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Serenity

Thriller. Drama El misterioso pasado de Baker Dill (Matthew McConaughey), un capitán de un barco pesquero que vive en una pequeña isla del Caribe, vuelve para atormentarle, atrapándolo en una nueva realidad que podría no ser lo que parece. Su vida tranquila desaparece cuando aparece su ex mujer Karen (Anne Hathaway) pidiéndole ayuda para ella y su hijo en común. (FILMAFFINITY)
Con Hitchcock en la recámara
"Serenity" podría ser abordada desde varios puntos de vista: como un peculiar thriller psicológico que bucea en la vida de unos personajes atormentados y extraviados, como un drama que indaga en las borrascas de las relaciones de pareja y, en especial, como un regreso a los modos del cine hitchcockiano bajo la mirada de una cierta modernidad… En todas estas categorías fracasaría estrepitosamente. De manera que se puede optar, simplemente, por verla como una película de Steven Knight… para afirmar, de nuevo, que el desastre se avecina.

Quienes seguimos la trayectoria de Knight como guionista en películas como "Amazing Grace" y "Promesas del Este" y lo descubrimos como director en "Redención", una divertida película al servicio de Jason Statham, y en esa obra maestra absoluta que es "Locke" (aún permanece como un hito su relato en tiempo real, encerrado en el escenario único del interior de un coche y con un solo protagonista), nos decepcionamos con sus guiones de "Un viaje de diez metros", "El séptimo hijo" y "Aliados" y ahora nos desmoronamos en toda regla con "Serenity", en la que ejerce ambos cometidos, el de director y el de guionista.



El problema es que Knight intenta crear una combinación de todo lo expuesto anteriormente: thriller, drama, intriga… e incluso melodrama y fracasa en todo ello. Y más aún en su afán por evocar el sagrado nombre del maestro Hitchcock, en lo que se empeña desde el primer segundo de la película, que se abre con un primerísimo plano de un ojo en el que la cámara se adentra para transformar la pupila en el fondo del mar. En medio de un ensordecedor crescendo musical que hace temer lo peor, se utiliza una cámara aérea para llegar a la barca en la que se encuentra Baker, el protagonista, capitán de un pequeño barco pesquero en una isla del Caribe. Se trata de un sujeto torturado y violento, acechado al parecer por la pérdida de un hijo (con quien se le ve en relamidas secuencias en cámara lenta que parecen rodadas por David Hamilton) y a quien se le aparecerá nada menos que su ex mujer, Karen, envuelta en una poderosa y rubia melena (Hitchcock, de nuevo). Karen pedirá a Baker que la ayude a matar a su marido lanzándolo al agua desde su barco para que los tiburones se encuentren con un inesperado alimento.

Hitchcock jamás habría rodado el posterior encuentro erótico entre Baker y Karen, explicitando lo que la actriz, Anne Hathaway, ya se había esforzado por hacer llegar desde su personaje (y si lo hubiera hecho, no habría sido con tanta torpeza); jamás hubiera retratado al marido de Karen de modo tan burdo, presentado como emblema de malevolencia y como un tipo sexualmente perverso (y si lo hubiera hecho, no habría sido de un modo tan manifiesto) y, por descontado, no habría naufragado en las caídas de ritmo que sufre "Serenity" en su desarrollo narrativo. Es más, Hitchcock no hubiera rodado un solo plano de este desastre.



El fracaso de Steven Knight comienza en un guion que camina dando bandazos: traza a dos personajes protagonistas instalados en el prototipo, sin matices y sin dobleces, abre subtramas de las que nunca se conocerá su desenlace y utiliza giros tan presurosos como forzados. El principal de ellos, instalado en la mitad del metraje, pretende revolcar el relato y solo logra adentrarlo en un solar de pasmo y estupefacción enredado en una conspiración cibernética. Y continúa con una puesta en escena mecánica, que incluye modos del cine de los noventa hoy periclitados (¡esa cámara lenta que gira alrededor de un personaje!) para una suerte de ‘neo-noir’ filmado con una mirada obsoleta.

La última media hora de "Serenity", planteada como la culminación de un creciente suspense, se convierte en una acumulación no solo de inverosimilitudes, sino de negaciones hacia lo que la película había planteado hasta entonces. Un fraude en toda regla que hace añorar los tiempos en que Knight fue capaz de crear en "Locke" un estallido de cine arropado en los mínimos elementos expresivos, tiempos que ya parecen perdidos para siempre. Los pantanosos terrenos por los que se mueve el cine contemporáneo se enfangan un poco más con esta desdichada película antediluviana y banal, una suerte de fósil en mal estado que muestra sin pudor sus achaques.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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