A Long Walk

Viaje al presente sin futuro y un pasado amargo, doloroso, dañino. Está frase sintetizaría la amalgama emocional y vivencial de la cinta nipona.
Rodada en tono calmoso. Dando tiempo a la reflexión mientras visualizas las imágenes. El dolor marca toda la historia. Personajes dolientes, inadaptados a sus realidades y sin metas. Con estos parámetros, quizá digas, jo, pues vaya amargado y triste filme. No. Bucea en los sufrimientos de cada personaje intentado una catarsis. Logra meterte desde el principio en la espiral del viaje hacía las entrañas del anciano y su anhelada liberación. Plantea preguntas. ¿ Se puede convivir con un fardo pesado, rompiéndonos la espalda? ¿Una mujer merece ser madre, si luego es irresponsable y estúpida? ¿ Los niños son las víctimas de nuestra necedad? ¿Dónde va la gente que no encaja en la sociedad? La penúltima cuestión es obvia. Las otras cada espectador sacará su respuesta.
Música e imágenes, merecen un apartado especial. Para mí, lo más destacado de la película, está lograda conjunción, con algunos momentos en que la música habla más que las imágenes, produciendo sensaciones muy profundas. Variada en sus elementos, cuerda, piano, orquestal.
En un momento de la película, la madre, dice. La educo, cómo me educaron a mí. Esa frase por sí misma resuena en la cabeza, una vez acabada la historia.
Preciosa fotografía. Un momento. Pues, cuándo están en los Alpes Japoneses. El verdor y rojizo de la flora, de una belleza que sosiega el espíritu. Aleja los demonios más encarnizados y sangrientos.
En spoiler, tres momentos.