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Alias María

Drama. Bélico A través de los ojos de María, una niña guerrillera de 13 años de edad, veremos el desolador panorama del conflicto armado en Colombia. Una guerra peleada por niños. (FILMAFFINITY)
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
30 de octubre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera vez que se presentó en Colombia la nueva película de José Luis Rugeles, había gente de esa de bien que se salía abochornada del Teatro Heredia en Cartagena. Alias María dio apertura, por allá en marzo, al Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias 2015 y, según parece, hubo quienes, en una impresionante explosión de miopía, vieron en la película una apología a la guerrilla, según luego me informaron los rumores de la ventolera cartagenera (otras teorías afirman que el público abandonaba la sala solo porque la silletería en refinado ángulo recto, solo apto para espaldas de petimetres, del histórico teatro es insufrible para ver cine, pero quedémonos con la primera versión que la segunda no tiene sustancia).
Rugeles nos cuenta aquí la historia de María (Karen Torres), una culicagadita de trece años a quien los caminos de la vida han llevdo a formar parte de la guerra, como pasa por miles en Colombia (22.000 según algunos). A esta chiquilla se le encomienda la misión de llevar sano y salvo al bebé de su comandante fuera del campamento y dejarlo en manos de unos civiles que se harán cargo de él, porque, claro está, en el bárbaro universo de la guerra en el monte, engendrar vida está prohibido. Como dice paradójicamente el médico simpatizante del grupo revolucionario (Julio Pachón), “no vamos a llenar esta selva de niños”. Y la tarea le cala hondo a María porque, cómo no, está ocultamente embarazada.
Alias María no es una apología de nada más que del antibelicismo y el respeto por el derecho de los menores a no tener que hacer parte de la guerra. Eso sobra decirlo, pero por si acaso lo dejo anotado. Lo que sí es esta película es una obra con coraje. Rugeles se da el lujo aquí de ser un pionero en el sentido de que por primera vez en la historia de nuestra cinematografía aborda el conflicto bélico nacional atreviéndose a poner el punto de vista en un bando históricamente satanizado por el monodiscurso nacional. Y lo hace de una manera muy interesante porque los personajes de esta historia, los niños de la guerra (y sabemos bien que en nuestra guerra “triangular” los hay en más de una punta, por no decir que en las tres), son a los ojos del espectador, inevitablemente, víctimas. Eso sí, tengo que decirlo, me quedé yo con las ganas (por perversiones del gusto, quizá) de ver la otra cara de esas víctimas, pues a fin de cuentas, la guerra, incluso cuando toca a los niños, crea también victimarios, y la historia nos ha enseñado que un niño puede ser también un monstruo.
Obras como estas son las que tienen una capacidad profunda de inocular duda y crisis reflexiva. Cuando la vi la primera vez me hizo recordar aquella vez en que estando al otro lado del Atlántico un buen amigo conmemoraba alegremente una efeméride del EZLN mexicano. En ese momento caí por primera vez en cuenta de la manera eficaz y sistemática como me habían formado en Colombia para entender el conflicto armado de nuestro país de manera maniquea y sesgada, siempre con un único discurso oficial y taimado que nos priva de toda posibilidad de duda. Es en medio de ese discurso normativo en el que se nos ha enseñado que los guerrilleros son los antagonistas (los “malos” de nuestra película, como si la cosa fuera tan sencilla) en donde Rugeles se atreve a poner el punto de vista en ese actor del conflicto y hacer que el ejército y los paramilitares sean fuerzas enemigas peligrosas y fantasmales para los protagonistas. De los “patiamarados” de las fuerzas armadas legales nacionales solo tenemos noticia lejana y a los “paracos” los vemos pasar como a las langostas devoradoras, casi como monstruos de cuento que tranquilos después de una masacre cantan una canción infantil ominosa para imponerse como fuerza de terror frente a una María a punto de mearse en los pantalones.
En fin, Alias María demuestra la suficiente sensatez como para hacer ver que en últimas en esta historia no hay realmente bandos, solo unos pobres condenados a muerte, almas en pena que solo siguen órdenes como forma para malgastar el tiempo hasta morir, y lo hace con el realismo y la crudeza necesarios para que los mojigatos se molesten y huyan, pero a la vez con la suficiente sensibilidad para que sintamos una pena incómoda y culposa por lo que vemos y sabemos que sucede con tanta constancia y cercanía.
Ese solo ejercicio valiente de cruzar la línea “enemiga” para escudriñar una problemática como la del reclutamiento de menores y dar testimonio de otra cara de las numerosas que tiene el poliedro de nuestro conflicto nacional es de por sí mérito suficiente para que los espectadores acudan a ver esta película. Pero hay más que eso. También es de reseñar, por ejemplo, el hecho de que, a diferencia de lo que pasa en alguna reciente producción nacional sobre el conflicto armado y su violencia que prefiero no nombrar, en Alias María se evidencia un proceso de investigación e inmersión responsable para, aquí sí, dar una mirada novedosa y justa, cosa que se comprueba, además, al saber que detrás de este largometraje hay toda una iniciativa social de talleres actorales con niños en zonas del país con diferentes índices de riesgo.
Este largometraje se cimienta, pues, en la premisa de que “Ningún niño debería saber cómo luchar una guerra”.
Voy a ser franco: existe la posibilidad de que usted experimente con esta película una rara sensación de sospechosa monotonía en cierto punto, pero si se sobrepone a ella, se dará cuenta de que es una astuta trampa de Rugeles, quien reconstruye en su película un mundo de repetición infinita que se vuelve una cárcel agobiante. Imagínese usted por un segundo lo que debe ser vivir la vida entre cambuches en la selva, con el temor del plomo constante en la nuca. Intente ir más allá de eso y tome atenta nota de las bellas composiciones que recorren el largometraje de principio a fin.
Andrés Vélez Cuervo
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13 de marzo de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al hacer visible lo invisible. Y salvando las distancias, ¡por Dios! el filme del cineasta colombiano Rugeles, "Alías, María", que inauguró la versión número 55 del festival de cine de Cartagena de Indias; en su estructura como guión. Evoca el de "La reina de áfrica" (1951). En ambas estructuras, los personajes deben de "remontar" un peligroso camino.

Pero también, hablando de los tres actos del guión (de los cuales Robert Mckee nunca se cansa de enfatizar), si en el primer tercio la historia de José Luis Rugeles (dando un giro de ciento ochenta grados respecto a su excelente trabajo en "García") logra su cometido y su dramaturgia en cuanto a una guerrillera de alias, María. Todo marcha bien y parece interesarnos. No obstante, a partir de ahí,no pasa nada, y en el resto de los dos tercios, la historia y los personajes (la gran mayoría actores naturales de la región campesina colombiana) transitan un espacio, pero (metaforizando y parafraseando el asunto): "Remando el viento". Sin que esto sea peyorativo, en el filme español, los personajes protagonistas en esa evocación (lo de remar el viento), dan vida al monstruo de Frankenstein.

De manera que estamos ante una película colombiana sobre el conflicto armado. Lo interesante de esto, es que el cineasta, a veces con cámara en mano, no inclina la balanza a uno u otro lado del problema colombiano. Simplemente se remite a señalar, el por qué se huye a la vida (metaforizado en un bebé). Y es que huimos de la muerte, corriendo hacia ella.

Gonzalo Restrepo Sánchez.
Visite: www.elcinesinirmaslejos.com.co
gonzalo restrepo sanchez
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