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La última primavera

Drama La familia Gabarre-Mendoza celebra el cumpleaños de su nieto cuando una inspección policial interrumpe el festejo. En la Cañada Real, un barrio de chabolas a las afueras de Madrid, surgen tensiones entre las autoridades y los vecinos, ya que los terrenos han sido vendidos y las familias son obligadas a abandonar las casas que ellos mismos han construido. Mientras, la madre, Agustina, pasa de ser una mujer muy alegre a vivir atormentada ... [+]
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
2 de octubre de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Especie de documental dramatizado, coproducido entre España y Países Bajos (Holanda), que resulta algo raro de contemplar puesto que, a mi modo de ver, no convence ni en el apartado de documental ni en el de ficción.
Se puede ver tranquilamente pues el metraje es corto, no llega a ochenta minutos y no se puede decir que aburra, tan sólo, en ocasiones, todo se ve como quien oye llover, pues no emociona ni se logra empatizar con los personajes.
Isabel Lamperti, eso sí, dirige de forma honesta y digna y nos introduce en un mundo desconocido por los payos, mostrando a seres humanos que deben luchar diariamente y en todo momento para subsistir y lograr sacar adelante a sus familias.
Todo ello con un buen montaje y unas interpretaciones de acuerdo a intérpretes no profesionales) que hace se vea con distanciamiento y a veces cierta desgana, pero que no debe dejarse de lado desde el punto de vista socio-económico.

https://filmsencajatonta.blogspot.com/
Baraka1958
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6 de noviembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Casi al límite con el nuevo confinamiento (perdón, “encierro inteligente” como lo llaman los holandeses) pudimos asistir a la presentación en Kriterion de La última primavera con la presencia de su directora: Isabel Landuri. Criada en Alemania e hija de padre español y madre holandesa, el bagaje personal de la directora ha permitido un proyecto transnacional como es esta ficción con empaque de documental que es La última primavera: producción holandesa rodada en la Cañada Real de Madrid. Si os digo la verdad, me hice un poco una trampa a mí mismo al no saber que no se trataba de un documental de antemano. Aunque creo que ese desconocimiento jugó en favor de mi opinión sobre la película y pone de manifiesto que la naturalidad con que se suceden las situaciones no tiene mucho que envidiar a un documental.

El juego de representación que propone Isabel Landuri es atractivo. Las personas reales que vivieron esa historia, contándola a través de la ficción e interpretándose a sí mismas. Para los que somos españoles, estamos (o estábamos) acostumbrados a una representación de los medios de la Cañada Real en que solo se resaltaban sus altas tasas de delincuencia y su ambiente marginal. Representación, por cierto, que se extiende al pueblo gitano en general, sin muchos matices. Es ahí precisamente donde resulta tan interesante que una directora extranjera nos ofrezca su visión, más limpia y desprejuiciada, sobre el modo de vida de esta familia.

Gran parte del interés de La última primavera reside precisamente en la simplicidad de su puesta en escena. No debería de ser tan inusual ver a personas de etnia gitana trabajando o formándose para labrarse un futuro y, sin embargo, estas son imágenes de las que se nos priva de manera habitual en los medios de comunicación. También es enriquecedor ver el trabajo que realizan las trabajadoras sociales sobre el terreno y cómo se relacionan con los habitantes del lugar. Isabel Lanburi no “blanquea” la realidad, sino que al menos se esfuerza por mostrarla de la manera más completa posible y sin tendencias amarillistas.

Y si ponemos la lupa aún más cerca y sin centrarnos en los grandes temas del film, donde yo creo que Lanburi realmente triunfa es en esas distancias cortas. Esos planos detalle de la familia, esos momentos de intimidad emocionantes, ese retrato de la pérdida del hogar, esa impotencia ante una burocracia en que las personas importan poco… La última primavera es una película pequeña pero cuyo trabajo de cámara y representación la engrandecen hasta alcanzar un puñado de momentos de gran cine. Y eso, tal y como está el cine este 2020, ya hace que valga la pena ponerse la mascarilla y lanzarse a las salas.

Si te ha gustado esta crítica, puedes encontrar más en www.eldesencanto.com
loquearde
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5 de abril de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Isabel Lamberti nos presenta su opera prima, anteriormente había dirigido varios cortometrajes y una serie de televisión. La película no se podría haber hecho si no llega gracias al Zinemaldia, que actuó como padrino de la cinta. Ya en 2015 gano el Torino Award de la Sección Nest con el cortometraje "Volando voy". La película fue englobada dentro de la Sección Nuevos directores en la última edición del Festival de Cine de San Sebastián y obtuvo el premio a la Mejor Película.

La película tiene mucho que ver con aquel cortometraje, ya que en año 2014 la directora se puso en contacto con la familia Gabarre-Mendoza a través de la Fundación Secretariado Gitano que le ayudo a buscar a jóvenes para aquel corto. A partir de ese momento se formó un vínculo muy especial entre ambos y a partir de ahí surgió la película.

La trama nos lleva unos días antes a que se produzca el derribo de la casa en donde vive la familia, en la Cañada Real de Madrid. Desde la escena inicial nos va mostrando la intimidad de una familia que se enfrenta a las dificultades burocráticas de un sistema que les es impuesto y nos retrata que los sistemas alternativos no tienen cabida para otros modos de vida.

Siempre hemos visto la Cañada real como un sitio malo, desagradable, donde el mundo de la droga esta presenta a diario, pero también tiene otros aspectos muy positivos, como la calidad entre las familias vecinas, que se cuidan entre sí y dependen las unas de las otras, ya que se conocen muy bien y pasan todo el día en la calle. El ambiente no es que sea muy bello, pero ellos están muy a gusto.

El aspecto fundamental que hace que la película funcione es el uso de la cámara por parte de la directora, en todo momento está encima de los personajes. Usa unos colores con tonalidades grises, para darle más veracidad a lo que estamos viendo. Aunque durante todo su visionado nos da la impresión que estamos viendo un documental, la cinta tiene su propio guion. El final es bastante abierto, está claro que estamos ante un tema muy complejo, pero en ningún momento Lamberti hace ningún juicio de valor, simplemente se empeña en mostrarnos la realidad.

Lo mejor: La Veracidad que transmite
Lo peor: Debería haber mostrado un poco más la verdadera realidad de la Cañada Real.

Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net
LASO83
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5 de noviembre de 2020
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
*El perpetuo cambio

La periferia de Madrid se convierte en el escenario principal de La última primavera. De esta manera, Isabel Lamberti y Lenina Ungari se introducen en la vida de una familia asentada en las chabolas de la Cañada Real. Sin tapujos y sin lo políticamente correcto, muestran las vidas de las familias que allí viven y cómo es su día a día. Así, el espectador observa con familiaridad y cercanía las raíces que echan en aquellos parajes que, para una parte de la población, son un “peligro”. Gracias a ese punto de vista, que, incluso, se menciona en la película, se busca entender los sentimientos que afloran en el significado de hogar y la unión que les otorga la comunidad que forman. Tampoco hay una intención de endiosar, ni de criticar, su modo de vida, dando unas pinceladas de lo que hay detrás de ese carácter urbano.

No hace falta decir que la propia experiencia es la que crea el camino a seguir. Sin embargo, el relato no busca una gran profundidad en su contenido. Al contrario, es una carta de presentación de unas formas de vivir distintos, que se dividen en vidas paralelas. El punto de unión es la familia Gabarre Mendoza, cada miembro vive su propia ilusión. Con lo cual, se tocan temas como la maternidad, la vida laboral, la búsqueda de empezar una nueva etapa y, como no, la pérdida emocional que se sufraga en sus carnes. Por ende, el público logra conectar con las sensaciones que se producen, aunque puede echar en falta haber ido más allá y no quedarse en la corteza. Aun así, sigue siendo una visión interesante, una perspectiva agradable y totalmente accesible.

*La propia experiencia

La familia Gabarre Mendoza es interpretada por ellos mismos, pero siguiendo unas pautas de realidad ficcionada, que siempre es curioso de ver. En primer lugar, David Gabarre Jiménez es el patriarca de esta unidad familiar. Desde el principio tiene una energía muy particular, que se combina con una naturalidad ante la cámara certera. Sabe dar verosimilitud a su interpretación, con matices sutiles que hacen más atractivo su papel al fijarse en los detalles. Lo mismo sucede con Agustina Mendoza, la matriarca, la cual se añade una ternura maternal muy inocente. Por tanto, da luz y contrasta con una alegría sugestiva, que le deja explotar el mar interior que aflora en la situación que desemboca el film. Entre los dos, ofrecen un retrato de una pareja que su unión en la vida real, se lleva perfectamente a la cinta.

El elenco juvenil tampoco se queda atrás. El hijo mayor, David Gabarre Mendoza, tiene esa visceralidad más física, que le da un poderío de raza. Su presencia no necesita de diálogos para llamar la atención. Además, su función en el film llega en las dosis necesarias, dado que toda esa fuerza debe controlarse para no resultar apabullante. Luego, Alejandro Gabarre Mendoza, el hijo menor, es una de las principales columnas vertebrales interpretativas. Por lo cual, logra dar ese efecto cautivador, con vigorosidad, soportando el peso dramático. No obstante, hay momentos donde se percibe que está interpretando ante la cámara y no fluye orgánicamente como en otras secuencias. Por último, María Duro Rego realiza un trabajo interpretativo sin aditivos, rompiéndose en momentos donde se necesita ese desahogo anímico. En resumen, el reparto traslada a la perfección sus vivencias reales a La última primavera.

*Canto a la verdad

Basarse en unas experiencias reales y en unas vivencias no abordadas desde la ficción no es una misión tan fácil. Mientras que se busca ese efecto visual más descarnado, también se desea poder impregnar la composición artística con un sello propio. Isabel Lamberti sabe llegar a esa intimidad personal, gracias a una fotografía muy entrañable de mano de Jeroen Kiers. Como resultado, da ese efecto de documental, pero sin caer ni distanciarse de lo que es, una película de ficción. Por consiguiente, mantiene unos encuadres que se acercan al lenguaje cinematográfico, pero ilustran perfectamente los escenarios que se quieren mostrar. Ahí es donde entra la dirección artística, que presenta la realidad de las chabolas, como pudiera ocurrir actualmente en un barrio de la misma índole. Es más, el impacto de la imagen sucede más por la interacción con el espacio, que por cómo está construido.

La representación que se da es de una situación familiar humilde, pero no hace uso de ella para causar sensación y dureza a la imagen. Al contrario, a través de esa humildad, consigue plasmar la identidad plástica que se busca. Ese carácter se mueve en un estilo sencillo, más hogareño, abriendo esos lugares para hacer sentir bienvenido al espectador que los está viendo. De igual forma, también sabe construir los parajes más oscuros, donde las sombras y los grises conforman las tonalidades predominantes de estas secuencias. Luego, el montaje sigue un ritmo ligero, sin grandes sobresaltos, pero con suficientes picos de atención, que enganchan al espectador. Por último, destacar secuencias como el de la destrucción de una de las casas y el final, ambas sin necesidad de palabras expresan y encumbran el mensaje que hay detrás de La última primavera.

*Conclusión

La última primavera es un relato muy humano, que se nota que bebe de una realidad ficcionada interesante. No busca ni el dramatismo, ni la reivindicación, sino hablar de un modo de vida y presentarlo al gran público. Por lo que, no profundiza en ello, aunque a veces se echa en falta. Asimismo, la propia familia Gabarre Mendoza se interpreta a sí misma, realizando unas interpretaciones eficaces, veraces y con una sensibilidad sorprendente. Cada uno aporta su sello único. Por otro lado, la composición visual es singular, llevándolo a una estrategia más urbana y sencilla, con los puntos de emoción suficientes para atraer al público. Los recuerdos de una vida en pleno cambio, donde las raíces y sensaciones son su propio vehículo de expresión.

Escrito por Diego Da Costa
Cinemagavia
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14 de diciembre de 2021
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Cuando hablamos de asentamientos chabolistas allá donde existieren, los medios van desde la derivada del estudio sociológico de su causas al tratamiento de marginalidad y foco de delincuencia entre sus moradores. Y nos olvidamos de los seres humanos que viven, sufren, padecen, se quieren y tienen sueños y esperanzas como cualquier hijo de vecino.

La directora holandesa Isabel Lamberti (1987) que creció entre España y Los Paises Bajos, nacida en Alemania ha vuelto a encontrarse en la ficción (en la realidad seguian en contacto) después de 5 años con la familia Gabarre Mendoza. Con dos de sus hijos realizó en 2015 el cortometraje "Volando voy" y ahora a tenor de los desahucios en la Cañada Real donde vivia la familia Lamberti los acompaña en el proceso en un docudrama donde la familia se interpreta a si misma dejando hueco a la ficción narrativa para componer una cata humana y emotiva de sus integrantes.

Desde su mirada personal y subjetiva, sin juicios de valor y sin profundizar en los cómos y porqués la vida se abre camino en imágenes naturalistas y nos ayuda a acercarnos y comprender mejor a estás gentes que les tocó la peor parte en el reparto de un pastel ya de por sí escaso.

cineziete.wordpress.com
ELZIETE
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