Cristal Oscuro: La era de la resistencia (Serie de TV)

En la magnífica "La invención de Hugo" (2011), Martin Scorsese nos ofrecía su romántica visión del cine pretérito desde el punto de vista de un niño que no sólo asistía a la sala oscura a dejarse transportar a otro mundo -y tiempo- viendo a ese Harold Lloyd colgando del reloj en 'El hombre mosca' (Safety Last!, 1923) sino que coincidía en el tiempo con el mismísimo Georges Méliès. Scorsese tendía así una mano a los orígenes del séptimo arte centrando parte de su narrativa en contar cómo ese hombre trabajaba en su estudio, consiguiendo crear magia con elementos del día a día y dándoles vida propia en sus modestas producciones, que a la postre y más de cien años después, siguen siendo profundamente fascinantes.

La premisa de la que parte "Cristal Oscuro: La era de la resistencia" es similar. Recuperar una forma de contar historias que está tristemente olvidada, rendir un tributo a una figura clave de la formación cinéfila de millones de personas, Jim Henson, y de paso ampliar y expandir el universo iniciado en el clásico de la fantasía "Cristal oscuro" (1982), dirigido por el propio Henson y Frank Oz. Y lo que podría haber caído en una simple excusa para capitalizar la nostalgia se descubre como una carta de amor a la narración, en un trabajo tan minucioso, elaborado y arriesgado, en pleno 2019, que sólo cabe aplaudir la entrega de todos sus responsables por sacar algo así adelante en un momento como el presente.



Si "Cristal Oscuro" nos transportaba a su mundo de fantasía a través del uso de marionetas y efectos prácticos, "La era de la resistencia" hace lo mismo pero lo multiplica por cinco, entregando casi diez horas de metraje que no pierde su capacidad de fascinación en casi ningún momento, y que aprovecha la historia de cómo sus temibles Skeksis atormentan a los Gelfling para hablarnos, en realidad, de temas mucho más universales. La oscura fantasía que azota el mundo de Thra, como toda buena ficción que trate de expresarse y posea una voz distintiva, nos habla de nosotros. De la explotación de los recursos naturales, de pisar a los de abajo, de cómo esa resistencia puede comenzar desde el más pequeño de nosotros y cómo ese viaje del héroe que se realiza en la historia no es más que, en realidad, la simple búsqueda de la dignidad.

"La era de la resistencia" trabaja con su iconografía para, a la manera de Pixar o el film original (y la fascinante "Dentro del laberinto", también de Henson), hablar de temas adultos, crudos y profundamente humanos. Tenemos a marionetas en un mundo de fantasía; pero sobre todo, pasados los primeros minutos de adaptación, contamos con personajes profundos, bien desarrollados. Y es ahí cuando la serie despega, cuando consigue que dejes de fijarte en detalles superficiales porque su historia te ha atrapado, cuando la música de Daniel Pemberton comienza a sonar y sientes que estás viviendo en ese mundo, a la manera en la que Howard Shore nos transportaba a la Tierra Media con sus partituras para la trilogía de "El Señor de los Anillos".



Y mención al margen merece el director de los diez episodios, Louis Leterrier. Si este año hemos visto cómo Craig Mazin (director de "Superhero Movie") sobresalía contando una historia seria, adulta y aterradora como "Chernobyl", lo que hace Leterrier es similar. Pasa de director sin excesiva personalidad a un artesano capaz de aprovechar cada elemento para dejar secuencias absolutamente formidables, momentos de intimidad en los que sus personajes respiran, viven, hablan y se limitan simplemente a existir, a gozar. Todo esto se cuenta mucho más en detalle en el notable e imprescindible documental sobre la creación de la serie que se encuentra disponible en Netflix, "La llamada del Cristal", 80 minutos en lo que es imposible no sentir la pasión de sus protagonistas al dar vida a una producción de esta envergadura.

En resumen, el mayor logro de "Cristal Oscuro: La era de la resistencia" pasa por haber conseguido lo imposible: capturar la esencia de la fantasía atemporal, transformarla y adaptarla al formato episódico y en el proceso sentirse pura, arriesgada y valiente, todo al mismo tiempo. Un tributo a una forma de contar historias ya olvidado y un regalo para los fans de la obra original. Sin duda Jim Henson la habría disfrutado.