fuera suficiente esta tragedia de los idiotas, la idiota que estaba caliente con el idiota deportista, un año después del suicidio del raro, consigue que este la invite a pasar una noche con sus amigos, a jugar cosas estúpidas en un bosque que todos creen maldito, y como cerebro no tienen, se van separando, jugando a las escondidas, y un espíritu los va cazando.
Como desde la premisa dice que los 5 tienen 0 chances de salvarse, lo único que queda por ver es en qué orden irán muriendo 4 de ellos, ya que es obvio que Robin, la idiota por la que se mató el raro, será la última.
Bueno, baste decir que solo una de las muertes se ve, las otras son sugeridas, se hace abuso de los clichés, susurros, crujido de puertas, gritos, lamparas que se prenden y apagan, etc.
Para destacar nada, es aburrida, tonta, y en ningún momento genera ni siquiera 1 susto.
Manuel
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20 de febrero de 2024
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Para un potencial público diana adolescente, la técnica narrativa del «found footage», y el relato en primera persona desde el que graba las escenas con una cámara (o con su móvil), y por extensión a un mercado de espectadores más amplio que vive por y para inmortalizar lo que cree sus hitos existenciales, algo que ya se veía boquear como besugo recién pescado, y pasado de vueltas, desde que se inauguró el estilo con «The Blair Witch Project» (1999) , hasta las cansinas secuelas de «Rec»(2007 – 2014) o «Paranormal Activity»(2007 – 2021) , lejos de estar obsoleto, rabia de actualidad más que nunca. Por lo menos hace 9 años, cuando se produjo este «flick".

El «found footage» ofrece una sensación de inmediatez y realismo que otras técnicas narrativas luchan por alcanzar. Al ver los eventos desde la perspectiva de la primera persona, los espectadores se sumergen más profundamente en la experiencia, sintiéndose parte de la historia. Esto puede hacer que los sustos y la tensión sean más impactantes, ya que la audiencia se siente como un participante más.
En esta película precisamente, la técnica es de las pocas cosas que contribuye a la creación de la atmósfera de terror requerida. Es la ventana a los espacios que crea el lenguaje visual del cinematógrafo Andrew Davis. Además, tiene el acierto de pasar de un sujeto pasivo observador a otro. No se centra en un único portador. Con lo que la diégesis del relato va siendo asumida por los diferentes personajes, que graban desde sus respectivos dispositivos. Este enfoque multiplica las posibilidades de sorprender. Al no estar limitados a la perspectiva de un solo personaje, los momentos de suspense pueden surgir desde diferentes ángulos y en momentos inesperados, aprovechando el cambio de narrador para jugar con la anticipación y la ansiedad del público. La incertidumbre sobre quién sostendrá la cámara a continuación y qué nuevos horrores revelará su lente, añade una capa adicional de intriga y misterio.

Sin embargo, no sabe aprovechar plenamente la oportunidad que supone esta variedad de perspectivas, de los diferentes amigos que se dan cita al bosque para andarse el cachondeo nocturno con sus linternitas de marras. Se nos tiene sumidos la mayor parte del tiempo en un mareante vaivén de figuras en la penumbra, cuando no se nos deslumbra con las luces de los personajes corriendo de un lado para otro.
La caótica y errática propuesta de Davis se suma a la ya confusa ejecución de un guion, que si bien está fundamentado en una sólida trama, por lo simple de su estructura, se complica con un surrealismo que, por querer ser tal vez demasiado innovador o, sencillamente, intentar mantener la atención del espectador, se diluye en un sinsentido al que no hallaremos demasiada claridad ni respuestas satisfactorias. De cara a una resolución tanto o más oscura que las imágenes entre las que se nos tendrá nadando durante un metraje de 85 minutos. Éste se nos hará como si fuese del doble o más.
Una resolución oscura o ambigua en una película de terror no es en sí misma un defecto; puede ser una herramienta poderosa para dejar una impresión duradera e invitar a la reflexión. Pero el camino necesita estar construido con claridad y propósito. Incluso en medio de la ambigüedad, el espectador debe poder encontrar un sentido de cierre o comprensión de los temas y motivaciones subyacentes.

Los propios realizadores, Scott Beck y Bryan Woods, le dan a la tecla a cuatro manos para parir un libreto que andará perdido como sardina en el desierto del Sáhara, ya nada más empezar el desarrollo. El entramado se deshace como un castillo de naipes desmoronándose por una evidente desidia en la creación de un «script» con algo de «cabeza», pero sin «pies», porque no va a ninguna parte. Se crea atmósfera, tensión, misterio... se nos trae al borde del horror más primario... pero nada más. La tensión generada, con todo su potencial se desvanece con algún susto de acrobacia felina, y desemboca, después de mucho hacernos andar tras la zanahoria, en un cúmulo de escenas con chillidos histéricos de las «protas», propios de un solo de soprano en música experimental contemporánea.

Lo que más funciona es la ambientación en el bosque: la oscuridad, la percepción en grado de delirio intuitivo de lo que podrá sucederles a los protagonistas si se adentran en las tenebrosas fauces de aquella selva norteamericana, para pasárselo teta en su juego nocturno... esta sensación de anticipación y temor captura la imaginación y establece un estado de tensión psicológica, esencial para el terror.
El bosque, en este contexto, se convierte en un ente lleno de misterios y peligros que ponen en jaque a la racionalidad y alimentan los miedos más primitivos. El objetivo de los protagonistas de pasar un buen rato con su juego nocturno en un entorno tan amenazante introduce una ironía mordaz; su búsqueda de diversión los lleva a confrontar sus propios límites y miedos, así como los secretos oscuros que yacen en el corazón del bosque. Este contraste entre la inocencia de sus intenciones y la malignidad del entorno subraya la temeridad de desafiar a lo desconocido y lo incontrolable.Sin embargo, tan atractivo envoltorio queda desvirtuado, desmerecido, vacío, ante la inacción y la pachorra con la que Beck y Woods tratan el relato.

La práctica ausencia de música adicional extradiegética, por otro lado comprensible, pues estamos inmersos en el espacio diegético (el «cámara en mano» elimina cualquier distancia o barrera entre la posición observadora del espectador y el escenario de desarrollo dramático), acaba también incluso por contribuir a que el insustancial y endeble, postizo estado de tensión generado se difumine aún más rápidamente.

Los actores no destacan en el fondo narrativo del argumento, de modo que todos ellos parecen formar parte del decorado. Se trata más de objetos pasivos que de sujetos activos. Shelby Young y Chloe Bridges son todavía las que le dan algo de meneo a la interpretación,
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jordirozsa
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