Nos miran

Sí, “Los Otros”. Porque, curiosamente, éste iba a ser el título original de esta película. Hasta que el productor supo que Amenabar, contando con un presupuesto astronómico, estaba rodando una del mismo título, y, claro, prefirió no dar lugar a odiosas comparaciones. Y, sin embargo, mira tú por dónde, yo sí hago las mías. Y debo decir que a pesar de todos los peros y de su ritmo irregular, esta película me ha satisfecho bastante más que ese estereotipado, oscurísimo (¿el director de fotografía, era Stevie Wonder?) e infinitamente pretencioso criptoplagio a “El Sexto Sentido” al que ya me he referido.

En primer lugar, se agradece en esta película el ritmo narrativo: pausado y contemplativo. Quién busque aquí su ración de sustos facilones, avisado queda, se equivoca de película. Aquí, más bien, hay “cocción lenta”; “reposo y sedimentación”, como los mejores caldos requieren. Y es que el mayor cierto de la película, su punto fuerte, mucho más que en su nulo nivel de efectismo (afortunadamente) o en su irregular desarrollo, reside en su hilo argumental, que está construido con la suficiente inteligencia y sutileza como para situarse en la frontera de lo “verosímil” y dejarnos tras el visionado un montón de perturbadores pensamientos y la sensación de tener una mano fría sobre la espalda. Se trata, por tanto, de una película adulta, de la que harían bien en abstenerse quinceañeros o personal de edad mental equivalente –que, en caso de verla, nos dirán que es aburrida o que “no da miedo”- .

Así, el guión es capaz de combinar coherentemente los lugares comunes del género, dejándonos evidentes reminiscencias a películas como “El Resplandor”, con otros elementos menos trillados, como los “amigos imaginarios”. En ese sentido, y espero no estar haciendo un spoiler, la película, aunque menos ambiciosa y más contenida, me ha recordado poderosamente a la perturbadora “Kairo”, película del mismo año con la tiene no pocos elementos comunes. De hecho, y, volviendo a lo formal, toda la película destila, tanto por su ritmo como sus recursos visuales, un inequívoco (y bien bizarro, tratándose de un producto “Made in Spain”) sabor a Terror Japonés que hace recordar a los mejores ejemplos del subgénero, como la ya citada “Kairo” o la estupenda “Dark Water”. Además, y como guinda, la película nos deja un par de homenajes cinéfilos, como el guiño que se hace en cierto momento a “La Escalera de Jacob”.

Por supuesto, la película dista mucho de ser perfecta. Sus buenas ideas generales y un par de escenas brillantes quedan en parte arruinadas por un torpe y dubitativo ritmo narrativo, por su falta general de pulso, y por su incoherente y completamente fuera de lugar final, que trata, contra toda lógica interna, de poner un epílogo edulcorado a una historia que pedía exactamente lo contrario. Un pena.

El definitiva, una película interesante que deja el regusto amargo de imaginar lo que podía haber dado de sí en manos más competentes.

El guionista habitual de Álex de la Iglesia escribió el guión de la ópera prima de Norberto López Amado, adaptando la novela "Los otros" de Javier García Sánchez.
Indudablemente perjudicada por la proximidad temporal con la conocidísima y gran película de Aménabar, es un más que atractivo film de terror, centrado, desde una atmósfera sugerente y suferida (remite en cine a Tourneur, en la novela a Henry James), en el tema de los muertos desaparecidos y su etérea presencia entre nosotros, acrecentada por un pasado a ocultar y siniestro.
Lograda en su creación del ambiente, gracias a un ritmo pausado, envolvente y preciso, "Nos miran" vuelve a traer a colación el tema del terror, del misterio, del más allá al lado del más acá, entre la cotidianiedad y la normalidad más absoluta del policía Carmelo Gómez, el cual finalmente, y para saldar sus cuentas con su alma y conciencia, decide, como Alicia, cruzar al otro lado, al país de las maravillas, pero por extraordinarias, misteriosas y sombrías razones.
En fin, una buena película que demuestra el más que aceptable momento del cine español.

El cine español que tradicionalmente se ha caracterizado por comedias costumbristas, había olvidado, hasta hace poco tiempo que también había una producción paralela que podría adscribirse en el género del miedo o del terror. Parece que con el cambio de siglo, directores jóvenes están recuperando esta tradición que parecía relegada a películas de série Z.

El director Norberto Lopez Amado nos ofrece un inquietante film, que con una apariencia inicial de intriga, va derivando cada vez más hacia el suspense y el miedo. Juan (Carmelo Gómez), es un policia que recibe el encargo de encontrar a un empresario desaparecido. Durante su búsqueda se irá adentrando cada vez más en un mundo que de entrada se va insinuando pero que poco a poco cobra forma, alentado también por sus própios fantasmas del pasado.

Con una eficiente puesta en escena deliberadamente fría, y distante, y evitando el confundir al espectador sobre si lo que está pasando es producto de la imaginación del protagonista, cuenta, además con la ayuda de la solvente Iciar Bollaín y un breve pero inolvidable papel de Karra Elejalde. Películas como esta son las que han ido abonando el terreno hacia la recuperación de un género cercano al miedo que justamente en nuestros días parece en plena ebullición.

La intriga se la encuentro, porque bueno al principio uno no sabe bien por donde van a ir los tiros, pero el terror, no lo tiene por ninguna parte, de hecho llega un momento en que ya está todo hecho y visto y la historia no da para más y lo único que quieres es o dormirte o que se acabe ya. Una pena porque parecía que podía estar mejor.

Más fuerte.
Cuando estás en ese no sé qué el puro ay y ahí a ver qué pasa, todavía tiene un pase, cuando ya no, cuando está claro por donde va, ese terraplén o resbalón, desguace, ya no tiene ningún arreglo, ni el maestro armero, despeñaperros pa abajo, para salir corriendo, con el alma al cuello, una copia triste desnortada sin alma de películas muy malas, valga la insistencia, del género, late asalta a traición de hecho la risa como una emboscada inesperada, sin apenas ganas, es lo único que te queda o tienes ante tanto ridículo estropicio que nos la pegamos, incoherencias, insensateces y disparates argentinos.
Hasta los actores están mal de tan bien, es decir, ustedes me perdonen, al intentar dar desesperadamente caché, credibilidad o empaque a semejante barrabasada bastardo botarate.
Si ya es difícil manejarse relacionarse con los que están vivitos y coleando, como para añadir o liarte además con los no muertos del todo de la interfase entrevías en diferido, qué ganas de joder al personal, de marear al ciudadano, de aguarle arruinarle amargarle el puto fin de semana en la sierra al pobre pagano.
No tienen ni pa trenes, no les da el presupuesto, van en metro los de la santa compaña, en procesión almas errantes, los entes o espectros, ghost mío.
No se fueron a por tabaco, se los llevaron los otros, la coartada perfecta, no estaba muerto, estaba en la frontera, en el baciyelmo o azotea, ni siquiera de parranda.
Si te he visto, creo que me acuerdo pero no quiero.
A través del espejo yo te veo, qué feo.