Seis caballos negros

Un western pequeño, de serie B, sobrio y sin muchas aspiraciones cuyo guion, a cargo de Burt Kennedy, habitual de este género, consigue que la historia que cuenta se siga con interés sin desfallecer en ningún momento, logrando aglutinar muchos de los temas propios del western, concepto de la justicia, venganza, amistad, traición, lealtad y rivalidad, luchas con los indios...de una forma ciertamente interesante y con un punto de originalidad ya que, inteligentemente, el guionista entronca esta historia con un tema que bien podría darse en el género negro ( spoiler), con lo que, a falta de otros medios más espectaculares y con la, casi, exclusiva participación de los tres intérpretes principales, sostiene el interés e intriga del espectador hasta su resolución final.

Un muchacho ( Audie Murphy) camina por el desierto con su silla de montar. Ha perdido su caballo y, por eso, cuando se tope con una reata de seis caballos que parecen cabalgar libres en el desierto, se apropiará de uno de ellos con lo que será acusado de cuatrero y a punto de ser linchado. Dan Duryea le salvará de la horca iniciándose así una sólida amistad. En el siguiente pueblo que recalen demostrarán sus habilidades con las armas al ser tiroteados por dos desconocidos que les granjeará una insólita propuesta de una bella mujer desconocida ( Joan O´Brian), que no podrán rechazar.

Dan Duryea en su madurez, hace un papel un poco diferente al que nos tiene acostumbrados. Aunque no sabemos nada de él, la generosidad y alto concepto de la justicia que demuestra al salvar al muchacho-" La horca no es mi idea de Justicia", hace que se gane nuestra confianza en primera instancia.
Audie Murphy presenta menos matices. Joven, idealista y recto. Cumple su papel.
Joan O´Brien es la misteriosa mujer. Además de su belleza, aporta un sesgo muy interesante a este film.
Algunos encontronazos con los indios que no dejan de tener su aquel y ciertas escenas de tiroteos completan el entretenimiento que, en mi opinión, está muy bien llevado.

Me encanta el cine del oeste. Cada vez me resulta más difícil descubrir un nuevo western y que me guste tanto como éste. Pienso que de no ser por el sosete de Audie Murphy sería un clásico instantáneo, no obstante muy buen y entretenido western, con buen guión, bonita música y fotografía y con el simpre eficaz Duryea que se come al protagonista.
Sobre Audie Murphy creo que era un muy mal actor, aunque si que me gustó en "Los que no perdonan", eso sí tenía un papel secundario y además no hacía de santurrón (en esta película de bueno que es parece tonto).
Aún asi repito que la peli está genial, os la recomiendo.

La acción transcurre en su primera parte en un lugar llamado Perdido, y perdidos andamos los espectadores con los vaivenes de un guión bastante inverosímil. Desde el casi ahorcamiento de Ben Lane (Murphy) en la lanza de un carromato (no había ni un mal árbol en las inmediaciones), salvado in extremis por un desconocido, Frank Jesse (Duryea), sin duda lo mejor del reparto, hasta el estrambótico viaje que ambos emprenden con la guapa y enigmática Kelly (O'Brien).
Lo demás son tiroteos con bandidos varios, ataques de indios coyoteros escasamente acertados y una interesante escena de salón con rasgueos de guitarra y sones hispanos. Lo más interesante resulta el duelo interpretativo entre Jesse y Kelly, pistolero y antigua dama de saloon cuyo pasado tratan ambos de enterrar. En medio un buenazo y algo simple Lane.
Para nosotros esta introspección en la personalidad de los personajes, bastante característico de las obras de Keller, de es lo que salva un poco la cinta que, por lo demás, es una sucesión de aventurillas cogidas con alfileres. La música, atosigante por momentos, abusa de los tonos melodramáticos.
El título de la película hace alusión al deseo de Jesse de ser enterrado con todo boato, nada menos que con seis caballos negros tirando de un lujoso coche fúnebre y con un féretro de madera de álamo. Y se cumple su voluntad, contrastando este boato con otro entierro que contemplamos al comienzo de dos pistoleros cuyas cajas, lisas con una ramitas de pino esparcidas por encima, transporta una simple carreta descubierta. Eso sí, con un órgano subido encima que toca la correspondiente marcha fúnebre a su paso por las calles del pueblo. Por cierto, 50 dólares costó este entierro doble.