Haz click aquí para copiar la URL

¡Shazam!

Fantástico. Comedia. Acción Cuando Billy Batson (Angel), un chaval de acogida de 14 años que ha crecido en las calles, grita la palabra 'SHAZAM!', se convierte en el Superhéroe adulto Shazam (Levi), por cortesía de un antiguo mago. Dentro de un cuerpo musculoso y divino, Shazam esconde un corazón de niño. Pero lo mejor es que en esta versión de adulto consigue realizar todo lo que le gustaría hacer a cualquier adolescente con superpoderes: ¡Divertirse con ellos! ... [+]
El chico que pudo ser superhéroe
Las reglas del juego son las siguientes: al gritar el acrónimo “Shazam”, te conviertes en un ser extraordinario. En la suma orgánica y optimizada de seis héroes y dioses de la antigüedad, cuyos talentos han sido preservados para toda la eternidad, esperando a ser transmitidos a alguien digno de todos ellos. De modo que al pronunciar el conjuro, puedes adquirir, ipso facto, la sabiduría de Salomón, la fuerza de Hércules, la resistencia de Atlas, el poder de Zeus, la valentía de Aquiles y la velocidad de Mercurio.

La idea de base es, por supuesto, un delirio. Una fantasía que solo podría ser aceptada y procesada en la mente de alguien que crea en la magia como una realidad científica. Para que la propuesta fructifique, se necesita pues la complicidad incondicional de un chaval. De ese crío que todos llevamos dentro. De ese ser insaciable que nos pide, constante e irreflexivamente, huir de la triste, gris, fría y decepcionante realidad, a través de su vía de escape favorita. Ahí entra en juego la mitología moderna: la superhero movie. Ese panteón de divinidades que viven entre nosotros, y que nos rescatan de los peligros más temibles, y que brillan como un faro en plena tempestad, indicándonos el camino a seguir para dejar atrás las adversidades.



El adulto en el que nos hemos convertido, se acerca a dichas figuras primero con escepticismo, y luego con las dudas (morales y existenciales) que debe despertar la convivencia con ellas. Mientras tanto, el niño que sobrevive en nuestro interior, babea ante el escenario de estar en su compañía... y casi se desmaya, de pura emoción, ante la posibilidad (remota, pero posibilidad, al fin y al cabo) de convertirse en una de ellas. A esto los cínicos lo llaman ingenuidad. Otros prefieren hablar de pureza de corazón, incluso de fuerza de espíritu.

Estas dos virtudes son, precisamente, los requisitos sine qua non que deben definir al héroe de esta función, y que tienen que ayudarle a derrotar al mal absoluto: un adulto al que se le negó la posibilidad de ser niño, y que consecuentemente, se ha erigido en portador de los siete pecados capitales. Suerte de plaga andante que encarna la desilusión de una etapa vital (la maldita madurez) irremediablemente marcada por la pérdida de un tesoro que ya no se puede recuperar. Esto es, el sentido naïf del mundo; la noción despreocupada de la vida, en la que la diversión es la causa, la consecuencia, y además está libre del contrapeso de la responsabilidad.


Éste es el conflicto planteado en ‘¡Shazam!’. Al mismo tiempo, es el combustible que alimenta la confirmación de la ruptura del DC Extended Universe con la herencia primigenia de Zack Snyder. Muy atrás queda, ahora mismo, la oscuridad y gravedad de los enfrentamientos y alianzas entre Batman y Superman. El camino iniciado por el ‘Aquaman’ de James Wan lo concreta David F. Sandberg con una película que, sin vergüenza alguna, establece edades máximas para su disfrute. Porque uno también se lo puede pasar en grande aborreciendo el sabor de la cerveza.

Para entendernos, si estuviéramos en el instituto, miraríamos hacia cursos incluso inferiores a los del Spider-Man de Tom Holland. Y a mucha honra. Ya desde su fulgurante prólogo, el director sueco usa el ritmo narrativo trepidante, la paleta de colores vistosos y la lista de reproducción reconocible como súper-poderes que hagan crecer su cine, hasta acercarlo al de titanes del cine-espectáculo moderno como Edgar Wright, o Matthew Vaughn. Sandberg tira de artificio cinematográfico (desbordante pero no saturado) para que cada estímulo haga el mismo llamamiento al entretenimiento más desenfrenado.




A una alegría omnipresente en el conjunto, que dice conectar con el espíritu inocente (y por esto reivindicable) del último Joe Cornish, pero que en realidad se refleja mucho más en las enseñanzas del James Gunn más popular. Es el vandalismo para todos los públicos; es el cine de género tratado con conciencia de sit-com. Cada frase, puñetazo y pirueta imposible están descaradamente diseñadas para encontrar la risa como respuesta al otro lado de la pantalla. En este sentido, la simpática composición de Zachary Levi como inflado alter ego de Asher Angel recuerda, en ocasiones, a esos cómicos que empañan una buena broma con la búsqueda demasiado invasiva de la complicidad del público.

Afortunadamente, prevalecen unas intenciones que jamás son traicionadas, y que además son rematadas en un último acto que, sorpresa, no cede a las demandas glotonas del cine palomitero. Se mantiene siempre la escala humana; nunca se pierde la sonrisa. Durante el camino, topamos con ecos de ‘Big’, de Penny Marshall, o de ‘Todo en un día’, de John Hughes, aventuras más o menos fantásticas que nos invitaban a enfrentarnos al mundo con los medios de los mayores, pero con la mentalidad libre de una juventud incorruptible. ‘¡Shazam!’ se aplica estas lecciones, y declara que la única obligación con la que llegan sus poderes, es la de compartir. Porque así se multiplica la diversión, y así se espanta el pecado más terrible de todos: hacerse adulto.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)
arrow