La jungla en armas

Me alegra ser el primero en abrir las críticas de una peli. Esta peli es la típica vista en televisión un sábado por la tarde hace treinta años. La he vuelto a ver varias veces. Y se aguanta. Y eso que es de 1939. Y se aguanta por el oficio de Hathaway y porque está Gary Cooper en sus años buenos, es decir, cuando aún no se había hecho demasiado mayor (segunda mitad de los '50). La peli es de propaganda USA en Filipinas, cuando hay vientos de guerra en Europa. Hay detalles interesantes, como el jesuita español que se ha quedado con sus feligreses filipinos, siendo todos ellos atacados por los "malos": los filipinos de religión musulmana de la isla de Mindanao. De hecho, la presencia hispana en Filipinas apenas si se dejó notar en Mindanao, de modo que los USA, más que obtenerla de España en 1898, se vieron obligados a conquistar la isla. Por lo tanto, los filipinos musulmanes luchaban por su libertad en 1939. Igual que hicieron otros muchos pueblos frente a nazis y japoneses, potencias imperialistas y agresivas. Hay algunas escenas de acción muy buenas y los actores están, en general, muy bien.

La lucha de una base militar norteamericana contra los fanáticos nativos del lugar durante la colonización americana de Filipinas. Es una película muy correcta, bien narrada y muy eficaz, con buenas secuencias de acción e interpretaciones y una adecuada mezcolanza de géneros (drama bélico, aventuras, melodrama). Gary Cooper incorpora a un médico militar y está a sus anchas en una película agradable y de consistente factura.

Una de esas películas con héroe romántico, países exóticos (en este caso Filipinas), valores marcados por el sentido del deber y el compañerismo; la valentía y la integridad. Ese héroe es Gary Cooper y la película cumple con los cánones establecidos de la época, donde pululaban aventuras de este tipo, bien realizada por un especialista como Henry Hathaway, consiguiendo un producto entretenido y dinámico. La había visto durante alguna tarde sabatina de mi infancia, como otras, grabando para siempre en mi memoria el placer de un cine que difícilmente se volverá a disfrutar sin los Cooper, Flynn, Power, Gable...

Lo que quiero destacar en primer lugar es que en estos poco más de 90 minutos pasan una gran cantidad de cosas. El mérito es del director desde luego, que elige un guión con una historia con tantas cosas que contar. No tengo duda de que el cine de antes no tiene nada que ver con el actual por este tipo de razones. Es del género de aventuras porque suceden muchísimas cosas (spoiler 1)

Puede que haya excesos, hay que tomar distancia si uno quiere pasarlo bien, (spoiler 2). También hay que pasar por alto, todo cuanto sea posible, la exhibición de superioridad que hacen los yankis, que están en Filipinas defendiendo una tierra que no es suya, ¿acaso no es también de los "malos", los llamados "moros"? En fin, hay que superar esa demostración ideológica por el bien de uno mismo como espectador.

De todas maneras el mérito de que la película resulte efectiva es de Hathaway, un hombre capaz de amoldarse a cualquier tipo de género, hizo de todo y por lo visto, como ocurre a menudo, no tuvo ni tiene el reconocimiento que merece. Destaco el contenido más que a los actores, Cooper siempre está bien, pero es que el jovencillo Niven tampoco lo hace mal. Así que una de aventuras con todo el sabor clásico y en un B/N de ese que gusta tanto a quienes miramos atrás

Épica semblanza de carácter militarista ajustada en lo psicológico, tensa en lo argumental y dirigida con mucho acierto por H. Hathaway.
Hay lugar para la valentía y la traición, para los lances amorosos y para las refriegas bélicas, para el sufrimiento, la abnegación y el heroísmo.
Se trata de una película equilibrada, de fuerte impacto visual y de gran corrección técnica, con una banda sonora que realza los momentos estelares y una ambientación digna de admirar.
Contexto ideal para el lucimiento de sus protagonistas.

Estupenda ocasión, además, para recordar episodios bélicos del cambio de siglo y para volvernos a estremecer con esos fieros juramentados que tanto nos inquietaban en los cuentos de infancia.