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Ema

Drama Ema, una joven bailarina, decide separarse de Gastón luego de entregar a Polo en adopción, el hijo que ambos habían adoptado y que fueron incapaces de criar. Desesperada por las calles del puerto de Valparaíso, Ema busca nuevos amores para aplacar la culpa. Sin embargo, ese no es su único objetivo, también tiene un plan secreto para recuperarlo todo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 40
Críticas ordenadas por utilidad
3 de octubre de 2019
33 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera escena, el director nos muestra a la protagonista portando un lanzallamas. Enfocada enigmáticamente, contrastando su silueta a una noche improbable. ¿Será una extremista? ¿Una justiciera? Pablo Larraín nos impone su personaje ficticio, acaso utilizando el lanzallamas como metáfora de la personalidad de Ema. La película nos irá envolviendo en un viaje sensorial y al avanzar el metraje nos vamos dando cuenta de que más que una metáfora, el sentido del lanzallamas es más literal. Ema tiene fuego en las venas y la magnífica interpretación de Mariana Di Girolamo nos acompañará durante cien minutos de recorrido.

Larraín logra darle un relato coherente a la pulsión del día a día enfrentado con desenfreno. No explica a los personajes (más bien oscuros) pero intuye que sus intenciones son válidas.

En 2018, Gaspar Noé nos invitó a un baile distinto, de anécdota absurda. Perseguía que la sensualidad de unos movimientos nos llevara a vulnerar los límites. Seductoras imágenes, pero ahí donde Noé hacía convulsionar entre verdaderos zombis, Larraín nos encierra en un viaje perturbador, donde rescata el alma de los personajes que orbitan en la periferia de la sociedad.

Si no observamos la película con apertura, las decisiones de Ema nos parecerán grotescas y el personaje del hijo adoptado (casi no emite palabra) nos mirará con ojos de reproche por permitir que Ema lo haya involucrado en esta familia demencial.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anibal Ricci
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27 de enero de 2020
22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
...es cosa de súcubos; siempre lo creí y quedo aún más convencido tras ver esta película en la que hay muchas cosas muy buenas: la fotografía (que hace de Valparaíso un personaje más, y de los más interesantes), la banda sonora (no, no solo en las escenas de baile), la secuencia que se recoge en el cartel, la expresividad de la sra Di Girolamo...

Durante el primer tramo de la película pensaba estar viendo una obra maestra. Por desgracia, la cosa empeora luego y va adquiriendo matices de folletín y de porno-soft (incluido el comodín de la orgía lésbica).

La última escena me reconcilia con el film, pero, en fin, yo espero más del inteligentísimo sr. Larraín.

Aviso al espectador español: algunas escenas son improvisaciones y el habla chilena es bastante especial. Así que no te sorprenda quedarte sin entender la mitad de los diálogos.
golondrina europea
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22 de enero de 2020
20 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La madre tras la mujer

Ema muestra una deconstrucción del modelo de familia tradicional donde tras una serie de sucesos, una pareja decide devolver al hijo que habían adoptado. Sin embargo, no se hace tardar el arrepentimiento. El proceso de duelo al saber que probablemente nunca recuperen al niño con el que llegaron a formar la familia que tanto deseaban resulta tóxico y degradante tanto para Ema (Mariana Di Girolano) como para Gastón (Gael García Bernal).

Ninguno de los integrantes del matrimonio es capaz de asumir sus errores y aceptar la pérdida conjuntamente, apoyándose el uno en el otro. De esta manera, tras algún toque de humor, se esconde la toxicidad de la relación de una joven con un hombre doce años mayor que ella, con unas ideas y una forma de vida completamente distinta.

Resulta indudablemente necesario apartar la moralidad propia del relato audiovisual para poder entrar de lleno en esta vorágine de danza, sexo y fuego que Larraín presenta; mas una vez la historia te atrape de lleno, ya no hay vuelta atrás. Puede parecer complicado entender o justificar las acciones de Ema a lo largo del largometraje, pues se sucede excentricidad tras excentricidad. Pese a ello, la película permanece completamente coherente consigo misma, con un espíritu de éxtasis visual tan estético como elogiable.

Una mujer que quería ser madre. Una mujer que devolvió a su hijo. Y una mujer que hizo lo impensable para recuperarlo.

*La mujer tras la madre

A pesar de que el personaje de Ema resulta demasiado extraño para relacionarlo con la visión tradicional que se tiene de la madre de familia, este se desenvuelve de una manera en la que garantiza que hace todo lo posible para estar junto a su hijo.

Dejando de lado esta narrativa, destaca además el hecho de que la joven mujer anhele una libertad que casi roza con sus dedos. Practicando el baile contemporáneo de la mano de su marido, que a menudo más que una pareja se asemeja a un jefe, siente la necesidad de dejar atrás ese tipo de baile para salir a la calle a bailar reguetón. Esta música resulta controvertida tanto dentro como fuera del filme, sin embargo, es explicada como el salto a la libertad de Ema. A partir del momento en que decide disfrutar y bailar lo que más le gusta, se desata toda la trama.

Llamas, fuego, deseo y agua. Todos estos elementos ayudan a crear un escenario cada vez más enrevesado y estrecho donde al final todo tiene un fin, que en manos del espectador está si justifica los medios, pese a que para los protagonistas lo parece.

*Conclusión

Si bien cierto es que el final de Ema resulta un tanto descafeinado en contraste con el nivel de locura en el que se suceden la trama, sirve como broche final a este drama familiar envuelto en libertad y sexualidad y totalmente desprovisto de moralidad.

Por otra parte, cabe destacar la impecable fotografía y estética aunada a una banda sonora parcialmente actualizada que resulta gratificante en multitud de escenas, así como las exquisitas interpretaciones que se suceden durante el filme. Estas brillan por la fuerza con la que los personajes se abren paso en el relato y la manera en que están logrados, que casi que parecen necesarios para que Ema se desenvuelva de una manera u otra.

Una arriesgada y provocadora narrativa audiovisual de toda una generación sobre la liberación que presenta un toque feminista, donde habrá que expandir los propios horizontes para adentrarse de lleno en ella.

Escrito por Ana Aliaga Díaz
Cinemagavia
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3 de febrero de 2020
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
La protagonista es una chica con muchos problemas, el principal de ellos que no sabe dónde está pinada. Como su pareja es estéril, adoptaron un niño; cuando vieron que no era un tamagochi se deshicieron de él y ahora se le antoja recuperarlo. Mientras tanto se dedica a bailotear, cepillarse a todo lo que se mueve y quemar mobiliario urbano mientras pone unas poses muy artísticas junto a las llamas. Todo muy simbólico y transgresor: lástima que la transgresión sea la pariente pobre de la subversión.

Salvo a Gael, a la mayoría de los actores no se los entiende. Y no porque hablen una jerga determinada, que también, sino porque no vocalizan; para colmo algunos rematan sus frases con un “ueeeeah” como si fueran hijos del mismísimo Julio Iglesias (que a lo mejor, nunca se sabe).

La película oscila de un género a otro, de una trama a otra, sin quedarse en ninguna parte. La trama principal podía haber dado lugar a un buen film si el autor no hubiera sacrificado el fondo en pos de la forma. Al final, lo único que se salva es el discurso antirreguetón del personaje de Gael, quizá porque es el único parlamento de toda la cinta que se entiende sin esfuerzo.
Juan Pini
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29 de enero de 2020
20 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi la casi unanimidad de crítica profesional y de público en torno a esta película, lo que me llevó a la sala.

Pronto mis temores sobre el error cometido comenzaron a hacerse patentes. La película rebosa artificialidad por todas partes, estamos en uno de esos casos en los que uno siente cierta vergüenza de que alguien le vea en la butaca viendo aquello que se está perpetrando en la pantalla.

No entiendo a que vienen tantos elogios, pues la película tiene la poco elogiable "virtud" de que los minutos parezcan tener 120 segundos.

No sé si el director y guionistas pretendían dar un espaldarazo al empoderamiento femenino y al carácter contradictorio que muchas veces muestran los seres humanos, empoderamiento que lleva la voz cantante en esta película y que desafía cualquier concepción tradicional de las relaciones familiares y de pareja, lo que en sí no es ni loable ni criticable. Pero -cómo me suele ocurrir tanto con el cine latinamericano como con el español- veo actores intentando interpretar un papel delante de una cámara -Quizá se deba a lo absurdo de las situaciones-, y no a personajes creíbles en una historia. Nada es plausible y uno tiene la sensación de estar contemplando algo envuelto en una atmósfera onírica ajena en gran medida al mundo real. Puede que eso sea también una licencia
creativa intencionada de los autores, pero a mí todo lo resultante me deja frío y no me suscita ningún interés. Los ritmos reguetoneros no hacen más que contribuir al desaguisado de este engendro.

En la sala donde se proyectó, la película tenía subtÍtulos -recuerdo aquella absurda polémica que se produjo el año pasado o hace dos sobre aquella afamada película mejicana en blanco y negro- y en mi opinión no está en absoluto de más, no sólo porque estemos en un entorno social donde se usa una jerga determinada y propia de una ciudad o región -la parte menos glamurosa de Santiago- ya que el mismo problema pueden tener también espectadores hispano parlantes de fuera de Chile, sino porque, como suele ocurrir en muchas películas latinoamericanas, la banda de sonido adolece de cierta falta de nitidez, lo que puede hacer que uno se pierda parte de los diálogos, aunque lo que se diga en ese momento sea en español internacional estándar.
Resumiendo, la originalidad y la transgresión no son en sí mismos sinónimos de calidad.
Madrid es Castilla
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