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Gente prefabricada

Drama Una pareja vive con sus dos hijos en un apartamento confortable. Un día el hombre decide marcharse. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
18 de abril de 2009
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es la primera que he visto de Bela Tarr. Sabía que es de su primera época y por lo tanto me esperaba más o menos lo que vi. En las películas hiperrealistas de Bela Tarr las mujeres hablan mucho y los hombres son muy indiferentes, eso ocurre aquí: la mujer es largamente lacrimógena y el hombre impenetrable. Es la realidad del talk show, también, un vistazo a la mugre interior, un atropello de palabras y el hombre resaltando por desaparecer. Las escenas se suceden con gracia, es decir, no es un documental plano, tiene una forma agradable. El color: sepia. Los planos: te das cuenta que no te lo muestra todo a propósito.
El final, dice sin decir. Es lo que pretende.
infausta
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12 de marzo de 2014
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Common People—

Film adscrito a una primera etapa de cine social de Béla Tarr (`Nido familiar´, `The Outsider´) en el que el realizador ofrece un escenario de problemas económicos, insatisfacciones, hijos, papel florero de la mujer y demás cotidianeidades de la clase obrera en la Hungría socialista.

Un régimen, el húngaro, repleto de matices reformistas (comunismo gulash, kádárismo) que coqueteaba con aspectos librecambistas y de economía de mercado dentro del control centralizado, asunto que observamos en los elementos consumistas que forman parte de la vida la pareja –la lavadora, la piscina, el coche, la “pelu”– y nos dan una visión socio-política, contextual más que analítica, del momento.

A propósito de esa tensión hay en el film una escena con cierta vis cómica –o irónica– donde el padre le explica al hijo las “bondades” socialistas con la desgana y descreimiento del que recita una letanía memorizada (“lo aprenderás todo en la escuela“, le dice).

Pero lo relevante es el matrimonio protagonista y su descomposición. La parte humana del conflicto.


¿Un director bajo la influencia?—

El estilo del film se mueve entre la forma semi-documental propia de la Europa del Este (perspectiva “verité” de observación objetiva y “realista”) y una agitación cassavetiana (cámara al hombro, B/N, naturalidad en las interpretaciones) mencionada frecuentemente por la crítica más como comparación, supongo, que influencia. Una mezcla de características que acaban confluyendo en el tiempo muerto como retrato íntegro de lo aparentemente irrelevante: la fiesta, el partido de fútbol-silla en la oficina, la peluquería, el sexo como mero protocolo... Es precisamente esa rutina, en un registro cuasi directo de secuencias de enorme duración, la esencia del film. La intimidad del día a día. El drama que late en lo cotidiano.

Los elementos técnicos son los previsibles. El plano secuencia típico del cine posterior de Béla Tarr es aún cámara en mano. El travelling es aún salto, desplazamiento entre rostros y cuerpos. Los primeros planos como herramienta de disección son constantes y se apunta ya, como digo, una enorme dilatación de las secuencias. Los actores asimilan los personajes con una naturalidad descarnada, sabiendo que no es el montaje sino ellos los que ordenan la escena hasta llevarla a los extremos del despojo emocional (discusiones, llantos).


Spin The Black Circle—

Al principio del film hay una escena donde la pareja discute. Luego, en un enorme flashback, el metraje retrocede hasta la celebración de un aniversario que empezará a descubrir las causas de ese desenlace. Observamos, así, una primeriza preocupación del realizador por una estructura que se cierre sobre sí misma (`Sátántangó´ y el travelling circular, el palíndromo que es `The Turin horse´, etc). Un círculo todavía prosaico, no “cósmico” ni nietzscheano, pero que asoma ya como leitmotiv narrativo.
Bloomsday
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29 de julio de 2023
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aislamiento que sangra. Dolor con sabor a vacío. Los infortunios del ser en la frontera de la no-existencia. Roles a disgusto escapando hacia rutas idealizadas. Resistencia de voz quebrada acampando con miedo intimó.

Las tres obras iniciales de Tarr mantienen un estilo y discurso únicos. Los deseos que ciertos personajes poseen en su ópera prima, aferrados a ellos como elemento de salvación, son expulsados de la idealización. La parte musical consigue más fuerza. La intensidad de las imágenes, mientras las partituras entran en escena, potencian la falta de conexión, la abrumadora lejanía del personaje.

Emisores deprimidos, incapaces de calmar las ansias de libertad que sus tópicas y predecibles vidas oprimen. Demandas de comprensión ahogadas por la adquirida educación social. Excusas que disfrazan falta de compromiso humano. Alertas de porvenir desprendido. Realidades atormentadas por el deber.

Universal y anclada en el ser.
La puerta de Tannhäuser
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28 de diciembre de 2023
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No es la película más recomendable para un sábado por la tarde, mucho menos si lo estás pasando mal con tu pareja. Como puntual ejercicio radiográfico de los sentimientos humanos en el capitalismo tardío tiene un pase, pero es evidente que su complejidad local le resta enteros para un espectador occidental. Podrá argüirse que una pareja disolviéndose en el acerbo industrial y cultural es relativamente cotidiano, pero está claro que la cinta pretende ir un poco más lejos que eso. ¿Lo consigue? Creo que no.

Para los que estén entrándole a Béla Tarr es una parada obligada, y recomendaría (por encima de esta) la película que hizo para televisión sobre Macbeth.
Prometheus27
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20 de junio de 2021
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuarto largometraje del director húngaro Béla Tarr, que se inscribe, como muy bien se ha dicho en otra crítica, en una primera etapa de cine semi-documental y social, y que se constituye, a mi parecer, como la más sólida de las que hasta ahora conforman su filmografía ( The Outsider, Nido familiar).

Gente prefabricada se erige como la película más completa de Tarr hasta la fecha, plasmando como ya hiciera Bergman en su magistral Secretos de un matrimonio, las vicisitudes de un matrimonio estándar en la Hungría comunista de la época.
Siguiendo la misma línea que en sus dos largos anteriores (cámara en mano, tono documental, ausencia de banda sonora, actores/actrices no profesionales, denuncia social...) el magyar expone, sin tapujos, como la falta de comunicación, la ausencia de empatía y la terrible opresión de un sistema inhumano y patriarcal (el hombre es explotado por el sistema, y este, descarga toda su frustración y rabia en su mujer) convierten a un matrimonio joven y con todo el futuro por delante, en un despojo lleno de violencia y desesperación.
El hombre cumple con su obligación (el trabajo) y después se desentiende de su mujer e hijos, es un egoísta empedernido, solo busca su placer y bienestar sin tener minimamente en cuenta el de su mujer e hijos, es dueño del espacio externo.
La mujer se encarga de los cuidados, de la casa, es dueña del espacio interno. Sus constantes exigencias, acaban por desesperar al marido. Es una mendiga del afecto y del amor que ella misma es incapaz de darse.
La relación se convierte, así, en una continua lucha, en un vaivén de idas y venidas, en una continua demanda de libertad (el marido que no es capaz de atender a su vulnerabilidad) y de afecto (la mujer que no es capaz de afrontar su independencia).

Gente prefabricada es una obra veraz, valiente y comprometida con la realidad de su época. Además, es una obra que desprende una fuerza y talento notables. Totalmente recomendable.
Raul
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