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Moliere en bicicleta

Comedia En la cima de su carrera artística, Serge Tanneur (Fabrice Luchini) dejó definitivamente el mundo del espectáculo para mudarse a la Isla de Ré y vivir como un ermitaño. Tres años más tarde, Gauthier Valence (Lambert Wilson), un famoso actor de televisión, está planeando una producción de "El misántropo" de Molière, y quiere ofrecerle a Serge el papel principal. Serge le propone a Gauthier cinco días de ensayo para saber si quiere ... [+]
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
10 de abril de 2014
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empiezo a escribir esta opinión mientras tarareo La Bicyclette, de Yves Montand, una canción ligera, alegre y festiva y uno de los dos temas que aparece en la película Moliere en bicicleta (en francés Alceste à bicyclette). El otro es Il Mondo, del italiano Jimmy Fontana, una canción triste, melancólica y reflexiva. Estos seis adjetivos mezclados podrían resumir perfectamente lo que es esta película, sus pretensiones y ante qué tipo de comedia nos encontramos.

El film lo protagonizan Fabrice Luchini y Lambert Wilson y lo dirige Philippe Le Guay (parece que le hayamos puesto un apodo en pleno motín de Aranjuez). A Luchini le pudimos ver no hace mucho protagonizando la película En la casa (2012), una de las más populares de aquél año y por la que estuvo nominado a Mejor Actor en los Premios César de 2012, galardón que no obtendría hasta el año siguiente gracias a la actuación en esta Moliere en bicicleta que nos ocupa. Wilson, por su parte, puso voz al oso Ernest en la maravillosa película de animación Ernest & Célestine (2012), protagonizó De dioses y hombres (2010) y ha participado en varias producciones norteamericanas, y además presentará la ceremonia del Festival de Cannes de este año. La carrera de Le Guay, en cambio, no ha sido tan popular fuera de su país, a pesar de estar muy ligada a la carrera de Luchini (han participado juntos en multitud de películas y la idea original de ésta es obra de ambos); en España le conocíamos más que nada por la comedia Las chicas de la sexta planta, que contaba con mayoría española dentro de su coral reparto. En un segundo plano también tenemos a Maya Sansa (segundo no por su aportación, sino por sus minutos en pantalla), que con esa cara y esa sonrisa (que ya vimos en La mejor juventud) es siempre un desencadenante y una consecuencia en las decisiones de los protagonistas masculinos.

Moliere en bicicleta es la típica película para que los que dicen “el cine francés me aburre” lo sigan diciendo y para que el resto disfrute de un buen rato de cine, con interesantes reflexiones sobre el mundo de la actuación, de la amistad, con algunos buenos diálogos, grandes actuaciones y un uso del paisaje y los pueblos que los franceses saben hacer muy bien (y sino, ¿por qué yo ahora quiero vivir en un molino?). En este sentido la película guarda muchas similitudes con Conversaciones con mi jardinero, otra de esas películas que alegran el alma de uno de manera puntual con algunas conversaciones, siendo al final un producto interesante. Lo que más me ha gustado es cómo muestran el proceso por parte del actor para dotar de personalidad un personaje, cómo muestra la importancia que cada uno pone en dónde debe hacer hincapié en sus frases, la importancia de cómo entiendas a tu personaje, sus gestos, las entonaciones (diferencias entre teatro, televisión y cine) y otras formas de construir un personaje.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Fendor
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30 de abril de 2014
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando recuerde mi vida como productor una de las cosas que más echaré en falta será el contacto con los actores, siempre me he encontrado muy cómodo con ellos, incluso mucho más que con los técnicos y otros profesionales. Reconozco que me he encontrado con grandes personas, y me llegan a la mente muy buenos momentos.
La nueva película de Philippe Le Guay es una estupenda disección de la forma de trabajar de este noble oficio, todo ello aderezado con un toque de nostalgia perfectamente plasmada por el magnífico Fabrice Luchini.
Su personaje está desencantado de la profesión, no entiende lo que ocurre en los rodajes y entre los compañeros, algo que irremediablemente hace identificarme con él.
Luchini y Lambert Wilson están esplendidos, logrando que siempre tengas una sonrisa en la cara, sin obviar un toque melancólico que recorre todo el metraje.
Comedia dramática que incide en el trabajo actoral y su reflejo en la vida real, y es que la vida es puro teatro y viceversa. Es de esas películas que sin darte cuenta llegan a calar hondo, una de esas sorpresas con las que te encuentras casi todos los años, y que no descubres si no traspasas el umbral de ciertas salas algo más minoritarias.
Plasma a la perfección las diferencias entre dos maneras de interpretar, la de los actores televisivos y la de los actores de teatro clásico. Hay un par de escenas geniales a este respecto.
Siempre he pensado que revisionar los clásicos está bastante trasnochado, ocurre en Francia con Moliére y ocurre (hasta el hartazgo) con Lorca en España. La escena en que uno de los actores le enseña al otro a declamar en verso alejandrino clásico es sensacional a este respecto, al igual que cuando se produce el momento en que están viendo uno de los episodios de la serie de televisión que protagoniza uno de ellos.
La trama parece discurrir por terrenos complacientes, pero si piensas que todo el relato va a acabar con un final feliz estás muy equivocado. El tramo final guarda las mejores escenas de todo el conjunto.
El título más recomendable que encontrarás estos días en la cartelera española. Y por favor, no la veas doblada.
Francisco Javier Millan
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4 de mayo de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos actores y una isla. Uno es víctima de un banal éxito televisivo (un Dr. House a la francesa), el otro es un huraño, retirado del mundanal ruido para rumiar con detenimiento su rencor y fracaso. El primero es un "galán" acartonado, superficial y agradable; el segundo es altivo, maligno y más culto. Dos caras de la misma moneda.
La interpretación como campo de batalla/juego; exaltación de la rivalidad. Los actores como seres infantiles y vanidosos hasta el delirio.
El tono es menor y trivial, de comedia pobre y desangelada; una suma mediocre de escenas/chistes sin gracia, una blandura pesada y sin alma. Esta molicie simplona y abotargada a punto está de tumbar la película, mandándola a la lona de las historias muertas de antemano por su poco ingenio y su mucho aburrimiento. Se intenta sostener con el peso del clásico indiscutible, con el santón de las letras francesas; Moliere sirve de soporte y leitmotiv, sus alejandrinos se repiten y dan lustre; pero con eso no basta, hasta puede chirriar y desentonar si el resto no acompaña, si se produce demasiado contraste entre la exquisitez literaria y el chato argumento. Varias veces desfallece esta historia con secuencias absurdas y humor de brocha gorda. Casi muere definitivamente, agoniza entre vasectomías grotescas y actrices porno (la idea es, de tan obvia, lamentable; pero, por lo menos, está resuelta con elegancia). Hasta nos meten (con calzador) a una italiana atractiva para dar interés al mortecino asunto. Solo dos estupendas canciones nos despiertan y animan (buenos y bellos momentos). Y lo interesante, el subtexto jugoso y sabroso casi desaparece, casi no lo vemos; la reflexión sobre la relación entre el arte y la vida (¿se debe interpretar al personaje que verdaderamente entiendas, solo el que sea como tú, o, por el contrario, eso es anecdótico y lo que importa es lo que inventa el actor, lo que imagina?), sobre los celos y las luchas de poder, los egos, inseguridades, diferencias, todo eso pena ante tanta tontería; y aun así sobrevive y nos mantiene vivos, todavía, a pesar de todo, curiosos y alertas. Hasta que llega ese buen final. Surge con fuerza lo insinuado, se atan todos los cabos y se cierra la trama con rigor, inteligencia y honestidad. Se rescata lo mejor, se recupera el interesante eco de "La huella" (gran película) y se celebra el duelo a muerte; de la bobería a la seriedad, del humor de parvulario al juego grave, a la reflexión atinada y valiosa. Menos mal, las arenas movedizas solo llegaron hasta el cuello.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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14 de mayo de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ver "Molière en bicicleta" me ha llevado a pensar en la esencia del trabajo del actor y en su capacidad para mimetizarse bajo la piel del personaje. ¿Cuánto hay de personal en una interpretación y cuánto de técnica para dar vida a lo que dice un guión escrito?: esa es la cuestión. En su película, Philippe Le Guay nos presenta a dos actores que durante cinco días ensayan la obra "El misántropo" de Molière, a la espera de un compromiso para representarla. Serge se ha retirado a la isla de Ré después de un profundo desencanto del mundo del espectáculo y de una depresión. Gauthier es actor de éxito en televisión y llega para convencer a su viejo amigo de que vuelva, jugando con su orgullo y con ese gusanillo que nunca abandonar a quien ha subido al escenario. Por su parte, en la obra de Molière, Alceste encarna al hombre enfadado con el mundo y con los lobos que lo pueblan, frente a su amigo Filinto... que es también rival en amores. Ellos son el odio y el amor, el cinismo y el optimismo, el orgullo y la cordialidad.

La historia de Serge y Gauthier comienza con el rechazo del primero a volver al teatro, pero también con el juego de seducción del segundo para adular su ego al ofrecerle el goloso papel de Alceste... o alternarlo con el de Filinto, reservándose el otro para él. Pronto sale a la luz el alma orgullosa y narcisista de Serge, más preparado que Gauthier para dar vida a Alceste, quizá porque su carácter de ermitaño se parece más a dicho personaje que el de un actor popular y complaciente como es Gauthier. Se suceden los ensayos y será la aparición de Francesca la que perturbe a estos dos expertos de la simulación, para echar por tierra su pose y cuestionar su arte de la representación. Aunque ella les recrimina su actitud constante de mirarse el ombligo, su maldad a la hora de herirse con el dardo punzante de la palabra, su orgullo para imponerse y hacer valer siempre su posición... los dos sucumben a su frescura y a sus encantos, al vitalismo alegre con que canta "Il mondo" -parece que Francia pone el existencialismo, e Italia la alegría de vivir-, y ambos terminan por incorporar definitivamente a su vida la esencia de Alceste y Filinto... casi a partes iguales.

Hay un momento clave en la película, cuando Serge ridiculiza a Gauthier delante de Francesca -claramente ha comenzado la pelea de gallos-, con un comentario irónico sobre su interpretación en la serie de televisión que están viendo. La ira se adueña de Gauthier... que se levanta y se va, para en el próximo ensayo hacer su mejor papel como un Alceste enfadado y lleno de rencor. ¿Por qué ahora? Quizá porque se ha metido en su personaje y le ha comprendido, porque ahora habla de lo que hay en su corazón, porque ya no representa sino que vive el despecho. Pero entonces, ¿dónde está el arte de interpretar un papel que encarna sentimientos distintos a los del propio actor? ¿cuánto mérito tiene un trabajo en el que uno hace de sí mismo (esto podría aplicarse, en muchos casos, a los niños-actores)? ¿es necesario interiorizar al personaje y perder el auto-control? Nos estamos acercando a las teorías de la interpretación y a la capacidad para transformarse en el escenario -o en el plató- sin perder el dominio de uno mismo y de la situación... porque Serge y Gauthier claramente han perdido los papeles, y la vida se ha adueñado de la ficción.

Por otra parte, tenemos al espectador y lo que su imaginario ha construido al ver a tal actor sobre la pantalla o en el escenario. A veces, el personaje ha sido tan poderoso que ha sepultado al actor, que se ha convertido en símbolo de un carácter determinado: John Wayne, Humphrey Bogart, Katharine Hepburn, Audrey Hepburn... son iconos del valor, cinismo, independencia, elegancia, entre otras cosas. En la película que nos ocupa, me ha sucedido lo mismo con Fabrice Luchini y con Lambert Wilson: ha sido difícil en el primer caso quitarme de la cabeza su papel cómico en "Las aventuras amorosas de Molière" o en "Las chicas de la 6ª planta", y más aún en el segundo al recordar a Lambert Wilson como Christian en "De dioses y hombres" y verle tan alejado del prior del convento argelino y de su contención interpretativa... y eso, todo hay que decirlo, habla de su versatilidad como actor.
La mirada de Ulises
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10 de abril de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Son los actores unos ególatras? Ésa parece ser la principal pregunta que se hace el director y guionista Phillipe Le Guay en su última película, Moliere en bicicleta, que tiene como eje central la obra teatral El misántropo, del propio dramaturgo francés. El título de la película, por cierto, no coincide exactamente con el original, Alceste à bicyclette, el cual incide en el protagonista de la obra en lugar de su autor. Sin embargo, debido al escaso conocimiento que se tiene en nuestro país acerca de la mencionada obra teatral, daremos por bueno el cambio de título en este caso.

En cualquier caso, Moliere en bicicleta nos cuenta cómo Gauthier (caracterizado genialmente por Lambert Wilson), un actor muy reputado en Francia gracias a su papel en una famosa serie de televisión, quiere llevar a cabo una representación teatral de El misántropo. Con el objetivo de completar el reparto de la obra, Gauthier se dirige a la isla de Ré, donde vive desde hace tres años Serge (espléndido Lambert Wilson), un actor de categoría aunque ya retirado del mundo del espectáculo. El objetivo de Gauthier será convencer a Serge de que participe en su obra representando el papel de Filinto. Pero Serge no está nada convencido de participar en la obra y, de hacerlo, querría representar el papel protagonista de Alcestes.

Desde estas primeras escenas ya podemos adivinar el sentido último de la película: criticar la excesiva vanidad de los actores ya no sólo respecto de su trabajo, sino de su vida en general. El dueto protagonista Gauthier-Serge absorbe todo el poder de la obra y sólo cuando su relación empieza a perder peso a favor de diversas tramas paralelas, la película pierde fuelle. Efectivamente, tras una primera media hora bastante buena empiezan a aparecer personajes secundarios que arrastran a los protagonistas a una serie de subtramas a todas luces innecesarias. Moliere en bicicleta va cayendo en un terreno claro de indefinición, y lo que podría haber sido una grata sátira del mundo actoral va cayendo en el pozo de la comedia a la francesa con tintes dramáticos.

Da la sensación de que como crítica puede funcionar, ya que al fin y al cabo ambos personajes evolucionan bien (aunque quizá sobraba la escena final por poco creíble), pero como película se queda a medio camino. Pese a que algunos gags son acertados y necesarios, al final se abusa tanto de ellos que terminan pervirtiendo el significado original de la película. Parece que se quería tratar el tema con humor, una decisión loable si desde el primer minuto fuese así, pero en este caso se nos intenta vender desde el principio una cosa muy diferente a la que finalmente nos acabaremos encontrando.

Una cosa que es de agradecer en Moliere en bicicleta es la inexistencia de personajes buenos y malos. Todos tienen su lado bueno y su lado malo, incluso el engreído Gauthier logra transmitir empatía al espectador en algún momento de la película. Éste es un aspecto que no se suele tener en cuenta en el cine, pero que en muchas ocasiones resulta clave para identificarse con la obra y también para poder reflexionar sobre la misma después de su visionado.

Podemos decir que Moliere en bicicleta es otro buen intento de sacar los trapos sucios del gremio actoral en su propio territorio, pero que no tiene gancho ni da pie a ser recordada. Si a otras películas similares como Somewhere se las criticaba por resultar demasiado cargantes o tediosas, en este caso el defecto de la obra de Phillipe Le Guay es el contrario, ya que resulta demasiado distendida y poco justa consigo misma como para garantizar su pervivencia en la mente del espectador.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Kasanovic
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