The Forbidden Room

Antes de ver The Forbidden Room, hay que entender que cada secuencia de la película está basada en reseñas, títulos o resúmenes de películas de inicios de siglo que fueron perdidas. Según el director, la única forma de poderlas ver era hacerlas él mismo. Maddin se sirve de la escena inicial sobre cómo debe realizarse el acto de bañarse para introducirnos, de forma metafórica, a lo que será la visualización de su película: una inmersión en la historia del cine.

Los intertítulos, el tratamiento de la imagen, así como del tiempo y la infinidad de recursos de montaje, se nos evidencia la forma como predominio cinematográfico. Maddin nos divide el filme por capítulos, o mejor dicho por secuencias, a primera instancia sin relación aparente. Y el hecho de dividirlo por secuencias no es más que el de querer plasmar en cada historia un estilo visual diferente. De una forma evidente, Maddin pone de manifiesto la decisión de no llevar a cabo una narrativa convencional. Crea historias, mundos que no se conectan entre ellos, sino que se complementan a través de las diversas técnicas cinematográficas para ofrecer una visión general del cine. La infinitud de formas se dan lugar una tras otra, incluso entre ellas.

The Forbidden Room, parece levantarse a partir de un sueño, de historias recordadas contadas por alguien, donde no se establece de una forma clara qué está pasando. La obra de Maddin, es principalmente visual, no sigue una narrativa lineal de hechos causa-efecto; es, asemejándose con el sueño, un aparato que carece de los vínculos espacio-temporales.