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Rosewater

Drama Un periodista es detenido en Irán por más de cien días y sufre un brutal interrogatorio en prisión durante 118 días. Maziar Bahari permaneció con los ojos vendados reconociendo únicamente el olor de agua de rosas de su captor. (FILMAFFINITY)
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
6 de mayo de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un descafeinado martirio.

Es extraña la sensación que deja, opaca la sentencia estimada pues, es un caso verídico de secuestro y tortura de un periodista, pero narrado de un modo tan peculiar y ligero, agradable y reposado que aparcas, ese esperado desagrado y malestar, por una visión atenta, dócil, acomodada y confusa ante el dictamen de lo observado.
Sin duda alguna la película se sostiene gracias a la sobria y penetrante interpretación de Gael García Bernal quien, en todo momento, capta el interés de la audiencia y retiene su curiosidad por ella, por lo que tiene que contar; acicate por esa correlación de unos hechos cuya primera parte, previo al encarcelamiento, sirve de introducción para saber quién es el protagonista y qué hace, hasta la llegada de esa oscuridad indomable de quien, vendado y estupefacto dentro de su ignorancia, no puede más que quebrarse de asombro al saber de su acusación para residir indefinidamente en lugar tan tenebroso.
Jon Stewart rechaza la dureza e impacto, conmoción y lágrima de las imágenes ya vistas y conocidas por la mayoría gracias a documentales y telediarios y opta, sin embargo, por una vejación, aniquilación y acorralamiento mental más sereno, pulcro y estiloso pero que, sin duda alguna, deja clara la opresión, desquicio, locura y suplicio que supone estar en manos de radicales cegados, que sólo ven lo que les conviene e interpretan, a su gusto, los inocentes gestos y cómicas palabras de un encuentro distendido como excusa combativa para retener, etiquetar y vender al pueblo la falaz idea pretendida.
Inquietud y desazón con un toque de suavidad que reduce el impacto, recuerdos y añoranzas reflejados con encanto y mimo, congoja y temor que no alcanzan grandes decibelios, pero tienen el don de atrapar tu mirada y fisgoneo por ese evidente tormento que no altera ni sobresalta a un alma tranquila, que reposa su firmeza de convicción por la historia en esa mente que absorbe, consume y reflexiona con la sensación de aplauso, por la alternativa escogida para contar la crudeza y martirio de un aprisionamiento a ciegas y por la fuerza del sinsentido, pero con ese resquemor de flexibilidad y amoldamiento que evita surjan las emociones debidas y requeridas para tal caso.
Falta brío, escozor y pasión/hay entereza y solidez, voluntad de filmar lo ya presenciado de manera alternativa y original; no falla en su intento, se sale de la corriente dramatización de estos casos pero, tanta cortesía, quietud y consideración en las formas levantan un muro separador donde la aflicción, el escalofrío, la pesadumbre y su dolor envolvente se simplifican, perdiendo gran parte de su necesario efecto, en pos de una lectura amable, simpatizante y benévola que puede llegar a ofender, por su trivial retrato de tanta agonía sufrida en tales circunstancias.
El escrito ablanda y colorea un camino atroz, negro y espeluznante que nada tiene de cortés y risueño; no hay rechazo, se abraza con gusto de saber y estímulo de mantener la observación en ella, pero la percepción no es plena, se acoge con esa sorpresa del planteamiento y con esa apuntalada nota de no haber presenciado una hiriente y marcada tragedia, sino la anécdota de un periodista que tardó 118 días en volver a casa.
Confección tenue e insustancial para un asunto profundo e intolerable; se acepta pulpo como perro de compañía pero..., como que es historia de campamento, no portada de primera página del periódico.
Rosewater, agua de rosas, embriagadora esencia que destiñe y desfigura, endulza y minimiza el agrio olor de lo putrefacto; antiinflamatoria y relajante, alivia la producción de heridas y su posterior cicatrización..., tal vez demasiado para lo que hay en juego.

Lo mejor; Gael García Bernal.
Lo peor;: el escrito se perfume en exceso de agua de rosas.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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3 de febrero de 2015
10 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puedo entender que los Yanquis, dueños y señores del mundo, hagan películas para festejar su propia gloria, desde Pearl Harbor hasta las más recientes de la multipremiada señora Bigelow (Zero Dark Thirty o la insufrible The hurt locker); lo que no logro entender es por qué los latinos consumimos esta basura, y a muchos les gusta.
Películas, no solamente pobres desde su realización, aburridas, y lo que es peor muy, pero muy mal intencionadas.
Esta Rosewater es diferente sin embargo, aunque hecha con tan mala leche como las anteriores. Aquí los malvados de turno (Iraníes en este caso) dejan de ser figuras en el paisaje o muñecos que voltean nuestros héroes para mayor gloria de "América", que para los yanquis termina en la frontera con Méjico, y adquieren visibilidad y protagonismo. Ahora resulta que no solo son ignorantes y bárbaros a los que los soldados yanquis matan para "salvar el mundo", sino que además también son estúpidos, medio tarados, como ya se vislumbraba en la anteriores americanadas donde siempre se ven de lejos, raramente hablan, y no se quejan ni cuando mueren.
Con una estructura diferente, pero seguimos viendo al cine americano (tan autocrítico en los 70, en los 80) proponerse como los héroes que van a salvar el mundo, en su momento de los rusos, de los vietnamitas, y ahora del Islám.
No entiendo muy bien que hace García Bernal en una película como esta.
Se nota el oficio en la dirección, los actores estan bien, pero el guión es basura, de muy mala leche, escrito y pensado para defender el concepto de vida occidental (y el imperio por supuesto) y demonizar al Islám (los iraquíes en este caso), aunque se trata de demonios mostrados como bastante idiotas.
Y el Oscar y Globos de Oro seguiran premiando estos engendros.
Si tiene un poco de tiempo debería verla, estamos asistiendo a una nueva oleada de propaganda americana, como a la que asistimos despues del 45, cuando los yanquis ganaron la guerra y empezaron a ser dueños del mundo.
Si está preparado para no calentarse y asistir con sentido crítico lo que ve, véala, es un ejemplo más de lo parcial y mala leche que puede ser la propaganda del imperio de turno, y una prueba más de que la historia (y el cine) la escriben los ganadores.
Leandro969
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