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El discípulo del diablo

Comedia. Bélico Adaptación de una conocida obra teatral de Bernard Shaw basada en ciertos hechos ocurridos en 1777. Durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos (1775-1783), en la que los colonos de Nueva Inglaterra se sublevaron contra la metrópoli, surgió una estrecha amistad entre un colono americano y un pastor protestante inglés. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
26 de marzo de 2011
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Discipulo del Diablo está basada en una obra teatral de George Bernard Shaw, pero ello no supone tener que aguantar el típico acartonamiento de las adaptaciones fílmicas del teatro: los escenarios cambian constantemente e incluso hay escenas rodadas en exteriores con un buen número de extras. Tampoco las interpretaciones recuerdan en ningún momento el origen en las tablas del guión, algo que podía esperarse de Laurence Olivier, pero no es el caso.

Sin embargo la película adolece de una falta de pulso que impide que pueda ser considerada como una obra maestra. El tono varía de unas escenas a otras de forma brusca, y cuándo se llega a la escena en la que Lancaster se interna en el cuartel de los casacas rojas yo me quede a cuadros; de un drama (tratado con una cierta ligereza, eso si) se pasa de repente a una escena de comedia absurda y delirante, en la que Lancaster más parece un superhéroe que una pastor presbiteriano como dios manda.

Quizás la respuesta a este repentino cambio de discurso se deba a los 2 diferentes directores que tuvo la película. En efecto, la cinta fue comenzada por el gran Alexander MacKendrick, y fue sustituido a causa de su excesivo perfeccionismo por el artesano Guy Hamilton, posteriormente, director de 4 películas de la saga Bond. Aún que quizás no sea MacKendrick el responsable de la escena de Lancaster en el cuartel, se hace difícil creer que no sea él quien filmo la escena del juicio en el que se enfrentan los personajes de Olivier y Kirk Douglas, cargada de un sano cinismo y dotada de los mejores diálogos de la cinta. Lo mismo puede decirse de la escena en la que la mujer del pastor va a visitar a Douglas en su "calabozo", una de las más divertidas de la cinta.

Otras escenas sin embargo, no alcanzan, a mi parecer, el fin pretendido. Por ejemplo, la del primer encuentro entre Lancaster y Douglas en el cementerio, aunque sirve para presentarnos a los personajes y sus diferencias, no acaba de funcionar como escena de comedia, que parece ser lo pretendido, lo que deja a uno con un sabor muy extraño en la retina.

¿Qué nos queda entonces? Por una parte una serie de memorables escenas, casi todas ellas protagonizadas por el personaje de Laurence Olivier (el histórico General Burgoyne), y por otra una película, en conjunto, deslavazada, y a ratos un tanto confusa para quienes no estamos familiarizados con la guerra entre los colonos americanos y la metrópolis británica, aunque lo realmente importante es la historia de crecimiento personal de los personajes de Lancaster y Douglas.
primo gose
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22 de febrero de 2016
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El discípulo del diablo se estrenó en España en 1960. Cuando salió de la cartelera, nunca más se reestrenó, ni ninguna cadena de televisión la emitió jamás. Simplemente, había desaparecido de la circulación. ¡Y con ese trío protagonista! De repente, la semana pasada la vi en las estanterías de mi camello, y mis manos se precipitaron temblorosas hacia ella. ¡Por fin! Se basa en una obra teatral de George Bernard Shaw, ácido dramaturgo irlandés, ganador del Nobel de literatura y del Oscar por el guión de Pigmalión, hazaña notable y no repetida. El discípulo del diablo transcurre durante la Guerra de la Independencia norteamericana y no ahorra críticas a los británicos. Un ministro anglicano y la oveja negra de una familia local entran en contacto, con la hermosa esposa del primero en liza (maravillosa Janette Scott), y ambos descubrirán que habían seguido caminos equivocados. Rodada con agilidad por Guy Hamilton, futuro director de cuatro cintas de James Bond, que la despoja de su lastre teatral, con una preciosa fotografía en B/N de Jack Hildyard y una inspirada banda sonora del gran Richard Rodney Bennett, la película fascina por su ritmo de ballet y la interacción entre sus principales personajes. Kirk Douglas, como siempre "bigger tan life", nos seduce con su energía y vitalidad arrebatadoras; Burt Lancaster se muestra comedido, como corresponde a su personaje clerical, hasta que se suelta el pelo y nos recuerda que él protagonizó El halcón y la flecha y El temible burlón, por citar sólo dos de sus grandes logros; y Laurence Olivier transmite la flema y el cinismo británicos que tan bien confluían en determinados papeles memorables (La huella, sin ir más lejos). Janette Scott está para comérsela, y Harry Andrews carga con un cometido tirando a ridiculín. En resumen, un agradable descubrimiento, aunque siempre quedará la duda de por qué tardó tantos años en emerger de nuevo a la luz.
Eduardo
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10 de enero de 2020
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Agradable y simpática película que mezcla heroicidades varias en el marco de la guerra de la Independencia de EEUU, con ciertas dosis de drama y comedia, resulta bastante entretenida, sobre todo, por los ingeniosos diálogos de un guion adaptado de una obra de Bernard Shaw, ese hábil dramaturgo teatral autor de Pygmalión entre otras excelsas obras.
Naturalmente, el trío de protagonistas que posee la cinta, también contribuye a que la película suba muchos enteros.
Originalmente dirigida por Alexander Mackendrick ( Chantaje en Broadway, Viento en las velas...), vino a sustituirle poco después Guy Hamilton en la dirección y, creo, que la película se vio resentida por este hecho.
Efectivamente, la cinta adolece de cierta irregularidad, así como de algunos saltos de tono en su estilo.
Lo que comienza como un drama bélico con cierto aire juvenil, de pronto, pasa a ser una comedia con nuestro Lancaster al más puro estilo aventurero.
Todo ello de una manera un tanto brusca sin solución de continuidad en la trama del film, haciendo que el espectador se desoriente un poco, ante el cambio de registro.
Diríase, que Mackendrick pretendiera darle un tono más adulto y serio, bien aderezado por la excelente ironía que impregna el film, pero que luego Hamilton, decidiera darle un giro más adolescente y desenfadado, bañando de ingenuidad lo que había comenzado con cierta crítica. rompiendo así el discurso de la obra que adapta.
No obstante, el resultado final, si bien no entra en la categoría de las grandes, es de una cinta muy divertida que no hay que tomarse en serio y que posee momentos de altura.
Siempre es un placer ver a estos tres monstruos de la interpretación. Los diálogos son muy buenos y bien defendidos. La ambientación muy bonita y, sobre todo, te hace pasar un buen rato sin pretensiones. Recomendable.
Izeta
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20 de julio de 2016
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
128/11(14/07/16) Atractivo film de Guy Hamilton y del no acreditado Alexander MacKendrick, teniendo un trío protagónico de campanillas en Burt Lancaster, Kirk Douglas y Laurence Olivier, lástima que en su indefinición entre la comedia y el drama pierde poder de sugestión, seguramente debido esto al cambio a la semana de rodaje del director Mackendrick, el que seguro que dotó de humor cínico al relato, por un artesano Guy Hamilton. Es una coproducción entre la compañía de Burt Lancaster Hecht-Hill-Lancaster (HHL) y la de Kirk Douglas, Bryna, la United artists estaba asociado a ellos, y estos no concedieron el gusto de que fuera en color, ello debido a que en sus anteriores films se habían pasado del presupuesto, Kirk Douglas por su reciente éxito en “Vikingos” se reservó el mejor papel. Guión de John Dighton (“Ocho sentencias de muerte”, “El hombre vestido de blanco” o “Vacaciones en Roma”), y Roland Kibbe (“Una noche en Casablanca”, “El temible Burlón” o “Veracruz”), adapta la obra teatral del irlandés George Bernard Shaw (“Pygmalion”, “Cesar y Cleopatra” o “My fair lady”), que pretendía urdir una sátira sobre la Revolución Americana, alterna buenos momentos con otros torpes, de ahí su extraño tono cambiante del aire trivial cómico, al dramático, esto hace que el espectador se sienta desorientado, aunque es de agradecer que un argumento teatral no se acartone en un escenario reducido, al contrario, expande su relato por varios escenarios, con muchos extras, con incluso una batalla, haciendo muy dinámico y fluido la evolución.

Estamos en plena guerra de Independencia USA en New Hampshire, en un pueblo, Websterbridge, un reverendo, Anthony Anderson (Burt Lancaster), intentará en vano que el ejército inglés cuelgue a un inocente en Springtown, los británicos no dejaran que la familia se lleve el cuerpo, pero su díscolo hijo, Richard Dudgeon "Dick" (Kirk Douglas), robará el féretro por la noche para trasladarlo a su pueblo. “Dick” es un rebelde ateo, cínico que disfruta alardeando de su apostasía, esto enfurece a la esposa del párroco, Judith (Janette de Scott). El testamento del padre de “Dick” prepara sorpresas que abominan a la viuda (Eva Le Gallienne). Importancia tendrá en el relato el General Burgoyne (Laurence Olivier).

Un film entretenido, ameno, con toques originales, como el recurso de la animación con marionetas sobre un mapa en 3D de lo que sucede en la campaña militar, su escaso metraje (apenas 80 minutos) no da pie al mínimo aburrimiento, derivando en una trepidante odisea, con momentos de aventura, de comedia, de romanticismo, de belicismo, de sátira, con diálogos sabrosos, con situaciones divertidas, con un increscendo dramático interesante, con duelos actorales de fuerza. Pero orgánicamente adolece de solidez, deja destellos de inspiración, pero salpicada de desequilibrio, llegando a confundir en sus vaivenes de género, ejemplo es que muchas escenas por si solas quedan bien pero sumadas quedan algunas irregulares, ejemplo es su desentonante secuencia en que el reverendo en el cuartel inglés trata de hacer explotar el polvorín de los casacas rojas, tramo propio de un comic, se pierde toda la seriedad, con un slapstick propio del cine mudo, esto muy jocoso, pero queda extraño orgánicamente.

Tampoco suma que se trata al espectador como versado en el conflicto de los colonos americanos contra el Imperio Inglés, nos muestran el conflicto de un modo algo acartonado, donde los ingleses son desalmados que ejecutan a cualquiera por el mínimo delito, además de comportarse de modo harto flemático, en algún caso exhibido (como en su desenlace) como estirados tontos, y los colonos rebeldes sufren su dura represión y es por ello que intentan echarlos de allí. Sobresale en la cinta el arco de desarrollo de los dos principales personajes, el reverendo y “Dick”, los dos siguiendo caminos paralelos, por las circunstancias saldrá a flote su verdadera personalidad, la que surge en los peores momentos y que define el carácter verdadero, el crecimiento humano, unos sacrificándose por un “supuesto” bien mayor, y el otro, un pacifista convencido embarcado en una contrarreloj para pagar una deuda moral en la que deberá cruzar la línea del manso para ser un “guerrero” convencido, lástima que esto nos llegue demasiado a empujones, sin gradualidad, quedando algo forzado, estos defectos mencionados restan intensidad y tensión para elevarse más. Tara es el a trompicones desarrollo de Judith, que pasa de odiar a “Dick” a desvivirse por él en apenas poco tiempo, derivando en un epílogo harto grimante (spoiler).

Kirk Douglas borda su personaje, su enérgico, vivaraz, pícaro, y a la vez noble de corazón, desbordando vitalidad, alegría, empatía, un Titán que sabe modular su gestualidad y mirada de modo sobresaliente. Burt Lancaster baila con la más fea en un rol más mesurado, pero que el actor se impone con carisma y raza hasta desembocar en rush final resplandeciente de vigor. Entre 1948 y 1986, Kirk y Burt hicieron 7 películas juntos, formando una de las parejas Icónicas del Séptimo Arte. Sir Laurence Olivier se impone con su majestuosidad regia, con elegancia y don de flema, con frases ácidas revestidas de punzante realidad, excelente. Janette de Scott encarnando a Judith queda bastante atropellada con unba personalidad demasiado voluble para crear emociones en el espectador.

Puesta en escena más que correcta con una apreciable dirección artística de Edward Carrere (“”Al rojo vivo”, “Chantaje en Broadway” o “GGrupo salvaje”), y Terence Verity (“Pánico en la escena”), rodándose paradójicamente en vez de en USA en Inglaterra, en exteriores de Hertfordshire y en los Elstree Studios, recreando con merito los escenarios reales, sus viviendas, sus interiores, los estupendos vestuarios obra de Mary Grant (“Chantaje en Broadway” o “La princesa y el pirata”). La fotografía en glorioso b/n de Jack Hidyard (“El puente sobre el río Kwai”, o “Topaz”), realiza un trabajo académico, sin dejar huella.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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