Sin testigos

"Me parece que cada persona, en su alma, siente un sonido bien bajito, su nota musical. Si la resonancia de los actos de tal persona no coincide con ese sonido, con esa nota, esta persona no puede ser feliz".

Amenazas de rebeldía barata. Egoísmo existencial. Reproches vergonzosos. Aceptación de presentes deshonrosos. La vida se vuelve oscura con cada paso en falso. La belleza cae en pozos de olvido. Mochilas que pesan por no repartir su carga.

Que miedo da el futuro cuando la conciencia no duerme. Que vértigo da el pasado cuando eres consciente de su velocidad. No seremos eternos, pero nuestros actos traspasan generaciones.

Mikhalkov teatraliza las miserias de la separación. La vergüenza del humillado. La rebeldía hipócrita de derechos impostados. El amor del roce y la unión de lazos más allá de la sangre. El director ruso eclipsa con sus personajes y extiende su historia fuera de los márgenes fílmicos.

Sin Testigos es un caso raro de película que termina mejor que empezó. Por lo general, si el desarrollar de una cinta enseña deficiencias se espera que se profundicen hasta llegar al final. Con esta pasa lo contrario, o sea mejora a partir de la mitad.
El principio es lento y este es su gran defecto, la falta de ritmo. Lo que no sería un problema si fuera compensado por otros elementos que enganchasen. La actuación de Irina Kupchenko me parece muy superior a la de Ulyanov, que hace de su ex pareja, lo que perjudica un poco el conjunto. Pero Mikhalkov supo aprovechar muy bien los símbolos y gestos de una separación, el recurso de presentar las versiones de cada uno sobre el pasado y, sobre todo, terminó la película con delicadeza.

Una herida no resuelta del todo... con una puesta de escena asombrosamente teatral. Este reencuentro entre los integrantes de una relación amorosa queda dispuesto ante el espectador, como un paquete de pescado crudo, ensangrentado, en el plato de un niño. Los diálogos, literarios, poéticos, llenos de vida y muerte, consiguen transportarnos al amor que existió algún día, poniéndonos en la piel de los dos protagonistas, sin importar en ningún momento quién "gana", precisamente porque no puede ganar nadie.

Qué difícil es siempre volver a ver a tu antigua pareja. Aunque la cosa terminara bien, siempre uno de los dos tiene que proclamarse vencedor en la ficticia batalla de la ruptura.
Pero, tras años de separación, las heridas se van cerrando, a pesar de lo profundas que sean. Pero siempre queda la cicatriz para recordar que en un tiempo pasado se amó y se fue amado por otra persona.
Pero, cuando nos personas separadas hace años, se vuelven a encontrar, puede, y, solo he escrito puede, que en esas personas surja algo en su interior. Puede que sean los recuerdos de los buenos momentos, la añoranza de un hogar, el calor de una familia, o simplemente, el hecho de ser querido por alguien. Siempre abriga la esperanza.
Como, con tan solo dos personajes y pocos decorados de interior se puede dar vida a una historia que, en ocasiones posee una fuerza viva que te arrastra dentro de la pantalla. Y, te hace formar parte de la historia.
Ya que todos, antes o después, nos hemos tenido que enfrentar a la, a veces, incómoda situación de un encuentro con tu antigua pareja.
Esta película, ayuda a poder ponerte en la situación de la otra persona. Aunque siempre, en toda separación, discusión o dialogo, haya dos puntos de vista. No siempre tienen que ser iguales para todos.

El drama humano al desnudo. Una clara demostración de cómo el psiquismo se encuentra conformado de manera universal, sin perjuicio de las particularidades que evidencia cada grupo humano en un tiempo y lugar determinado, lo que influirá en los hechos y las consecuencias, pero los temores, los egoísmos, los celos, las envidias se encuentran presentes en todos los humanos