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Enemigos íntimos

Thriller. Drama Driss y Manuel son dos amigos de la infancia que acaban tomando caminos distintos: Manuel eligió el tráfico de drogas, mientras que Driss se hizo policía. Cuando uno de los tratos de Manuel sale mal, los dos hombres se reencuentran y descubren que se necesitan el uno al otro para sobrevivir en sus mundos. (FILMAFFINITY)
Crudeza urbana
Los títulos de crédito de "Enemigos íntimos" entrecortan las imágenes de una redada policial, filmada cámara en mano, para mostrar los nombres sobre fondo negro del director y de los actores protagonistas. Un pequeño prólogo que sirve para marcar el tono de una película que caminará entre la crispación y el apresuramiento. La tercera obra de David Oelhoffen es un filme policíaco al que cierta crítica ha situado bajo el abrigo del tradicional 'polar' francés. Sin embargo, está lejos del género tanto por intenciones como por puesta en escena. "Enemigos íntimos" rehúye los códigos de los filmes de Henry Verneuil, José Giovanni o Jean-Pierre Melville. No existen aquí los personajes fatalistas o lacónicos ni el ascetismo de sus imágenes, en las que el fuego hervía bajo una apariencia de gelidez. Al contrario, Oelhoffen llena a conciencia de calambres su puesta en escena y filma con una mirada acelerada, casi con la intención de capturar con urgencia momentos, instantes.

El punto de partida es clásico: dos amigos de la infancia, criados en los barrios de las afueras de París, toman caminos vitales separados. Manu es un traficante de drogas y Driss ha acabado trabajando como policía. El primer tercio del filme arranca con tanta potencia como precisión: un confidente de Briss que ha sido asesinado, una transacción fallida de cocaína provocada por una traición y el inmediato e inevitable deseo de venganza formarán el músculo narrativo de un devenir dramático que reunirá a los dos viejos amigos para, claro está, enfrentarlos.



Pero David Oelhoffen quiere ir más lejos e incluye bajo la trama policíaca una reflexión sobre las huellas de la identidad, una consideración sobre la idea de la pertenencia en un mundo globalizado, en una sociedad marcada por la insolidaridad y el arribismo. De ahí la potencia del retrato de los dos protagonistas, acentuada desde los primeros minutos. Sus dos opciones de vida han dado como resultado dos entornos opuestos. Manu vive en el interior de un clan y Driss es un solitario, aunque trabaje en grupo. Quien optó por la legalidad está solo, mientras que quien eligió el camino de la delincuencia siempre se encuentra arropado por una suerte de familia unida por su actividad criminal. Oelhoffen se encarga de resaltarlo con las presencias femeninas que dan forma al entorno del clan de Manu, siempre en segundo plano, pero siempre permanentes. En torno a una de ellas, Oelhoffen incluye una secuencia breve, pero filmada con mano maestra: la visita de Driss a la esposa de su confidente Imrane, que mantenía una doble vida como socio de Manu y que ha salido malparado en la frustrada venta de droga encabezada por este. Un momento de cine de apenas dos minutos que se mueve fuera de los cánones, que deposita en su puesta en escena la carga emocional de las imágenes y que ahonda en la turbación para escapar de unos diálogos que no llegan a pronunciarse.

El nervio cómo director de David Oelhoffen se concreta en rotundas 'set pieces', como la que muestra el ataque a tiros a Manu y su lugarteniente, una secuencia febril que comienza en el interior de un coche y que se estira hasta que la violencia estalla, con el asfalto de las calles en primer término, rodada con una combinación de cámara en mano y planos muy cortos, ardientes, hasta culminar en un impactante plano cenital que llena de dramatismo el contenido de la imagen. Imagen pura, urgente, captada por un cineasta que cree en la energía de su mirada.



Es cierto que "Enemigos íntimos" incurre en algunas convenciones de guion que constriñen un tanto su desarrollo dramático, pero la potencia visual de sus imágenes trasciende cualquier tópico presente en la trama. La película derrocha energía y, en ocasiones, pelea contra sí misma, contra los códigos del cine policíaco, en busca de un retrato fresco y apremiante. Por ello, "Enemigos íntimos" se cimenta sobre una constante combinación de encuadres diversos; también de secuencias sobrias y de larga duración entretejidas con otras montadas con frenesí, con ánimo colérico, con sobreabundancia de cortes…

Un ejemplo de cine que vuelca en la puesta en escena la emoción del conflicto dramático, que antepone la contundencia de la mirada al efectismo visual, el poso último del drama a las alharacas retóricas. Y que se sostiene en dos intérpretes monumentales: Reda Kateb, excelente actor de ascendencia argelina, coprotagonista junto a Viggo Mortensen de la anterior película de Oelhoffen, "Lejos de los hombres", y Matthias Schoenaerts, lanzado al estrellato por Jacques Audiard en "De óxido y hueso" y hoy uno de los actores más brillantes del cine francés, amparado por una imponente presencia y una ductilidad poco común. Sus personajes enfrentados en la película se encaran también gracias a sus diferentes recursos interpretativos: reconcentrado y sobrio Kateb, hiperactivo y ostentoso Schoenaerts.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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