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Amanece (Al despertar el día)

Drama. Romance. Thriller Perseguido por la policía, François (Jean Gabin) se refugia en una casa. Mientras está rodeado, va recordando cómo los conflictivos hechos de los últimos días lo han conducido hasta la apurada situación en la que se encuentra; su pasión por la florista Françoise (Jacqueline Laurent), su compleja relación con la prostituta Clara (Arletty) y el asesinato de Valentin (Jules Berry), un extraño personaje relacionado con ambas mujeres. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
23 de marzo de 2012
42 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Le jour se léve' ('Amanece') fue una de las últimas grandes películas francesas de los años treinta. Englobada dentro del movimiento conocido como realismo poético, fue estrenada justo antes del estallido de la guerra en Europa. Poco después, Marcel Carné y su guionista, el poeta Jacques Prévert, fueron acusados de pesimismo y sus películas fueron prohibidas rápidamente por la censura militar que decía en 1940: "Si hemos perdido la guerra, es por culpa de mensajes como el de 'Quai des Brumes' ('El muelle de las brumas')". A lo que Carné respondió: "No se puede culpar a un barómetro de la tormenta".
'Le jour se lève' fue, si es posible, aún más oscura que su predecesora. Desde el primer minuto el antihéroe, un hipnótico Jean Gabin, está condenado al fracaso, su destino ya está sellado, porque la tragedia ya ha ocurrido. Esto sirve a la dupla Carné/Pévert para estructurar el guión en sucesivos flashbacks, introducidos mediante largos encadenados, que llenan el relato de amargura y fatalismo. Fue un recurso considerado demasiado moderno para la época, por lo que la productora insistió en repartir folletos entre el público para avisar de la existencia de los mismos y evitar confusiones. Dos claros ejemplos de la influencia posterior de esta estructura narrativa en el cine negro americano se pueden apreciar en dos obras claves del género: 'Perdición' (Wilder, 1944) y 'Forajidos' (Siodmak, 1946).
En cuanto al reparto, se unen a Gabin el imponente y patético Jules Berry, la lúcida Arletty (musa del director) y la ambigua Jacqueline Laurent, que describen no sólo un atormentado círculo amoroso, sino también un retrato desolador de la clase obrera.
Si la prosa de Prévert, no exenta de un lenguaje sexualmente explícito para los cánones de la época, es fundamental a la hora de dar un aire poético al cine de Carné, el toque realista viene de la mano del mítico director de arte Alexandre Trauner. El retrato de la miseria, las sombras y los bares llenos de humo que ambientan la melancólica resignación del antihéroe es sobrecogedor. Trauner fue el creador de los decorados de 'El muelle de la brumas', 'El hotel del norte' o 'Los niños del paraíso', y tras la guerra se puso al servicio de directores de la talla de Jules Dassin, John Huston o Billy Wilder, con el ganó un merecido Oscar en 1960 por su trabajo en 'El apartamento'.
Como curiosidad señalar que, debido a la popularidad que adquirió la película en su día, se realizó un remake a la americana llamado 'The long night' (Litvak, 1946), con Henry Fonda en el papel de Jean Gabin y Vincent Price como su antagonista.
SyckBoy
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25 de noviembre de 2013
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Le jour se léve” es un clásico imperecedero del cine francés, estrenada meses antes de la ocupación nazi de Francia, el filme fue prohibido por el gobierno colaboracionista de Vichy por su pesimista visión de de la sociedad francesa. Marcel Carné director de esta gran película, pertenecía junto a Jean Renoir y Julien Duvivier entre otros, a la corriente artística denominada realismo poético, compartían más que gustos, preocupaciones, temperamento o estilo, el interés por ciertos temas y climas, pero sobre todo compartían a los mismos guionistas, como Charles Spaak y Jacques Prevert. Fue un movimiento vanguardista que se recreaba en los contrastes violentos: el hombre y su aspiración a la felicidad, por un lado, y la sociedad y sus discutibles reglas, por otro.

Sus personajes no eran gente de la alta sociedad, no eran héroes típicos de las películas americanas; eran obreros, malhechores, desertores, prostitutas, criados, personajes de las clases más bajas de la sociedad. Eran películas pesimistas, que casi siempre acababan mal, pero eran verdaderamente hermosas. Concebían películas donde se enfrentaban el bien y el mal, a través de personajes malvados y otros íntegros, víctimas de un destino muy a menudo desafortunado.

Pero esta película es también una crónica de costumbres, narrada en varios “flash back” que dan a la historia un futuro oscuro y sin esperanza. Jean Gabin, el actor más importante de la época encarna a François, un obrero que se enamora de una joven y dulce muchacha, Françoise (Jacqueline Laurent) que trabaja en una floristería, pero a la vez conoce a otra mujer más madura, que tiene una visión del mundo mucho más realista. Todo se complica con la entrada en la vida del trío de Valentin (Jules Berry), un dandy amoral y mentiroso que esconde un pasado indecente.
Antonio Morales
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30 de agosto de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Descubro a Marcel Carné con esta película. Desde sus inicios en el cine mudo como ayudante de Jacques Feyder tuvo sus mejores momentos a finales de los años 30 hasta mediados de los 40 en Francia dentro del llamado realismo poético.
A pesar de que uno de sus films: "Les Enfants du paradise" fue considerado en el 90 la mejor película francesa del siglo XX, por la propia critica francesa, su figura como director ha quedado empañada por considerar Truffaut y cia que era un director muy dependiente de sus colaboradores destacados: el guionista y poeta Jacques Prévert y el director artístico Alexandre Trauner. Ambos se lucen especialmente en esta cinta sobre todo Trauner cuyos entornos quedan en nuestra memoria más allá del contenido de la historia.
A falta de tener una visión más general de su obra no me parece que Carné sea eso que eufemisticamente han dado en llamar: "un artesano". Su movimiento de cámara, sus encuadres y sus decisiones narrativas como los fundidos que nos llevan a una acertada utilización de los flash backs quizás demasiado moderna para la época, cambios de eje, primeros planos, etc ponen de manifiesto que sabía lo que hacia y lo hacia bien.
El reparto resulta eficiente y equilibrado destacando un Jules Berry teatral que compone un personaje inolvidable y como anécdota, una fugaz aparición de un joven Bernard Blie que comenzaba a hacer sus pinitos en la pantalla.
No me acaba de quedar claro el trasfondo de la historia de Jacques Viot, por mucho que algunos personajes sean metáforas de la realidad social del momento, ni los auténticos motivos que mueven a sus personajes, pero la forma de contarlo es hipnótica convirtiéndose en un puente sólido que enlaza y amalgama muchas tendencias anteriores con un futuro que aprovecharía la senda abierta.
ELZIETE
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1 de septiembre de 2019
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupendo ejemplo del conocido como realismo poético francés, “Le jour se lève”, indistintamente conocida en España con los títulos de “Amanece” o “Al despertar el día”, constituye una de las cumbres del mítico Marcel Carné y quizás junto con “El muelle de las brumas” la cinta que mejor define el particular e irreal lenguaje del sublime autor francés, cine con el que se refleja la sordidez y la mezquindad humana, pero desde el ámbito artístico adorador de lo bello.

Con independencia del mensaje político (recordemos la época en la que se rodó, el albor de la II Guerra Mundial) y de los avatares consecuentes en su distribución (prohibición por el Régimen de Vichy) y no tan consecuentes con la postura social del filme, ya que la productora del "remake" americano, la RKO, años más tarde intentó destruir todas las copias para no tener competencia, “Le Jour se lève” es una obra significativa no ya sólo por las interpretaciones de su cuarteto principal: un sobrio Gabin frente al malvado Valentín, un Jules Berry sobreactuado, y también el dúo femenino integrado por la natural Arletty y la joven cándida Jacqueline Laurent se hace acreedor a los elogios. Pero el filme es relevante, también y sobre todo, por las confluencias evidentes con el territorio del cine negro, desde el rol que desempeña el destino en el devenir de los acontecimientos, pasando por la utilización de planos cenitales y sin olvidarnos de esas escaleras "langianas" o de la persecución policial con gases lacrimógenos, aspectos que hacen pensar en el cine negro más estilizado a pesar de que el elemento criminal no es el que hace progresar la ficción. Elementos, todos ellos, que se refuerzan con los expresivos decorados de Trauner para exhibir la atmósfera opresiva que domina la historia.

Las miserias humanas y la inmundicia son retratadas en el cine de Carné desde la serenidad pictórica de los clásicos resultando por tanto inquietantemente atractivas y hermosas a los ojos del espectador, su cine es una poesía del romanticismo abstracto y exacerbado en la que el exterior únicamente sirve de decorado artificial para que broten en su simiente todas las emociones restringidas por los convencionalismos sociales que no son más que obstáculos que impiden el desarrollo y la felicidad de los desgraciados personajes que habitan el biotopo existencial idealizado por Carné. Estas son las cualidades que mejor describen a “Amanece”, consiguiendo retratar a través de una desgarradora historia, plena de romanticismo, los infortunios que padecen los perdedores del sistema, que malviven en un decadente y deprimente hábitat urbano, y cuyas desventuras se hayan motivadas por unas irreflexivas decisiones, siendo el amor el principal motor que debe guiar las vivencias de los personajes.

Todo un auténtico poema visual de una inusual belleza pictórica gracias a la portentosa fotografía e iluminación aportada por Curt Courant, sin duda uno de aquellos grandes directores de fotografía de origen alemán que aprendieron el oficio en la escuela expresionista germana y que tras el alzamiento del partido Nazi en la Alemania de entreguerras abandonó su país natal para aportar su talento en obras maestras como “La bestia humana” de Renoir o “Monsieur Verdoux” de Chaplin por poner dos poderosos ejemplos.
Juan Marey
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29 de septiembre de 2017
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine puede ser visto desde muy diversas perspectivas (argumentales, técnicas, narrativas, morales, políticas, sociológicas…) y el cine clásico, en particular, puede ser visto, además, desde la perspectiva espacio-temporal, mediante la cual puede definirse su permanencia en el tiempo, su anclaje en una época bien establecida o su entrada en completo desuso técnico-argumental, ya sea por la calidad de sus recursos formales, la aplicación del lenguaje puramente cinematográfico o desde su apoyo argumental, en razón de los avances culturales dados hasta el presente.

Una película como “AMANECE” que, en las enciclopedias y revistas especializadas, se asumió en su tiempo -y aún después- como un filme digno de incluirse entre los grandes clásicos: “Describe con eficacia el clima de pesadilla que se cierne sobre Europa en vísperas de la II Guerra mundial” (¿?), “La unidad formal de Le Jour se Lève que procede de su estructura dramática (…) hace de esta película un clásico”, “Fuerte ejemplo del realismo poético de la escuela francesa” … vale ahora, mirarla desde la perspectiva espacio-temporal y también técnico-argumental, con lo que podremos concluir si sigue, o no, siendo un gran clásico.

En tiempo presente, François, un hombre de mediana edad que acaba de dispararle a otro, se encierra en su pequeño apartamento, decidido a no dejarse atrapar tras la llegada de la policía a la cual espanta a tiros… viéndose, luego, rodeado y sin salida, pues, el hombre al que disparó muere al rodar por las escaleras. El escaso tiempo que le queda, el hombre lo aprovecha para recordar los hechos que lo fueron llevando hasta este deplorable día, y entonces, conoceremos su particular romance con una muchacha llamada Françoise.

La relación se desenvuelve en una suerte de cuarteto amoroso, pues, la chica tiene una extraña relación con Valentine, un domador de perros bien entrado en años, y la compañera de labores de éste, Clara, resultará prendada de François y él también de ella.

Desde la escena de las escaleras, el filme comienza a resentirse ahora, pues, la manera directa -sin efecto alguno- como el director, Marcel Carné, encuadra este hecho, lleva a que el impacto dramático resulte bastante pobre. Las huellas de los balazos en la puerta -que vemos mucho después de que François dispare-, más intragables aún, pues, es evidente que se hicieron con un taladro y de afuera hacia adentro... ¡y mejor ni hablar del procedimiento de la policía a lo largo de la película, porque -por ajustarse al tiempo narrativo- el director les hace lucir de una incompetencia que da ganas de llorar!

Cuando comienza la historia de amor entre el rústico François y la muy bella y delicada Françoise, comenzamos a sentir que, el personaje masculino resulta bien poco simpático, desde el mismo momento en que se dispone a seguirla y cae rendido a los encantos de Clara. No tardamos en comprender que, entre los hombres no hay ninguno con el que sea posible conectar… y son las mujeres las que, con su belleza, carácter y definición, imponen algo de luz a esta amarga y trágica historia, que tan sólo consigue demostrar lo poco que los hombres se merecen a las mujeres, por la manera casi siempre burda y abusiva como sostienen las relaciones.

La escena del asesinato, vuelve a dar prueba de una planificación que, además de acomodada, luce ahora bastante injustificada, pero, esto último se explica por las reservas de lenguaje que había que guardar en aquella época… y toca suponer que fue, por mucho más, que Valentine se mereció el disparo.

Jean Gabin, luce algo pesado como el tosco enamorado con mucho de explosivo y poco de romántico, pero mejor están, Arletty, como la hembra de muy preciso nombre: Clara. También, Jules Berry, refleja un gran histrionismo representando al domador de perros que también intenta domar a los hombres; y Jacqueline Laurent, como Françoise, llena la pantalla con su clásica belleza y con esa personalidad que somete a cualquiera.

Con estos elementos, ¿“AMANECE” conservará aún el calificativo de gran clásico? Yo creo que no.
Luis Guillermo Cardona
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