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Kandahar

Drama Nafás (Nelofer Pazira) es una bella mujer afgana que, desde Canadá donde ahora vive, ha decidido emprender el largo viaje hasta Kandahar, para buscar a una hermana de la que ha sabido que ha intentado suicidarse. En el trayecto, Nafás tropezará con una serie de variopintos personajes... y nosotros presenciaremos la condición de la mujer en aquellas lejanas tierras signadas por la guerra. Película que refleja la situación de Afganistán ... [+]
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
5 de septiembre de 2005
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una mujer afgana que emigró a Canadá regresa a su país para evitar que su hermana se suicide.

En cuanto a la forma, todo está construido inteligentemente. Para conseguir un buen ritmo narrativo, de cuya "carencia" en el cine del Medio Oriente se quejan muchos, recurre a la voz en off cuando la protagonista se cubre con el burka. La fotografía y la música son muy buenas, lo que no es raro en este cine.

En cuanto al contenido, refleja los problemas del país: la opresión que sufren las mujeres, los miles de mutilados por las minas anti-persona, la inanición y las enfermedades... Lo que me ha llamado mucho la atención (para bien) es la picaresca de algunos personajes. El niño del principio y, sobre todo, el manco del final, me hacen bastante gracia. De todas formas, no quiero confusiones: es un drama.
jastarloa
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3 de marzo de 2007
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fechas antes del fatídico 11-S, Mohsen Makmalbaf presentaba en Cannes su película "Kandahar", título que responde a una de las ciudades más importantes del olvidado, empobrecido y desértico Afganistán, cuna del régimen talibán. Así que no cabe hablar de oportunismo en su director, sino en una visión casi profética de lo ocurrido posteriormente.
En "Kandahar" se cuenta la historia de una mujer periodista afgana (Pazina), que reside en Cánada y viaja hasta Irán para cruzar la frontera e ir hasta Kandahar e intentar allí salvar a su hermana, la cual la ha anunciado su inminente suicidio.
Es una película magnífica, que fue rodada clandestinamente (como no podía ser de otra manera) en Afganistán, de una hermosa fotografía y que desde la insoportable cárcel del burka femenino nos ofrece una amplísima, emocionante y esclarecedora mirada hacia este país sumido en un régimen salvaje, absurdo y depredador, un régimen inhumano y descerebrado en un fundamentalismo atroz y sin sentido que trata a las mujeres peor que a los alacranes, que hace una "selección" entre niños y niñas (y entre niños válidos y no válidos, de acuerdo a su sapiencia o no del Corán) para su educación (para las segundas directamente no existe), en un país con una medicina prehistórica, plagado de minas antipersonas que lo hacen un campo de exterminio constante y un surtidor de tullidos (magnífica y absolutamente sintomática la secuencia de los paracaídas que llevan enganchados piernas ortopédicas con las que abastecen al campamento médico ante la incontinente demanda). Casi un documental de la patria de Osama Ben Laden, un país irreconocible que produce tristeza a toneladas y que proyecta sobre este mundo tecnológico, globalizado, sofisticado e instalado en el pensamiento único capitalista, una mirada y un espejo que nos deja con el culo al aire. Y el culo tiene una fístula tan grande como la preponderante zoquetería de mister Bush, por ejemplo. Y además está infectada, muy infectada. Claro que no nos interesa hablar de medicinas.
kafka
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20 de septiembre de 2008
17 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mayoría de veces, cuando veo películas de oriente medio que hablan sobre su situación o nos empapan con sus conflictos, me cuesta bastante empatizar con todo aquello que exponen. Y es que son tantas las ocasiones en que nos han ofrecido noticias de ese tipo, son tantas las veces que hemos observado crudas imágenes provenientes de aquellos inhóspitos parajes, que al final ningún encontronazo parece lo suficientemente duro. Sin embargo, Makhmalbaf, con una sola secuencia, con un dechado de imágenes, ya ha dejado huella, ya ha logrado que un potente impacto asole la sala.

La pega, es que tras ese primer golpe, Makhmablaf parece tan empeñado en seguir consternando al espectador, que en menos de 20 minutos ya ha expuesto varias situaciones críticas que se viven en su país, saturando así al respetable y llegando a cruzar la línea que separa la denuncia de lo verdaderamente degradante, lacrimógeno y sensiblero. Porque no veo más funcionalidad que esa a intercalar planos de las caras de los niños que cruzan el desierto a riesgo de toparse con una mina.

Acto seguido, "Kandahar" parece elevar el vuelo, y en cuanto la joven protagonista inicia su particular viaje, todo resulta magnífico: Las secuencias donde presenta momentos como el del médico o el del campamento son brillantes, por dar esas citas introductorias a las situaciones que, a continuación, vivirá el personaje de Naghadar, los personajes que se añaden con cuentagotas al entramado se muestran palpables, la trama adquiere un nuevo cariz donde, con pericia, se mezcla la denuncia y la verdadera historia a contar, etc...

Tras ese espléndido pasaje, todo se vuelve a diluir debido a ciertas secuencias faltas de veracidad y, de nuevo, un uso degradante de ciertos temas para intentar, con sonrojo, tocar la fibra del espectador por enésima vez, cosa que no se debería consentir ya, y menos cuando los temas que se tratan son tan comprometidos. Que el tema ya se pasa de rosca, hombre.
Grandine
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6 de febrero de 2013
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy, al igual que ayer, hace un mes o 10 años, la realidad de Afganistán es bien conocida en Occidente a causa de las guerras que se libran incesantemente en su territorio, pero cuando Makhmalbaf decidió filmar Kandahar su propósito fue denunciar una situación social entonces casi ignorada. El prestigioso realizador iraní presentó su film en el último Festival de Cannes del pasado mes de mayo causando un fuerte impacto por su testimonio sobre la desesperante condición de mujeres y hombres que viven en un país desolado, acosado por la enfermedad, el hambre, la postergación de la mujer y las secuelas de su guerra con la Unión Soviética. Después de los hechos del 11 de septiembre, esta situación pasó al dominio de la opinión pública, pues la película tuvo el dudoso acierto de ser estrenada en una época en la que las tierras afganas estaban siendo atacadas por los Estados Unidos.

Esta película cuenta una historia real e íntima sobre Nafas, una periodista que hace 10 años emigró a Canadá, decide volver a su patria en busca de su hermana menor, que ha permanecido en la ciudad de Kandahar, lugar sagrado talibán. Desesperada por la condición dramática de la mujer –que en cada momento es identificada como una cárcel– la muchacha le ha anunciado su suicidio. Nafas entra a Afganistán desde Irán, pero el viaje en rescate de su hermana se convertirá en una ardua lucha. Ante la imposibilidad para una mujer de viajar sola por los caminos, y casi sin medios de transporte, deberá afrontar una y otra dificultad, supeditada a la voluntad y ayuda de los hombres, adultos y niños: deberá sobrellevar el desierto, los asaltos, la enfermedad, las patrullas de inspección y el hambre bajo el burka que la cubre completamente.

Como es habitual en el cine iraní, tomando como ejemplos las eminentes figuras de los directores Abbas Kiarostami y Majid Majidi, el cine de Makhmalbaf se mueve entre la ficción y el documental: la historia tiene un origen real, la actriz que interpreta a Nafas revive su propio pasado, pues ella se había acercado al director con su drama pidiéndole ayuda para llegar a Kandahar a salvar a una amiga desesperada. Ningún actor es profesional, motivo que da lugar a una mayor implicación del espectador con lo real. Sin embargo, la improvisación y la espontaneidad agregan una dosis extra de realidad fenomenológica y dramatismo.
Quienes hayan podido descubrir y visionar una película llamada El círculo, de Jafar Panahi, podrán caer en la cuenta de que el cine iraní siempre es sinónimo de compromiso, denuncia y grito reivindicativo que se confirma en Kandahar, aunque cinematográficamente este film no tiene los valores de aquél.

Hoy sabemos que la mujer afgana no puede mostrar su cuerpo ni su rostro en público, para salvaguardar su honor, y tampoco puede ir a la escuela. Pero no deja de asombrarnos la consulta al médico, quien ante una enfermedad no puede ver –mucho menos tocar- a la paciente, sino tan sólo preguntar los síntomas a un niño, que oficia de intérprete, para elaborar un diagnóstico. Resulta una mirada valiente, crítica y reveladora sobre los fundamentos en los que se ha convertido la mujer afgana cubierta por su burka, negras las viudas, multicolores las demás, como si el color pudiera paliar el ocultamiento. Resulta difícil a la mentalidad occidental aceptar que esas son pautas culturales válidas para todo un grupo étnico, pero Kandahar elige no profundizar en este sentido.

Makhmalbaf filma magistralmente esos inmensos espacios de la nada, y el movimiento de las masas que irrumpen en el vacío, en una película atemporal. Y también echa una mirada esteticista sobre lo que más lastima, pues el paisaje es la metafísica de la ruina: barrizales, chozas, boquetes, humaredas, harapos, grietas, flaqueza, árboles secos, cascotes y arena. Es particularmente patética –e impúdica- la escena en un campamento de la Cruz Roja, donde un enorme grupo de campesinos espera sobre sus muletas las piernas artificiales que reemplazarán las que han perdido al pisar alguna de los millones de minas que siembran todo el territorio, y exhiben sus mutilaciones. Y esa escena se complementa con la imagen de las piernas de plástico que, arrojadas desde un helicóptero, caen en paracaídas sobre la arena.
La música oriental, melancólica y sugerente, acentúa la desolación de cada evento, la traslación de esos multicolores grupos de mujeres anónimas por el desierto. Si bien, hace ya más de diez años, la CNN anunciaba que la realidad afgana mejoraría después de la guerra, no es éste el mensaje que transmite la película, que no alienta esperanzas para esas mujeres, presas eternamente en la cárcel de sus burkas.

Es por tanto una obra desgarradora y profunda, contada con la más valerosa de las miradas y enjundias, que supone un grito de guerra que lucha por los desfavorecidos y los miserables en un régimen político-religioso al que se ha permitido extremar su inherente machismo hasta un grado apoteósico.
Finalizo con la cita textual de la escritora islámica Ayaan Hirsi Ali que resume, de mejor modo alguno, la desgracia de nacer mujer en Irán: “la única esperanza verdadera para los musulmanes reside en que practiquen la autocrítica y que pongan a prueba los valores morales recogidos en el Corán, sólo así podrán romper la jaula en la que están encerradas sus mujeres, y por añadidura ellos mismos”.
Weis
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19 de agosto de 2009
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kandahar narra un viaje buscando una salvación. Es curioso que la película busque exactamente eso en el espectador, ya que estamos ante un viaje por la sociedad (si es que se puede llamar sociedad) afgana, una fiel recreación de cómo están las cosas por allá y sin duda alguna, un film que denuncia una situación insostenible y que va a necesitar de demasiados años para un cambio humano.
Por las deséticas arenas vemos desfilar picardía, pillería y egoismo, una deshumanización del ser humano que vemos a traves de una cámara que juega mucho con la emotividad del espectador, la cámara lenta y la música penetrante y turbadora en ocasiones, aunque un poco estereotipada.
El argumento no es una genialidad, más bien no existe un argumento aunque si que es verdad que la película es más lineal de lo habitual, no dejando lugar al enigma. Debemos tomar Kandahar como una película informativa, casi documental, y es por ello que como arte cinematográfico deja mucho que desear. La película no llega a estremecer, ni llega a despertar algo dentro del que la ve, tan solo expone una serie de cosas que no están bien, siendo ése el principal argumento de la película. De ahí que se nos muestre un final casi inconcluso, como si no importara lo que vaya a pasar.

Cerca del final es donde están las mejores escenas de la película. Ese sol enrejado por el burka se le quedará a más de uno grabado en la retina. Sin duda la película gana puntos cuando el viaje empieza, pero tiene un ritmo un tanto lento que se desmorona cuando se repite más de un recurso. Como documental o como fuente informativa está muy bien, pero como entretenimiento cinematográfico se queda a medio camino.
NeoJ
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