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Drácula

Terror El conde Drácula decide abandonar su castillo de los Cárpatos y establecerse en Occidente. Pronto conoce a una joven de quien se enamora y a la que visita por las noches. Esta alarmante situación hace que la familia de la chica busque la ayuda del doctor Van Helsing. (FILMAFFINITY)
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Críticas 57
Críticas ordenadas por utilidad
22 de agosto de 2006
65 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta gótica versión de la novela de Stoker me parece el mejor acercamiento a la figura del vampiro de la historia del cine. La magnífica dirección de Terence Fisher y las convincentes y sobrias interpretaciones de Peter Cushing y Christopher Lee hacen el resto.
La versión de Murnau, Nosferatu, nos presentaba un vampiro (conde Orlok) deforme, monstruoso, dentro de una atmósfera expresionista de gran belleza visual. Tod Browning dirige a un acartonado y teatral Bela Lugosi, muy inferior al salvaje retrato del mal que desarrolla magníficamente Christopher Lee, y que está mucho más acorde con la figura diabólica de la novela. La última película importante sobre Drácula, realizada por Francis Ford Coppola, está lejos de ser un film enteramente de terror, teniendo más elementos de cine romántico, a pesar de ser un claro homenaje al vampiro de Murnau. Por todo ello, Horror of Drácula, título original en inglés de esta obra maestra de la Hammer, es la mejor película de vampiros que he visto. Además, hay que destacar dos aspectos fundamentales de ella: el bajo presupuesto no impide realizar buen cine y la duración excesiva no hace que una película sea mejor, más bien todo lo contrario.
Finalmente, me gustaría recomendar el visionado de toda la obra del notable director Terence Fisher, que resultará muy interesante para todos los amantes del buen cine, especialmente del cine de terror, aunque algunas de sus obras no estén disponibles todavía en DVD, desgraciadamente.
jano
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22 de marzo de 2007
37 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
El realizador británico Terence Fisher demostró su dominio escénico en esta portentosa película tan llena de riqueza visual como de limitado presupuesto, al estilo de la productora británica Hammer, caracterizada por su austerirad, pero también por su manifiesta habilidad por sacar partido a todos sus recursos artistísticos (guiones, decorados, fotografia, iluminación...)
Este Drácula nos dejó grandes momentos y remodelo la imagen arquetípica del conde devolviéndole su lado más amenazante y salvaje. Lejos de los ademanes aristocráticos del monumental Lugosi de los años 30.
Fiel a la novela de Stoker se nos presenta al personaje como un monstruo con apariencia humana y fines destructivos. No existe romanticismo en sus acciones como Coppola reflejára en su autoproclamada fiel versión a la novela de Stoker. Esta obra es mas cercana en el fondo que en la forma a la novela del escritor irlandés.
Por otro lado es imposible no hacer mención a un actor como Peter Cushing que con su firme y entregada interpretación nos regala el mejor Van Helsing de todas las adaptaciones. Emocionante y visceral. Si la pueden recuperar, no se la pierdan.
Atticus Finch
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3 de septiembre de 2008
25 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es inevitable apartar recuerdos adolescentes al hablar de esta mítica película de la Hammer británica, así como de los efectos que tuvo en el universo de Drácula. Hasta entonces la imagen del vampiro era casi una exclusiva de Lugosi, a partir de este extraordinario film Christopher Lee seria la nueva cara para las jóvenes generaciones. La productora Hammer le dio un nuevo aspecto, ese look único e imperecedero de propia de la factoría británica. El Drácula de Fisher es un compendio de situaciones tensas y ambiguas que juegan con los protagonistas mezclando sentimientos de todas clases. El vampiro representado por Lee es un ser moral cuyo destino le obliga a ser independiente, a no tener una implicación estrecha con el ser humano y se ve obligado a refugiarse en sus propios instintos de supervivencia. Tenemos también a su enemigo y perseguidor más inagotable, el Doctor Van Helsing encarnado en esta ocasión por un acertadísimo y excepcional Peter Cushing, bandera indiscutible de la productora con quien realizaría innumerables películas, la mayor parte de ellas secuelas. Un brillante film, referencia de un mito del que se ha hecho todo tipo de composiciones cinematográficas, en las que destaca esta versión junto a la olvidada de Badham del 79 y especialmente la de Coppola del 92.
Jonesy
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18 de noviembre de 2020
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
H.P.Lovecraft afirmaba que la más antigua y poderosa emoción de la humanidad era el miedo, que la clase más antigua y poderosa de miedo era el temor a lo desconocido y que el aspecto más esencial para narrar una historia de miedo, era la creación de una atmósfera adecuada.

Parece que Terence Fisher conocía y ponía en práctica estos preceptos porque toda su filmografía cumple rigurosamente con este ideario y especialmente su tríptico sobre el vampirismo, formado por “Drácula” (1958), "Las novias de Drácula" (1960) y "Drácula, príncipe de las tinieblas"(1966).

Para empezar, el Drácula interpretado magistralmente por un sobrecogedor Christopher Lee, ya no es el monstruo deforme creado por Murnau en 1922, ni el seductor de ultratumba que pretendía ser Bela Lugosi en 1931, tampoco se parece al héroe romántico que Badham (1979) y Coppola (1992) crearían con posterioridad.

El Drácula de Fisher y Lee es la auténtica encarnación del mal, un mal que se expone sin tapujos ante la cámara desterrando cualquier posible interpretación psicológica, un mal explícito que muestra sin rubor los colmillos y la sangre, un monstruo astuto y cruel, sin posibilidad de redención, capaz de las mayores atrocidades cuyo único fin es saciar sus deseos de sangre.

Como encarnación del mal, podría llegar a representar el superhombre nietzscheano que renuncia a sus privilegios de clase para oponerse a las estructuras de poder político o religioso y a las convenciones sociales establecidas, intentando siempre profanarlas, transgredirlas y corromperlas, convirtiéndose así en el vehículo para descubrir la miseria de la doble moral y de la hipocresía de quienes le combaten.

En este sentido es sintomático que Drácula halle refugio en los sótanos de la mansión de sus perseguidores, donde estará más cerca de sus víctimas, encubierto por ellas mismas, a la espera del efímero momento de gozar de su intimidad antes de sucumbir a una muerte horrible y a la condena de sus almas por toda la eternidad.

Frente a él, se opone la figura del Dr. Van Helsing, un investigador del vampirismo, de tintes calvinistas, casi un inquisidor, obsesionado con la destrucción del conde y de todo lo que representa en cuanto a transgresor del orden establecido, Peter Cushing presta su imagen al científico en una interpretación magistral.

Esta dicotomía entre el bien y el mal forma parte de la esencia de la novela original de Bram Stoker, por lo que debe alabarse su fidelidad al espíritu de ésta, si bien existen diferencias en el guion por razones meramente presupuestarias que no afectan a la lealtad a la obra original, por poner un ejemplo, es más fácil (barato) que los personajes no salgan de Rumanía en toda la historia, que reconstruir en un plató, el Londres decimonónico.

El filme está lleno de hallazgos visuales antológicos como las hojas que caen en el balcón de Lucy al anochecer, anunciando la llegada de su amante infernal o el movimiento de cámara desplazándose desde el dragón de las almenas del castillo hasta la mismísima cripta, prefigurando el viaje a las tinieblas que estamos a punto de emprender, pero el aspecto técnico que distingue a los filmes de Fisher es la importancia y el uso de la iluminación y del decorado.

La paleta cromática del filme está presidida por los colores de la capa del vampiro, el negro y el rojo predominan a lo largo de todo el metraje, el negro, representa el color de la muerte, del infierno y del mal y el rojo, el color de la sangre, del fuego, de la pasión y del deseo.

La escenografía está presentada por Fisher prestando mucha atención a la tridimensionalidad, un decorado laberíntico, pleno de objetos, columnas, pasadizos y recovecos, situados en diversos ángulos para que, desde cualquier punto del encuadre, pueda surgir la amenaza de lo oculto.

Con este Drácula de Fisher y Lee, creado en la mítica productora británica Hammer, el cine de terror y en concreto, el cine de vampiros, alcanza su mayoría de edad, dejando de reproducir viejas y trasnochadas leyendas centroeuropeas, para profundizar en aspectos mucho más interesantes y fascinantes:

El vampirismo como motor de la subversión del orden establecido y de los valores sociales tradicionales, así como espejo deformante de la sociedad que le teme y le combate.

La concepción del mal y de lo prohibido, como elemento perturbador, al percibirse como proyección de los propios deseos culpables.

La terrible maldición que subyace tras la promesa de la inmortalidad vampírica es en realidad la horrible condena a una soledad eterna.
Maximillian
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30 de agosto de 2010
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdos de mi niñez…que impresión me dio ver esta película en su momento, en un programa televisivo llamado “La clave” y que aquella noche el tema a tratar era el vampirismo. La primera aparición de el Conde, encarnado por Christopher Lee (el Drácula por excelencia), con los ojos inyectados en sangre y enseñando los colmillos, es sencillamente espeluznante. La he revisado recientemente y me di cuenta que es un largometraje que ha envejecido muy bien y que todo su escenario gótico, las presencias de Peter Cushing y el antes mencionado Lee, hacen de este film uno de los grandes del género. Dio en el clavo el director Terence Fisher, director fetiche de la Hammer, y a la que daría más éxitos reviviendo otros personajes del terror de la Universal, como son Frankenstein, el hombre lobo, la momia,etc…Y por supuesto las sucesivas secuelas de este “Drácula”, que aunque no llegaron al nivel del original, (exceptuando tal vez la siguiente a esta, “Las novias de Drácula”,de 1960), ninguna de ellas desmerece al personaje en cuestión. Fantástico Christopher Lee, en el papel que le haría inmortal (curiosa paradoja cinematográfica), y que repetiría hasta la saciedad en años sucesivos, al igual que Cushing, en su papel de Van Helsing.
En definitiva un clásico del género que perdurara, aunque no se acerque tanto al libreto original como el Drácula de Coppola (1992), que tampoco está mal, pero que es distinto.
Una joya de la hoy en día resucitada Hammer y que precisamente el señor Lee, con The resident (2010) de Antti Jokinen, da el pistoletazo de salida a una nueva etapa, (después de casi 30 años desaparecida), a esta histórica productora. Desde aquí mis mejores deseos, a una productora que me hizo y me hace seguir disfrutando del cine.
Juggernaut
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