De cabeza

Es una poderosa aunque repetitiva historia que rompe moldes al reflejar a un "antihéroe" gay y su viaje interior de autoaceptación en la sociedad greco-australiana.

Es una historia intensa pese a las muchas ligerezas de sus, para mi gusto, demasiadas danzas griegas. Bien por la directora y muy bien por el apuesto protagonista de esta película, en la que hay tanta danza como droga y mucha necesidad de tijera para cortar escenas sobrantes (no las eróticas) o innecesariamente largas (no las eróticas).

No estoy del todo seguro de que se trate de una trama ciento por ciento convincente (por muy conservador y tradicional que sea el entorno, intenta reflejar a una comunidad de emigrantes en la sociedad contemporánea australiana. ¿Es creíble que el conflicto por ser gay sea tan autodestructivo y retorcido?) pero más allá de esta apreciación se trata de un filme poderoso e interesante.

Algunas partes están interpretadas con escasa fluidez. Los diálogos parecen recitados en vez de ser interpretados, la historia es una repetición de situaciones intrascendentes, debido a un guion poco trabajado.

Alex Dimitriades, convence en su caracterización de un gay que no actúa abiertamente, debido a la educación tradicional que ha recibido. No trabaja, tampoco tiene ninguna ocupación, aparte de buscar sexo con cualquiera y de cualquier manera.

No parece existir un destino... Aquel principio de planteamiento, nudo y desenlace no se sigue; todo aparenta un nudo alargado sin final.

Supera el 3, no alcanza el cuatro, pero se lo voy a dar.

Hay una mezcla de defensa y de crítica a las costumbres de los griegos emigrantes, aunque el argumento podría referirse a cualquier otro país, como por ejemplo España. Las dificultades que tienen esos emigrantes, o los hijos de ellos, para integrarse en la sociedad a la que van a parar, se agrava muy a menudo con los problemas de sexo y drogas, sobre todo drogas, que es la forma más fácil de conseguir dinero. El protagonista da muy bien el papel de esa generación que quiere liberarse de las ataduras al pasado que sus padres todavía arrastran y que quieren mantener en sus hijos. Eso provoca el choque generacional en este caso y será de gran importancia para el camino que tome cada uno en su vida. Los bailes griegos son abundantes en la película y la sensualidad con que los baila el protagonista es un aliciente para ir avanzando en la historia. Sensualidad que el director aprovecha con camisas ajustadas que contonean el cuerpo del protagonistas y que provocan el deseo de quitársela, cosa que ocurre a menudo y alegra la pantalla. Lógicamente la música, y en concreto la griega, es un componente esencial de la película y aparece con frecuencia y siempre bien colocada para subrayar o acompañar la acción.

Cuesta encontrar una película de temática gay en la cual nos cuenten algo nuevo o simplemente en la cual no haya un final feliz. Bien, sin desvelar nada del argumento, puedo decir que este film innova. La propuesta es diferente a la vez que turbadora pero esto no es suficiente para decir que estamos ante una gran película. Aconsejo que se vea ya que por lo menos no abunda en tópicos y estaremos ante una obra distinta, diferente por momentos y destructiva.

24 horas de la vida del típico gay promíscuo, que hace del sexo el relleno de su limitada vida. Situaciones creíbles, pero comportamientos neurotizados y carentes de sentido.