El despertar de la momia

Curioso subproducto gore poco recomendable para estómagos delicados. –Es esa clase de película que, inexplicablemente, te tragaste sin pestañear cuando tenías doce años mientras te comías una bolsa de ganchitos y que, vista ahora, ahora te hace echar la pota a los cuarenta segundos de metraje-.

La cosa va de que unas modelos – las típicas tías buenas que tanto visten haciendo de víctimas propiciatorias en el género- que llegan a Egipto a filmar un book y, como es de suponer, se las arreglan para perturbar el sueño de la mitad de las momias del Valle de los Reyes. La novedad está en que, además de hambrientas de venganza, que es lo típico, estas despiertan hambrientas a secas; muriéndose por hincar el diente a una de sesos o unos higadillos. Normal, tras tres mil años de ayuno…

Se trata, como muestra claramente el romeriano título original - “Dawn of the Mummy”- de una peli del subgénero zombi-casposo-repulsivo al mejor estilo “Los Zombis Paletos” en que aprovecha el tirón de Egipto para más de lo mismo.

Muy recomendable para “echarlo todo” en caso de intoxicación alimentaria… Para más inri se hace aburrida.

El tres que le doy no valora precisamente su poesía.

En el año 3000 antes de Cristo, la muerte del faraón Safirman (casi con nombre de súper-héroe, olé sus huevos) no queda en vano y el juramento de que toda persona que profane su sepulcro será castigada con la muerte, perdurará para siempre. Y casi cinco mil años después, en el Egipto saqueado por cazatesoros sin escrúpulos, se personan un equipo de modelos y fotógrafos para una revista neoyorquina que utilizarán la cámara funeraria como plató y hervidero de una maldición que se cumple: la momia profanada despertará y, con ella, sus súbditos dispuestos a dar caza contra todo aquél que ha interrumpido su letargo.

Un argumento así es fácil de deducir que nos encontraremos frente a una tópica película de terror, pobre en recursos y con el clásico y cansino dilema del “aquí te pillo, aquí te mato”, muy propio de las películas interpretadas por psicópatas que se lucen de lo lindo cortando piernas, brazos, cabezas o rabos… Cualquier cosa con acabar con el pequeño grupo de jóvenes ya sea con ganas de mojar el churro o acabar borrachos al final de la juerga.

“Dawn of the Mummy” mezcla, sin embargo, detalles interesantes. Empezando por el título que nos lleva atrás al “Dawn of the Dead” (1978) de George A. Romero. Las momias presentes, la mar de caníbales, son de papel higiénico usado y usar el Antiguo Egipto como excusa para hacer una película “más” de zombis, no quiere decir que destaque o ofrezca más puntos de sí por su temática central. Como festival “gore” puede satisfacer a los fans de las vísceras y la sangre. Pero no se le puede pedir más.

La mediocridad ya fluía en las venas de su director, Frank Agrama, que unos años antes había realizado “Queen Kong” (1978), versión femenina de King Kong y en que su presa era, naturalmente, el actor protagonista de un rodaje.