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Siembamba

Terror Chloe regresa a casa abrumada por el nacimiento de su primer bebé, intentando coger las riendas de la maternidad. A pesar de la ayuda de su madre, a Chloe le cuesta mucho, y los lloros del bebé y las exigencias le hacen sentir culpabilidad y paranoia, lo que le acaba provocando una depresión. Chloe empezará a oír voces y a ver una extraña entidad alrededor del bebé. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
24 de marzo de 2018
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Se ve que al menos el guionista intenta hacer algo diferente y meterle algo de terror psicológico ya que no se sabe muy bien si lo que tiene la muchacha son visiones o vete a saber qué, te pregunto a ti, ¿lo sabes? porque a mí no me interesa en absoluto como acabe la película. Debe ser que había visto una anterior «The (mama)Sandman» que era del estilo aunque tengo que reconocer que esta es algo mejor.

No es la peor película que haya visto pero se le acerca y sigue acercándose a medida que avanza. Total, peli de videoclub. Yo recuerdo de este director «Enemigo público nº 1... mi padre» que no estaba mal con Patrick Swayze o como se escriba, incluso «Drácula 3000» un intento de rejuvenecer el mito de Drácula en el espacio era aburrida pero se podía ver entera, esta es que ni lo intento.
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17 de marzo de 2019
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El prolífico realizador sudafricano Darrell James Roodt, cuya filmografía incluye títulos como “Sarafina!”, protagonizada por Whoopi Goldberg, o el drama nominado al Oscar,“Yesterday”, recurre una vez más al horror, en una historia que mezcla el terror psicológico post parto con leyendas rurales.

Chloe (Reine Swart) es una joven que regresa al hogar rebasada tras dar a luz a su primer hijo, agobiada por no saber controlar al pequeño recién nacido y ante la mala relación que tiene con su madre, Chlore empieza a padecer las exigencias de la maternidad.

Poco a poco, Chloe empieza a perder el control de la situación, perdiéndose entre la culpa y la paranoia, empieza a percibir una extraña presencia alrededor de su bebé y a escuchar voces que la incitan a atentar contra el pequeño.

Se ha vuelto recurrente en las películas del género producidas recientemente el narrar historias donde infantes ocupan un lugar central dentro del relato, el problema de esta producción sudafricana es que no parece tener claro el foco de lo que quiere contar.

La película se centra en el personaje de la joven madre, Chloe, una chica que parece haber pasado por un proceso traumático y que le ha dejado como consecuencia un trastorno post parto en el que ha perdido la noción de lo real, y alucinaciones dantescas se han apoderado de ella, poniendo en riesgo a su bebé, pero la manera en que estas son presentadas no consiguen ser del todo efectivas, pues el personaje no cuenta con el desarrollo debido para generar la empatía necesaria.

Sumado a ello, la película no consigue nunca generar una atmósfera aterradora ni inquietante, abusando de los golpes de efecto y de las tonalidades oscuras para buscar en vano algo de tensión.

https://tantocine.com/con-el-demonio-adentro-de-darrell-james-roodt/
Quique Mex
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9 de septiembre de 2022
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Desde el incontestable precedente que estableciera en 1968 “Rosemary’s Baby” (muy mal traducida en nuestro idioma patrio, pues se carga toda su intencional magia), una innumerable cohorte de cineastas y/o productores se ha prodigado, durante los últimos 54 años, en explotar la temática del parto, los bebés, las mujeres embarazadas, y todo lo relacionado con esta maravillosa experiencia del ciclo vital de las personas, para inspirar inquietud, tensión, angustia… en definitiva… terror, en las comunidades consteladas de consumidores de este tipo de películas.

“Siembamba” (2017) lo hace con mayúsculas, y representa todo un “coup de force”, ya no sólo porque se suma a la reciente tendencia de buscar el foco de la tensión en el debate que se liza entre las supuestas presencias sobrenaturales y el estado mental de los protagonistas de cada historia, sino también porqué en este caso nos desmarcamos de un producto de la omnipresente industria norteamericana, para asistir a una no menos válida creación procedente de Sudáfrica.

Varias son las razones por las que diferentes cuadrillas de audiencia pudieron ver fallidas sus nobles perspectivas ante el visionado de una película que a duras penas recaudó un cuarto de millón de dólares, suma muy modesta, y seguramente deficitaria por muy bajo que fuese su presupuesto de partida. Ya sea porque quienes se esperaban un formidable despliegue de efectos especiales; los que anticiparon un rosario de sustos baratos en una trepidante sucesión de acción ininterrumpida; los que aguardaban una espectacular aparición del Demonio al estilo de cómo lo hiciera en su día el polémico Roman Polanski… cualquiera de estas o de otras muchas posibles coyunturas, propiciaron en su día, y todavía hoy, una retahíla de vilipendios. “Siembamba” es algo bastante incomprendido por un considerable espectro de los que la han visionado. Sólo el cartel con el cochecito representa un aspecto determinante a tener en cuenta, en el grado de disonancia entre lo que uno pueda esperar de la cinta, y lo que se halle finalmente en ella.

Dirigida por Darrell James Roodt, en cuyo currículo encontramos alguna que otra muestra de su incursión previa al terror, como por ejemplo en “Drácula 3000” (2004); y otras varias, de carácter dramático, área en la que el realizador johanesburgués siempre ha demostrado más interés y talento (Little One, 2012; Winnie, 2011; Yesterday, 2004; Llanto por la Tierra Amada, 1995; o Sarafina, 1992), “Siembamba”, o también llamada “The Lullaby”, es como un diamante. Procediendo del África austral, no todos han podido disfrutarlo: no sólo por la escasa predisposición a distribuirla a los mercados yanquie y europeo, sinó también porque no está especialmente pensada para palomiteros. Por otro lado, iluminados e intelectualoides la verán de reojo por una desigual comparación con otras clásicas de culto.

Una de las principales y más recurrentes quejas de comentaristas, tanto patrios como anglosajones, es que tanto la dirección de Roodt como el guion de Tarryn-Tanille Prinsloo no elaboran o explican convenientemente el fondo de los diferentes personajes (excepto el de Chloe, la protagonista, interpretado por la portentosa, en belleza y en arte, Raine Swart), ni suficientemente el de la historia que se está explicando durante los escasos 90 minutos de duración del film.

Personalmente no estoy totalmente de acuerdo con esta hipótesis, pues precisamente lo que hacen, tanto director como libretista, es ir dejando pistas en el bosque, como Pulgarcito sus miajas de pan, para no perderse en el camino.

Sólo con preámbulo, ya podemos tener idea del sustrato psíquico y espiritual narrativo: la visión simbólica de todo lo que los personajes viven y representan en lo que, a todas luces, parece una tragedia de la antigüedad. Ése, más que el cliché de terror, es el modelo o plantilla que se usa para construir el argumento.

A menudo me gusta citar a Carl Gustav Jung; no por la equivocada relación que el vulgo le atribuye con lo esotérico, aunque aquí precisamente sea una de las caras del doble filo de la hoja que esgrime Roodt, sino por todo lo que nos alumbra sobre la presencia y terrible influencia del inconsciente colectivo. Su arraigo sociocultural, que pesa como losa de mármol en el corpus de experiencias emocionales, cognitivas y conductuales de todo ser humano. Más, en la posible vulnerable situación psíquica de quien llega a ser madre por primera vez, sobre todo Chloe, que a sus 19 años se estrena en el menester.

La sofocante atmósfera, centrada escénicamente prácticamente en el entorno de la casa de su madre a donde ella vuelve embarazada de no se sabe quién, después de intentar romper e ir más allá de aquél cerco aprisionador; el entorno salvaje y algo despiadado de lo que representa la población de Eden Rock, está perfectamente representada gráficamente en el preámbulo: la situación de captura en un campo de concentración británico, donde los boers encerrados allí, además, tienen que soportar la presión asfixiante del fanatismo religioso. Éste, a pesar de la aparente secularización de una sociedad transformada (la colección de las mariposas del Dr.Timothy Reed, al que harán acudir a la protagonista, no intenta otra cosa que, aunque en vano, representar un proceso de metamorfosis), hace mella y permanece incrustado en un sustrato psicosocial comunitario, que en vez de ayudar a la atormentada mente, todavía contribuye más a empeorar su declive.

Tanto esta fotografía prelúdica del entorno, como los indicios que va dejando la acción, tanto a nivel de imagen (los recurrentes flashbacks que irán apareciendo hacia el tercer acto) como de repuntes del diálogo (en palabras del misterioso psiquiatra, a la madre de Chloe: “hemos sido algo más que terapeuta y paciente”), nos chivan lo que está sucediendo, y lo más probable que suceda en aras de la previsibilidad.

En la mítica cinta de 1968 de Roman Polanski no se desvela nada, en pro del auténtico delirio intuitivo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jordirozsa
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