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Europa '51

Drama Un rico matrimonio estadounidense que lleva en Roma una vida despreocupada, ve cómo su hijo se suicida. La madre, traumatizada y sintiéndose culpable por no haber atendido más a su hijo desde la infancia, decide ayudar a la gente más necesitada en los barrios más humildes de la ciudad. Sin embargo, su ayuda a un delincuente la pondrá bajo sospecha a ojos de la policía. (FILMAFFINITY)
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Críticas 31
Críticas ordenadas por utilidad
17 de noviembre de 2007
43 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
De todas las películas que Roberto Rossellini rodó con su mujer de entonces, la lúcida y exquisita Ingrid Bergman, "Europa 51" es mi preferida. Susan Sontag, la escritora norteamericana (¡y no es por darme pisto!) opinaba igual. Ingrid Bergman que besó los pies a Rossellini, y que dejó por él su look hollywoodense, pasando de críticas acerbas y moralistas protocolos, le dedicó parte de sus mejores años. Se entregó así, como inmensa prueba de amor, a rodajes infernales, consiguiendo, ya que no enriquecerse crematísticamente hablando, sí muchas de sus más geniales interpretaciones cinematográficas (papeles que, probablemente, aguardaban a Anna Magnani, y que la romana también habría aceptado de mil amores. Las comparaciones son siempre odiosas, ya lo sabemos. Pero si la gran actriz sueca no hubiera aparecido por los horizontes de Cineccitá, no dudamos en que la genial Anna, interpretándolos, nos habría dejado también un imborrable recuerdo a todos los cinéflilos). Pero la Bergman no es menos incomparable que la Magnani. En esta "Europa 51", pierde (mediante el suicidio de su hijo,¡audacia inaudita de Rossellini!) su aborregada conciencia de burguesita estúpida, únicamente ocupada en lo que hoy se llamarían “stressantes” reuniones sociales y cenas absurdas con empalagosos comensales. El niño no se lo perdona, y ella lo acuna por segunda y única vez.. Y cuando muere, nos deja a todos hechos polvo. La Bergman, destrozada, se santifica. Se aleja de su insoportable marido, en busca de una nueva perfección moral, y se desprende de todos sus lujos inútiles. Ansia redimirse, busca la purificación y hasta el martirio. El pueblo llano la ama y absuelve; su reaccionario esposo y su conservadora y estupidísima madre la llaman loca. La Bergman acaba en un manicomio, atrapada y aherrojada como aquella otra Juana de mala memoria, aunque, esta vez, por una “Locura de amor” completamente diferente. Y por ello sabemos que nuestra gran Ingrid no se dejará devorar por el “Pozo de las serpientes” ¡El rostro de la sueca, de tan bello y expresivo, resullta escalofriante!.... Giulietta Massina preludia los ardientes vientos de su "Cabiria". "Europa 51" sigue siendo la más preciada joya en la corona de la Bergman y Rossellini.
pablo garcia del pino
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28 de mayo de 2011
27 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se suele decir que el amor mueve montañas, que derriba muros. También habría que decir que genera cine, por que “Europa 51” no es más que una carta de amor a Ingrid Bergman realizada por un Rossellini apasionado, que dos años más tarde jugaría a ser abogado del diablo en la hermosa y triste “Viaggio in Italia”, también con la sueca en cabeza de cartel. Se dice que el realizador, fascinado por la figura de Francisco de Asís, decidió realizar un film ambientado en la Italia de la post-guerra en el que un personaje obrase a imagen y semejanza de su venerado santo. Sabiendo esto, “Europa 51” funciona mejor como metáfora o alegoría que como obra neorrealista; de hecho, es surrealista. Puro melodrama; uno de los buenos.

La historia va así: una mujer burguesa pasa de su hijo, un chico sensible y que se siente desplazado. De pronto la vida de ambos pega un giro y cierta situación hace que la Bergman cambie. Pasa a tener conciencia social, de pronto todo lo que había experimentado no le sabe a nada, busca ayudar a los demás, a toda costa. Se convierte en una 'santa', sin importarle el qué dirán o cómo se lo tomen sus familiares. “En el país de los ciegos el tuerto es el rey”, y aquí encontramos a una reina, una santa, una Diosa. Rossellini la filma de todas las formas posibles, acaricia el torso de la bellísima actriz con su cámara, recorre cada recodo de su cuerpo y hace uso de numerosos primeros planos, de forma acertada: la mirada de la actriz es suficientemente intensa, no hacen falta palabras.

Habiendo visto “Europa 51” dos veces, he de admitir que la primera me costó entrar en la historia. No me creía la forma en que se desarrolla la personalidad de Bergman, que fulminantemente pasa de A a B, sin peajes ni puntos intermedios. En un segundo visionado, conociendo este dato y entendiendo la película como lo que es, poco importa que siga sin ser creíble. El mensaje está ahí y funciona. El realizador deja momentos para el recuerdo, la Bergman enamora y la soberbia fotografía en B&N de Aldo Tonti crea imágenes en las que las sombras se funden en la luz, creando una ambientación entre la opresión y la poesía visual. Total, que “Europa 51” es un gran melodrama que prefiere potenciar ideas y mensajes, aún corriendo el riesgo de poner en entredicho la credibilidad de la trama. Entiendo que divida a la gente, pero yo definitivamente me dejo engatusar.
Caith_Sith
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30 de julio de 2006
29 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra muestra más del gran cine de Rossellini, que para esta ocasión contó con el enorme talento de una actriz imperecedera que da lecciones de interpretación por segundos cada vez que se encuentra actuando tras las cámaras.

El rostro de Ingrid Bergman es quizá de los que más fuerza y expresión denotan en cada secuencia filmada. Cualquier plano que incluya el rostro de esta gran actriz es entender, sin teoría, el concepto y significado de la interpretación en el cine. La angustia, el miedo, la culpa, la desesperación, y al mismo tiempo, la bondad, la alegría, y el amor son clases magistrales de las señas de identidad y sentimientos innatos del ser humano. Y Dentro de este registro quizá sea la intensa melancolía y tristeza de la Bergman en su papel de madre que se inculpa por la muerte de su hijo lo que más sobresalga en todo el metraje de la película.

Asimismo, la búsqueda de opciones y explicaciones sólidas a su pérdida conducen a la protagonista por un camino repleto de duras realidades que son paralelas a su estado, y cuyo final es el logro de una "perfección" interior que alcanza un estado místico que se confunde con conductas características de la locura.

Grandísima Ingrid Bergman y no menos Rossellini en la dirección. Notable alto.
CALIGVM
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8 de febrero de 2010
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay muchos tipos de soledad, sin duda. Pero soy de los que creo firmemente que existe una manifestación de este sentimiento que supera en desamparo y en tristeza a todas las demás. Y no, no es la soledad del corredor de fondo. Es la soledad del incomprendido. Ése que se embarca en una cruzada justa y solidaria pero que no es entendido en ningún momento, ni por los individuos que le rodean ni por la sociedad en la que vive. Los casos a lo largo de la historia han sido numerosos y sonados. Ahí están personajes como Sócrates, Galileo o Vicente Ferrer. Hombres en su tiempo ninguneados y que padecieron una soledad terrible, la peor de ellas.

Pues este es el tema principal alrededor del cual gira este espléndido film de Rossellini. Además, vuelve a adelantarse nuevamente a su época para reflejar una situación que sigue estando presente en nuestros días. Sino coja usted y váyase a pasar unas noches con la gente que duerme en la calle o dé sus poquitos ahorros a alguien que verdaderamente lo necesite. Seguramente, desde su madre hasta el último de sus conocidos, lo tildarán de loco en vez de héroe. Pues esto le pasa a Irene Girard (Ingrid Bergman), una mujer de buena posición, golpeada durísimamente por la vida y que encuentra en ayudar a la gente más necesitada redención y alivio a sus miserias como persona.

Y es allí, entre la verdadera realidad de la pobreza y de la marginalidad humana, donde experimentará sensaciones que la harán recuperar su integridad personal aunque el precio que va a pagar es alto, muy alto. Será repudiada consecutivamente por todo aquello que se acercó a ella para servirle de sostén: su familia, sus amigos, el capitalismo, el comunismo, la Iglesia…la abandonarán en pos de conservar una forma de vida que, como ellos mismos dicen, “han de proteger a toda costa”. La bofetada sin mano de Roberto a todos “estos” es ejemplar y merecida. Malditos ellos, con sus intereses y sus ideales pero siempre lejos del verdadero amor al prójimo. Sin embargo, Irene se entregará sin ninguna vacilación a esta causa y servirá de ejemplo a un espectador al que Rossellini obliga a tomar conciencia. Vale esta cinta más que un millón de religiones y de ideologías juntas.

Lo demás es una cámara enamorada locamente de una Bergman guapísima y un director comprometido con su sociedad y con las que vendrían después, como la nuestra. Porque “Europa 51” continua el espíritu de todas sus anteriores obras maestras; tiene algo de “Alemania, Anno Zero”, también de “Stromboli” o de “Francesco, Giullare de Dio”. Películas que se ensamblan unas con otras para dar forma a un legado humanista que no ha tenido igual en la historia del cine. Y es que ya lo dijo Bertolucci: “No podemos vivir sin Rosselllini, Fabrizio”. Y digo yo que es verdad; que una vez conocido y asimilado nuestra vida no sería la misma sin su cine. ¿Alguno da más?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Alfie
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19 de mayo de 2011
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
A simple vista podría parecer que “Europa’51” es la típica peli hecha como vehículo de lucimiento de su gran estrella, Ingrid Bergman. Entre otras cosas porque su interpretación es magistral y porque la sueca —resulta evidente— aparece en esta peli más bella que nunca. El caso, sin embargo, es que “Europa’51” no se queda ahí. Ni mucho menos. Quizás Rossellini se valga del carisma y la credibilidad de su musa y pareja para hipnotizar al público, de acuerdo, pero la esencia más intrínseca y genuina de “Europa’ 51” es rotundamente suya. Y ahí reside, a mi juicio, la gran virtud de esta peli. En su mensaje. En sus valores. Unos valores que nada tienen que ver con ningún tipo de vinculación política o religiosa y que revelan, una vez más, la honesta y profunda preocupación de Rossellini por temas de índole social.

Aún así, si “Europa’51” es una gran película lo es porque Rossellini —más allá de sus buenas intenciones— consigue administrar a la perfección las dosis justas de melodrama, denuncia social, altruismo, redención, espiritualidad y misticismo sin que ninguno de esos ingredientes chirríe en absoluto. Y eso, a mi entender, no es tarea fácil.

Ocho curradísimas estrellitas, pues, para una peli que destila valores a tutiplén y que —en estos tiempos que corren— adquieren una vigencia y una dimensión absolutamente extraordinarias. Y si no, véanla y juzguen por sí mismos. Les aseguro que merece la pena.
Taylor
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