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Los ojos dejan huellas

Cine negro. Thriller. Drama Martín, un abogado frustrado que se dedica a vender perfumes, se reencuentra con Roberto, un antiguo y brillante compañero de estudios, y queda prendado de su mujer. Una noche Roberto le pide ayuda a Martín, porque cree que ha matado a un hombre que rondaba a su amante. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
25 de agosto de 2009
50 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Supongo que esta película está olvidada porque el director es el que es. Eso de hacer "Raza", "Franco, ese hombre" y ser primo de José Antonio Primo de Rivera debe marcar mucho. Pero bueno, tampoco hay que olvidar que era amigo de Buñuel, que le salvó de ser fusilado en la guerra civil.

Pero lo que destaca sobre todo en esta película es su excelente guión. Desde luego tras ver "Los peces rojos" y "Los ojos dejan huellas" se puede afirmar que Carlos Blanco es de los mejores guionistas de la historia del cine español. Curiosamente éste en la guerra civil era teniente de artillería del ejército... republicano. Si es que es lo que tiene el artisteo, que fachas o rojos se cubrían las espaldas.

Es un film noir a la española. Está lleno de adulterios, retorcimientos y personajes nada ejemplares. La censura debía ser más permisiva con los suyos igual. Los secundarios son un primor, destacando una Emma Penella que siempre está estupenda, un Félix Defauce que era un actorazo, y un Fernando Fernán Gómez graciosísimo como policía novato y castizo.

Pero lo que tiene tela es que el protagonista se un personaje tan amargado y con tan mala baba. Todo un puntazo.
Gilbert
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30 de junio de 2013
29 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película dirigida por José Luis Sáenz de Heredia a partir de un modélico guión de Carlos Blanco e interpretada entre otros por el duro Raf Vallone, su esposa, la sugestiva Elena Varzi, el pipiolo Fernando Fernán Gómez en el papel de policía graciosete y simplón, o una Emma Penella guapísima, espléndida.

En el film se nos habla de un crimen casi perfecto, diseñado con maestría, y ejecutado con brillantez. Martín es un abogado frustrado que se dedica a vender perfumes, de repente, un antiguo amigo de la Facultad de Derecho, un pesado, un caprichoso, un veleta, hace acto de presencia y termina suicidándose gracias a la inestimable colaboración del amigo Martín, pero como las miradas dejan huellas, especialmente las mentirosas, la mujer de la víctima no se cree lo del suicidio e intentará solucionar el embrollo por todos los medios, aunque para ello tenga que poner en peligro su vida.

Espléndida película, perfectamente filmada, con personajes complejos y maquiavélicos, jugando peligrosamente con los demás y demostración evidente de que el cine de género también tuvo su sitio en España, de que se podía hacer y de que se podía hacer muy bien.
Juan Marey
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20 de abril de 2012
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ando descubriendo esas películas españolas de los años cincuenta a las que se les niega el pan y la sal y a cuyos directores se les quiere olvidar como si los únicos que hicieron películas en esa década fueran los de la triple B: Bardem, Berlanga y Buñuel. Pues no, hay otros, y mira por donde resulta que hicieron muy buenas películas como esta "Los ojos dejan huellas", más que digna muestra de cine negro español y sabiamente dirigida por José Luis Saenz de Heredia.
El director no se para sólo en crear las atmósferas adecuadas, aplicar una loable fuerza narrativa al magnífico texto del gijonés Carlos Blanco o conseguir unas brillantes interpretaciones de Raf Vallone y Emma Penella sino que avanza un paso más y consigue que sean los ojos de los protagonistas (como el título indica) los que desvelen ese proceso interno tan celosamente guardado y que corroe lo más profundo de sus almas. El duelo está servido y... el éxito también.
Sin embargo, quedan dos o tres cosillas en el aire que no están resueltas. No sé si es error de Saenz de Heredia o que la cinta, y por ende la historia, ha llegado algo cercenada o manipulada (que sería mucho peor) a nuestros días.
el chulucu
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6 de noviembre de 2009
24 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que indagar en la década de los cincuenta del cine español. Parece que hubo una eclosión de cine negro que, sumado a una plétora de actores, directores y guionistas realmente inspirados, dio como resultado algunas de las obras del género más apreciables que se hayan hecho dentro de nuestras fronteras.

"Los ojos dejan huellas" es una irregular, pero muy interesante muestra de cine jamonegro cuyo valor principal reside, como indica Gilbert, en un guión bastante lúcido, lleno de detallitos perversos y amorales y con un ejemplar estudio de los personajes principales: Martín Jordán, el resentido social; Berta, la implacable mujer fatal; y por último Robi, el vividor inconsciente. Unidos por una historia compleja, tejida a base de tretas y engaños, sólo uno de los tres mantendrá el control de la situación. Pero no sabremos quién hasta el final.

No me gusta mucho Raf Vallone como cínico sin escrúpulos, su interpretación es aparatosa y bastante poco natural (parece que imita a los actores americanos). Sin embargo, hay que destacar la credibilidad de Elena Varzi, el genio de la Penella y la estupenda intervención de Julio Peña: el alivio cómico que representa Fernando Fernán Gómez, ni fu ni fa.

Lástima quizás del excesivo enredo del medio y el muy inverosímil y algo exagerado desarrollo posterior, si bien la película remata dejando un buen sabor de boca con un final bastante curioso.

No está mal.
Neathara
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29 de julio de 2015
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine negro español fue, sin duda, una de las expresiones fílmicas más intensas, atractivas y provocativas de su época, la década de los cincuenta, cuya calidad y variedad es equiparable a la de otras cinematografías europeas. Teniendo además la dificultad añadida de tener que eludir la censura por lo que dichos trabajos eran mucho más dificultosos en su plasmación, teniendo que recurrir a elipsis o sobreentendidos que el espectador debía interpretar. A mi juicio, el factor que determina la calidad intrínseca de este film es el brillante y magistral guión de Carlos Blanco (“Locura de amor” y “Los peces rojos”, también pertenecen al mismo autor). Aunque en los títulos de crédito puede leerse que está basada en una comedia dramática, la adaptación llevada a cabo por Sáenz de Heredia, desnivela por completo el equilibrio entre comedia y drama, y aunque hay situaciones humorísticas – las del dicharachero y desgarbado policía que encarna Fernando Fernán-Gómez –, el film deriva hacia el fatalismo “noir” que imperó en el cine negro americano de los cuarenta.

“Aunque no haya pruebas materiales, los ojos siempre dejan huellas”, afirma la protagonista de esta inquietante historia, una de las mejores muestras del cine negro español. En el film no hay héroes ni villanos, como suele ocurrir en este tipo de relatos, el mal está presente de distinta forma en los tres personajes principales: Martin Jordán (un Raf Valone que con su fisicidad recuerda a Burt Lancaster) un abogado expulsado de la abogacía, que malvive vendiendo perfumes baratos a domicilio, es un hombre frustrado al que la suerte le dio la espalda, un individuo desagradable que transforma su amargura en violencia. En cambio, Roberto Ayala (Julio Peña), es un burgués que engaña a su esposa y que tras un encuentro fortuito pretende utilizar a Martin, ex compañero de facultad como tapadera para sus devaneos amorosos.

Roberto es lo que la sociedad denomina un triunfador, representa todo lo que a Martin le hubiera gustado tener y aun más cuando conoce a Berta (Elena Varzi), la esposa de éste. Martin intentará sublimar su rencor social por medio de un crimen perfecto, y en el nombre del deseo sexual. Los contrastes son evidentes, Martin viaja en metro, come en tabernas baratas y su casa es pequeña y oscura, su amigo tiene un coche de lujo, una gran casa y merodea restaurantes caros con una esposa elegante del que Martin se ha enamorado mientras sale con una celosa corista (Emma Penella).

El amor imposible y la mentira provocan lo más ambiguo y lo más turbio de esta siniestra historia. Una brillante ambientación del Madrid realista de ese tiempo. La Puerta del Sol, El Pasapoga y el Café Gijón punto de encuentro de escritores e intelectuales, una geografía urbana muy reconocible, un espejo crítico y revulsivo de aquella sociedad. Una continua sucesión de falsas apariencias de mentiras y traiciones. Conduciendo al espectador de desengaño en desengaño, de simulación en simulación. Una película filmada casi siempre en la penumbra, de escenas nocturnas y de sombras amenazantes como mandan los cánones, gracias al operador Manuel Berenguer. Sin olvidar la estupenda puesta en escena y la dirección de actores por parte de Sáenz de Heredia. 
Antonio Morales
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