Escuadrón de la muerte

Director de fotografía, productor y ocasional director, Dan Krauss acumula una sólida y extensa carrera que se remonta hasta 2004. Como director, aún se recuerda sus potentes documentales "The Kill Team", centrado en los crímenes cometidos por un grupo de soldados estadounidenses en Afganistán, y "5B", que proponía un viaje a los años más duros del SIDA, los años ochenta, para recordar el trabajo realizado en la lucha contra la enfermedad en el Hospital General de San Francisco.

Krauss regresa a Afganistán con su primera película de ficción, "Escuadrón de la muerte", cuyo título original es el mismo que el de su primer documental, lo que da una idea meridiana de las intenciones del cineasta, quien busca volcar una mirada nueva a las actividades de los soldados en la guerra de Afganistán.



Lo cierto es que el autor ha perdido un poco de nervio en esta traslación de la historia. Queda muy clara la intención de denuncia ante las atrocidades perpetradas por los soldados estadounidenses, pero, al contrario que en su documental, Krauss concreta demasiado la brutalidad y la ignominia en los personajes elegidos. Su mirada no incluye análisis globales y queda ausente la reprobación ante la presencia misma de un ejército invasor o ante las causas que llevaron a estas desdichas. Por otro lado, el papel jugado por los ciudadanos afganos está, si no ausente, sí desdibujado, casi como una sombra que ocasionalmente irrumpe en el relato. De este modo, y pese a sus buenas intenciones, Krauss cae en el pecado de tantas películas bélicas que quieren ser críticas: la personalización de la injusticia en los individuos, no en los colectivos, en las acciones particulares, no en los planteamientos globales.

Uno de los problemas principales de "Escuadrón de la muerte" radica en un guion que traza a sus personajes desde el esquematismo, ya que Krauss está más interesado en las acciones que en los diálogos. Ello resulta más evidente en los dos protagonistas principales, el malvado sargento que interpreta Alexander Skarsgard, un tipo de una pieza, monolítico y sin dobleces, y el novato sobre el que recae la toma de conciencia ante la brutalidad de sus compañeros, encarnado por Nat Wolff, cuya funcionalidad resulta evidente: en su mirada habrá de recaer la del espectador.



Krauss filma con cierta solvencia las secuencias bélicas y se percibe su intención de dotar de intensidad a sus imágenes, aunque no puede evitar mostrarse dubitativo durante todo el metraje, casi como buscase el pulso de la narración sin encontrarlo plenamente, lo que se traduce en demasiadas caídas de ritmo. También se nota a las claras la apuesta del debutante por la seguridad visual, por una especie de uniformización de las secuencias, de los encuadres, de los movimientos de cámara, en la que el autor parece encontrar refugio: los primeros planos y la anulación de la profundidad de campo.

En cualquier caso, bienvenida sea una película que no se refugia en medias tintas, que no amaga, sino que golpea, y que pretende un retrato del bestialismo humano que no se escuda en coartadas. El retrato que plante "El escuadrón de la muerte" de su rebaño de soldados, el trazo que realiza de sus siniestros componente, unos matarifes sin ambages, resulta finalmente tan sórdido como contundente, por más que la película no alcance metas mayores.