El niño de Marte

Supongo que me ha cogido bajo de defensas este "niño de Marte" de Menno Meyjes. Porque aún reconociendo que tiene un principio desesperanzador (de esos que te dan ganas de apearte), una trama mínima aunque original, un final de nuevo decepcionante (a esas alturas ya no puedes apearte) y en general un film bonachón bienintencionado con poco de reseñable, el caso es que es un film salvable. Dentro de su árido tratamiento escénico se van desvelando partículas de cine emocionante de cuando en cuando que son las que sacan a flote una película destinada a ser vapuleada por la crítica especializada (si es que van a verla). Pienso en la caracterización y en la interpretación del niño Bobby Coleman, pienso en ciertas frases de diálogo, pienso en la escueta pero perfecta única escena con tensión amorosa entre Cusack y Peet, pareja que parece condenada a circular por el tópico y lo previsible pero que sorprendentemente es contenida por un cierto aire sobrio y encantador. En fín, para los que ceden poco a los films americanos de aspecto pastelón, si han de hacer una excepción en lo que va de año, puede ser ésta una elección no demasiado dolorosa.

Bienintencionada y emotiva por momentos, "El niño de Marte" supone la enésima revisión de esa típica historieta sobre comprensión mutua, superación (again) y personajes que casi siempre dan su brazo a torcer para poder cometer el objetivo principal: Que el público lagrime a gusto observando las peripecias de un padre adoptivo cuyo rol parece venirle grande en algunos momentos, aunque al final terminemos descubriendo que en realidad eran el uno para el otro.

John Cusack, que va dando bandazos entre producciones dispares, nos otorga una buena interpretación, cuyo efecto es contrarrestado cada vez que aparece en pantalla una excesiva y sobreactuada Joan Cusack a la que es imposible tomarse en serio, y aun más complicado aguantar. De todos modos, se agradecen las apariciones de Angelica Huston y la guapísima Amanda Peet, porque quitando ciertos instantes, poco más hallamos.

Hubiese tenido un pase, eso sí, si Meyjes no se empeñase en estirar el chicle varias veces y hubiese culminado su propuesta mucho antes, sin embargo, no parece que ninguna de las múltiples conclusiones antes de la que nos ofrecen convenciese a nadie, y al final se opta por una resolución sensiblera y descompasada, que hace perder definitivamente el rumbo a una propuesta con chispazos y tramos interesantes, pero que en general peca de todos los males habidos y por haber en una producción de este tipo. Habrá que seguir esperando pues, si queremos llegar a observar una película de estas características que se aleje de lo ya concebido y desvíe un poco sus miras para intentar emocionar al espectador con métodos muy distintos a los que aquí se usan.

Bonita, sobre todo esto, comedia dramática que nos acerca a la dificultad de educar a niños que se sienten diferentes, que son diferentes. Basada en la novela de David Gerrold, el hasta hace poco solo guionista ("El Color Púrpura", "Indiana Jones y la Última Cruzada"), y ahora también director, el holandés Menno Meyjes dirige con esmero y acierto esta cinta que al menos nos deja unas cuantas sorpresas.

La primera es el descubrimiento de otro niño prodigio del cine, Bobby Coleman. Tan real como enigmático este joven actor borda su papel. Lo mejor de la película. Además de estar bien dirigido, el chico le añade un toque personal, un estilo muy propio que le acerca mucho al espectador y le convierte en el centro de atención principal. La otra es John Cusack. Se nota que está en la madurez de su carrera. Domina perfectamente a la cámara con sus gestos y sobre todo su mirada. Esa mirada triste y profunda que le ha hecho convertirse en uno de los importantes en Hollywood. Aquí también está muy bien.

Bien acompañados ambos por secundarios (entre ellos la hermana de John Cusack y la guapa Amanda Peet), con un ritmo lento, una buena música, con unos diálogos utilizando casi el susurro y con los mano a manos de John y el chico, se completa una cinta que, si bien peca de sensiblera en su final, es bonita y esperanzadora en su desarrollo lo cual ya es un mérito y un elogio.

Aunque desde un punto de vista cinematográfico pueda ser sensiblera, o no alcanzar cotas de gran cine, me parece una gran película por como trata el tema de la adopción.
Por un lado reflejando una realidad bastante nueva como es la de los varones que quieren ejercer su paternidad, a pesar de hacerlo solos. Creo que es un mensaje a los hombres para que nos hagamos cargo de nuestros propios sentimientos y de nuestras capacidades amorosas paterno-filiales.
Por otro lado refleja muy bien la importancia de que una adopción se base sobre todo en lo que el niño necesita: que es ser él mismo, comprendido en su peculiaridad, respetándole su forma de ser, queriéndole a pesar de los inconvenientes que nos cree o de las dificultades de adaptación a una nueva familia en la que no puede confiar del todo a causa de su abandono previo por sus propios padres. Que necesita saber que pertenece a alguien que le quiere para siempre y que nunca le abandonará.
Creo que da una visión optimista para los muchos padres adoptivos que tienen que afrontar estas situaciones conflictivas y problemáticas con sus hijos, que también son de marte, y a los que tienen que adaptarse y quererles, sin ser siempre recompensados por un reconocimiento o un amor inmediatos. Son estas pruebas que depara la realidad de la adopción, las que hay que salvar para llegar a un verdadero vínculo en que ambas partes se reconozcan como familia, como padre e hijo.
John Cusack y Bobby Coleman están extrodinarios en sus respectivos papeles de padre e hijo.
Otra película que reflejó este tema maravillosamente y que paso desapercibida en su momento, es la película "Difícil elección " (Second best), protagonizada por William Hurt, y Chris Cleary Miles, de 1993, dirigida por Chris Menges.
Amar a un hijo no es tenerlo, es "adoptarlo"

Menuda década gloriosa se metido nuestro amigo John Cusack, del que algunos decían que sería mejor que Sean Penn. Mis cojones 32. En lo único que se parecen es que ambos han metido bien de tralla a la pasada administración Bush.

En “El niño de Marte” tenemos otro producto tipo telefilme de esos que tanto degustan los seres humanos después de las comidas. Lo esencial es la moraleja. Como en los Estados Unidos todos están separados, divorciados, viudos o casados en terceras nupcias te lanzan el mensaje que adoptes un niño, aunque este sea un pirado.

Si es un poco raro hay que comprenderle, darle mucho cariño y al final seguro que os lleváis de perlas. Sobre todo si tienes la casa de Cusak, todo marchará mucho mejor.

Lo menos honesto de todo es que el guionista intente incluso jugar con la posibilidad de que el niño sea de verdad de Marte. Se nota que con la carga dramática no les llegaba.

A todo esto el director Menno Meyjes sigue esperando que se estrene “Manolete”. En el 2017 se cumplirán cien años del nacimiento del maestro. Podría ser una opción.

Nota: 4,8.