El cine clásico estadounidense se caracteriza por una excesiva inocencia que, normalmente, no me afecta, puesto que las películas se suelen apoyar en grandes guiones, en magníficas actuaciones y, sobre todo, evitan el drama como eje central.

La vida del protagonista está, por definición, marcada por el odio y la amargura. Una vida triste llena de problemas e insubordinaciones. De esto, su vida, trata el film, desde los comienzos hasta el culmen.

El guión se apoya demasiado en la demagógica madre, todo el drama que representa la vida del protagonista no es creíble, por muy basado que esté en hechos reales. Tanto la censura por un lado, como la sensiblería de Hollywood por el otro, transforman la vida de este Rocky en un entrar y salir de cárceles, reformatorios y demás instituciones peninteciarias, más parecidos a parques de infancia que a prisiones federales, por la ingenuidad de sus protagonistas. Su paso por el ejército es casi cómico, además rezuma demasiado patriotismo. El boxeo que allí aparece es tan amateur que hunde toda posibilidad de implicarse.

Newman, como casi siempre, realiza un buen papel, pero el contexto del filme consigue que sus actos pierdan sentido. Creo que no hay actor que pueda destacar sobre cimientos tan endebles.

Película entretenida, para pasar el rato sin problemas. Se agradecen muchos de los clichés pugilísticos, fuente de inspiración de tantas películas. Sin embargo, el boxeo es un deporte rudo, cruel, fuerte y la candidez sobra.