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La batalla de los sexos

Drama. Comedia Crónica de la rivalidad existente entre el ex-tenista profesional, de 55 años, Bobby Riggs, y su oponente de 29 años de edad, la carismática tenista Billie Jean King, quienes se enfrentaron en un partido legendario en 1973. Se quería entonces conocer si una tenista profesional femenina podía realmente vencer a un hombre (aunque fuera ex-profesional), un evento que atrajo a más de 50 millones de estadounidenses y que se publicitó como ... [+]
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Críticas 47
Críticas ordenadas por utilidad
3 de noviembre de 2017
248 de 451 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como mujer me avergüenzo de cómo llevamos años asistiendo a una manipulación masiva por parte de medios de comunicación, instituciones, políticos, para convencernos de lo maravillosas que somos todas las mujeres y de la cantidad de problemas que crean los hombres en el mundo (creo en la verdadera igualdad, no en lo que defienden la mayoría de "feministas" que conozco) . Sé que esta película no es tan misándrica como el discurso de Barbijaputa (solo la conocemos los españoles, los latinoamericanos mejor que ni la leáis), pero el discurso subyacente viene a ser el mismo.

Soy mujer y no necesito que me digan que soy igual a cualquier hombre para sentirme "empoderada". No, no somos iguales, debemos tener los mismos derechos pero biológicamente somos distintos.

Y ahora hablo como entrenadora de tenis en Alicante. Ninguna, repito, NINGUNA mujer tendría nada que hacer en el circuito de la ATP. Este panfleto pretende convencernos de que sí, de que una mujer podría vencer a cualquier hombre, y omiten que Billie Jean King es una de las mejores tenistas de la historia, tenía 29 años en el momento del partido y era la número 1 del mundo, y Bobby Riggs tenía 56 años, fumaba como un carretero Y ENCIMA SE DEJÓ GANAR, como reconoció la propia King indirectamente en varias entrevistas años después. Por cierto, ella SÍ podía utilizar el pasillo de dobles mientras que él NO. Realmente, si os ponéis a pensar...el partido es más una humillación para las mujeres que una muestra de lo que valemos. No necesito que me den mil ayudas para demostrarme que yo también valgo. Sé que valgo, pero también soy consciente de que tengo las de perder si me enfrento a un hombre, tanto en un partido de tenis, como en una pelea de boxeo. Y no pasa nada por reconocerlo. BASTA YA DE COMPLEJOS.

Fue todo un show mediático para g. Me alegra que le diese popularidad al tenis femenino, pero basta ya de colar el discurso en todas las series y películas desde la judiada de Hollywood. Me recuerdan a Inditex sacando camisetas de "I'm a feminist", o "girl power". Patético cómo el capitalismo frivoliza con la causa.

Confío en que algún día se hará una buena película de tenis, entre la decepción del McEnroe vs Borg y esto...
Morenikah
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29 de noviembre de 2017
48 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
La actualidad informativa provoca a veces interferencias como zancadillas de elefante en cualquier ámbito de la vida, desde la conversación de cada día durante el café mañanero hasta el argumento de la ficción que utilizamos para evadirnos precisamente de dicha realidad.

Espero que esos sucesos execrables y comprensiblemente acaparadores de portadas y titulares (manadas de cafres miserables, matarifes de cuarto de estar, parricidas de aliento etílico y corazón podrido…) no lleguen a enturbiar la interpretación o las ganas de ver una película como "La batalla de los sexos", que es, al fin y al cabo, una comedia.

Los famosos directores de la divertida y aspirante a clásico "Pequeña Miss Sunshine" (2006) reproducen esta vez el desafío que el tenista retirado Bobby Riggs le lanzó a la por entonces candidata a número uno Billie Jean King, materializado en un partido celebrado en 1973 y que pasaría a la historia por su simbolismo social más que por su naturaleza deportiva. ¿Podía una tenista vencer a un tenista, aunque fuera ya un jubilado como Riggs?

El planteamiento de la apuesta es ya en sí mismo discutible y en buena medida ofensivo, pero después de ver al tal Riggs escupir joyas dialécticas como “A mí me encantan las mujeres… en la cocina y en la cama”, no hace falta mucho esfuerzo para convertirse en hooligan del bando contrario y contar los días, las horas y los minutos para que empiece el partido.

Es verdad que la película ilustra el asunto con más elegancia que vitriolo, pero eso tampoco es sinónimo de frivolidad, y menos aún de insensibilidad. Como comedia no termina de estallar, y tampoco quiere cargar demasiado el saco del drama, pero la historia, aparte de verídica (que con eso ya gana predisposición) es tan pintoresca y aplicable a la actualidad que no solo se deja ver, sino que casi te obliga a que la veas y la digieras.

Una digestión que, por ejemplo, nos debería recordar que mantener una rivalidad fortalece al que discrimina más que al que pelea por sus derechos. El propio concepto de batalla de sexos viene de algún modo a dar la razón al que sostiene que ambos géneros son opuestos y están por tanto abocados al enfrentamiento. La clave de todo está quizá en una frase que dice Billie Jean King tras una pregunta de la prensa: “No queremos ser mejores, solo pedimos respeto”.

Me temo que se nos ha olvidado que esa es o debería ser la base del feminismo. Que no es el lado opuesto del machismo, sino su vacuna. El feminismo no es reclamar que las mujeres son superiores a los hombres (eso sería replicarlo, no combatirlo), sino exigir la igualdad de oportunidades, de derechos, de sueldos, de trato personal, de consideración general.
Tampoco está mal recordar que el machismo no solo lo ejercen y fomentan los hombres, y que quizá el hueso más duro de roer en esta merienda de fieras es el de las mujeres que prolongan los tics y comportamientos que por otro lado se quieren eliminar (hay un personaje que lo representa en la película, y creo que es también un acierto).

Rebelarse ante atrocidades como la de la manada de San Fermín no es competencia exclusiva del feminismo; es justicia, nos compete a todos, hombres y mujeres. Mientras tanto, tenemos derecho a distraernos con obras como esta, tal vez no muy brillante, pero sí entretenida y equilibrada, que ya quisieran muchos.
Más información en http://ambigugarcia.blogspot.com.es
Nacho Ambigú García
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6 de noviembre de 2017
55 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Danny Boyle en principio iba a encargarse de dirigir la película, pero se embarcó en “Trainspotting 2” y solo quedo como productor, algo que no ocurría desde el 2007 cuando le produjo a Fresnadillo “28 semanas después”. Está escrita por Simon Beaufoy colaborador habitual de Boyle ( The Full Monty, Slumdog Millionaire ) . Entonces se eligió para dirigir al matrimonio Jonathan Dayton y Valerie Faris realizadores de las geniales “Pequeña miss Sunshine” y “Ruby Sparks”.

Para interpretar a la carismática protagonista el papel de Billie Jean King estuvo entre Brie Larson y Emma Stone, quedando esta última ganadora, una maravillosa actriz que ilumina todo lo que hace. Steve Carell que ya trabajó en Miss Sunshine con los directores interpreta a Bobby Riggs un tenista acabado, fanfarrón y apostador que organizara todo el evento para intentar reírse del sexo opuesto. También aparece Andrea Riseborough, Alan Cummings, Bill Pullman y a Elizabeth Shue que la echabamos mucho de menos.

La ambientación es espectacular trasladandonos a los años 70 con una perfección absoluta, la fotografía de Linus Sandgren (La la Land, Joy) filmada en 35 mm con un grano característico de la época queda genial, aunque hay tomas con cámara al hombro que quedan un poco deslucidas. También destacaría una magnífica banda sonora de Nicholas Britell ( Whiplash, Moonlight, 12 años de esclavitud).

El personaje de Carell se limita a ser un portavoz- payaso de una sociedad y deporte con una vieja escuela de tradiciones machistas y la Stone es una chica adelantada a su tiempo que solo pretende igualar la balanza demostrando mucho valor.

Una película tremendamente entretenida que no aburre para nada con el deporte del tenis, ya que se centra en otras cuestiones mucho más importantes como la igualdad y la liberación de las mujeres. Y aunque puede pecar de peli feminista yo no la vi asi en ningun momento.

Destino arrakis.com
videorecord
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28 de enero de 2018
41 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
La batalla de los sexos (Jonathan Dayton, Valerie Faris, 2017) nos cuenta los entresijos del mítico partido de tenis que enfrentó en 1973 al ex-tenista de 55 años, Bobby Riggs, y a la número uno mundial, Billie Jean King, en un partido que se denominó como la batalla de los sexos. Sin duda el título de la cinta es adecuado, ya que desde el inicio Dayton y Faris resaltan la necesidad de denunciar la injusta desigualdad existente entre hombres y mujeres, en este caso tenistas. Haciendo un inciso es importante y triste resaltar que desgraciadamente las cosas siguen siendo poco justas y aunque en el campo tenístico los premios se han ido equiparando entre hombres y mujeres, hay muchísimas profesiones en las que la desigualdad sigue siendo escandalosa. De hecho fijándose en la protagonista de esta historia, Emma Stone (ganadora del Óscar por La la land en 2017), es la actriz mejor pagada del mundo en 2017, con 26 millones de dólares, frente al actor mejor pagado que es Mark Wahlberg, con 68 millones. Una desigualdad que parece que ocurre hasta entre las mujeres más exitosas y envidiadas del planeta. Pero volviendo a la película, como decía, la denuncia de la poca equidad entre hombres y mujeres es un tema vertebrador que se refleja desde los primeros planos de Billie Jean (Emma Stone), en los que denuncia ante uno de los jefazos, de la ATP, el abuso sufrido por las tenistas, que ganan ocho veces menos que sus compañeros en un torneo tan importante como el US Open. Una secuencia muy elocuente, que al mismo tiempo que sienta las bases del tema principal de la película (el machismo), con ese rancio salón, solo para hombres, en el que todos los buitres trajeados esperan a las dos jóvenes “señoritas”, deja ver también, muy claramente, el carácter combativo y valiente que va a llevar a cabo Billie durante toda la trama.
Porque Billie Jean liderará los intentos de liberación de la mujer, desde la bondad y el desconocimiento, de aquel que hace algo sin dobleces y guiado exclusivamente por sus emociones. Billie es una chica de veintinueve años, casada felizmente con su novio de toda la vida, que gracias al tenis logra salir de la pobreza y de paso sentirse mejor consigo mismo. Una chica, totalmente, autosuficiente, que está casada pero no por ello se siente prisionera y que contrasta con la situación de Margaret Court (la que puede ser la mala de la función), una madre que juega al tenis y una mujer retratada siguiendo todos los tópicos de la abnegada madre y esposa. Dos mujeres muy diferentes y enfrentadas, pero que comparten la pasión por el tenis. En el caso de Billie, para ella el tenis es su vida y es lo que le conecta con el mundo, pero en un momento casual, toda su ordenada vida va a sufrir un vuelco. Billie conocerá a Marilyn, una peluquera con vocación de coach, y a sus casi treinta años Billie saldrá del armario, en la todavía misógina sociedad de 1973. Una actitud, tremendamente, valiente, que la película no deja en un segundo plano, sino que retrata con naturalidad y ternura.
En toda esta reseña, puede parecer que me he olvidado del antagonista, Bobby Riggs, pero es que realmente es un personaje tan vacío, caricaturesco, ridículo, machista, adicto y frustrado, que no da para mucho comentario. Ni siquiera es un hombre consecuente con sus rancios principios y vive lujosamente, mantenido por su mujer. Una mujer que en la parte final de la película decide separarse de él, ante su reincidencia en el juego y que, llamativamente, vuelve con él, tras su humillante derrota frente a Billie y a medio país. No se entiende muy bien esta decisión (aunque nadie es quién para juzgarla), pero después del visionado de la película uno puede intentar empatizar con este Bobby Riggs fracasado y con escasas luces, que solamente destaca a través del juego, y comprender los sentimientos de esta mujer, ante un hombre que, según ella, le hace reír como nadie lo había hecho.
Desde luego, Bobby no puede ser un personaje situado más a las antípodas de Billie y es por ello que la estructura utilizada en la película, que puede definirse como paralela, resulta tan efectiva. Los dos son emparejados desde el principio por la cámara, como si el destino se hubiera encargado de juntarles. Por un lado, Bobby desde el encierro de uno de los despachos, de un gran edificio, en forma de colmena y por el otro, Billie con sus triunfos frente al televisor de Bobby y con sus reivindicaciones en defensa de los derechos de las mujeres.
Una película americana de superación y buenas intenciones, que transciende y provoca una reflexión final, además de descubrir una historia que muchos no conocíamos.
Más en planoamericano.wordpress.com
Laura
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8 de noviembre de 2017
40 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marcó un antes y un después. El partido que enfrentó a Bobby Riggs y Billie Jean King en 1973 golpeó el orgullo de aquellos que manifestaban impunemente su machismo y cambió las reglas de juego en el mundo del tenis. Pero sólo sobre la pista. Más de 40 años después, la brecha entre hombres y mujeres sigue intacta y las manifestaciones contra las capacidades físicas e intelectuales de la mujer se amagan de forma sutil, tras el escudo de la corrección política. En plena denuncia global del acoso sexual en la industria de Hollywood, llega La batalla de los sexos, para recordarnos que la contienda sigue lejos de estar resuelta.

No es su principal cometido, la reivindicación, pero sí su primer efecto. Más allá de grandilocuentes discursos, el matrimonio formado por Jonathan Dayton y Valerie Faris opta por un tono amable, de costumbrismo cómico, muy parecido al que lograron once años atrás con Pequeña Miss Sunshine. Son expertos en recrear relaciones de grupo, en transmitir la atmósfera de compañerismo que sólo consigue un objetivo común. Y si en aquella ocasión era la obsesión de una aspirante a lolita por participar en un certamen de belleza, esta vez lo que está en juego es la dignidad de todas las mujeres. Objetivos diametralmente opuestos pero con semejante tratamiento.

De ahí que los que esperaban un carácter marcadamente de denuncia quizá se sientan un poco decepcionados por el retrato caricaturesco de algunos de sus personajes. Es el caso del propio Bobby Riggs, que en la piel de Steve Carell puede parecer esperpéntico pero que, vistas las imágenes reales del tenista, resulta de lo más acertado. Lo más parecido al binomio Alec Baldwin-Donald Trump, una conjunción de realidad y ficción difícil de diferenciar. En el lado opuesto, pero igualmente efectiva, encontramos la interpretación de Emma Stone, mucho más comedida, variopinta y rica en matices de lo que nos tiene acostumbrados. Con Billie Jean King, y tras Birdman y La, la, land, la actriz se sitúa en el punto más álgido de su carrera.

Sin una voluntad reivindicativa claramente marcada, La batalla de los sexos tampoco juega la baza que emplean las películas de deportes con un componente de superación. Que nadie espere una especie de Rush sobre hierba con apoteósico duelo final. La inevitable emoción del desenlace viene más marcada por su simbolismo. Una primera y sonora batalla conquistada que el personaje gay de Alan Cumming se encarga de matizar. Quedan muchas otras luchas por las que batallar.
polvidal
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