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La directora de orquesta

Drama Antonia Brico sueña con convertirse en una directora de orquesta, pero nadie la tiene en cuenta por ser una mujer. (FILMAFFINITY)
Cine confortable y adocenado
Antonia Brico nació en Rotterdam en 1902, pero emigró a Estados Unidos, junto con sus padres adoptivos, siendo una niña. Con cinco años, tras recibir sus primeras lecciones de piano, una idea se instaló en su cabeza: la de convertirse en directora de orquesta. Brico dedicaría toda su existencia a ese propósito, en una vida agitada que la llevó desde los Países Bajos a Estados Unidos y Alemania. Su figura preside una película que quiere ser reivindicativa y se queda en trivial, cuyo intento de convertirse en espejo de la lucha de las mujeres en favor de la igualdad vive inmerso en los patrones más rancios del 'stablishment'.

"La directora de orquesta" está concebida como un 'biopic' que finalmente tendrá mucho de hagiografía. No solo eso: sus teóricas buenas intenciones se refugian en un producto tan inofensivo como estereotipado, que sigue paso a paso los estándares del cine hollywoodiense y que no renuncia siquiera a la simpleza de entregar el personaje protagonista a una actriz que cumple los cánones de belleza requeridos por el más adocenado cine comercial. De hecho, el propio trabajo actoral de la intérprete, aunque resulte sólido, se empapa de una compostura que deja de lado cualquier atisbo de garra, de entrega abierta hacia el personaje.



En la primera secuencia de la película, encontramos a Brico, con 24 años, trabajando como acomodadora en un concierto de la Filarmónica de Nueva York. Durante el espectáculo, se refugia en los baños del local y, armada con una batuta, ejerce de particular directora del concierto que escucha de fondo. Sin embargo, es interrumpida por un bello galán (todos los protagonistas exhiben una hermosura sin límite), lo que provoca que Brico decida entrar al patio de butacas e instalarse en primera fila, armada con un legajo de partituras para seguir el trabajo del director, lo que lleva a que sea expulsada de la sala y despedida. No han pasado siquiera diez minutos de metraje y ya tenemos a la heroína (que no personaje) presentada según mandan los rituales del cine estandarizado. Y de tal modo se comportará durante el resto del filme, inmovilizada por un guion que solo busca ceñirse a las instrucciones de un manual.

Desde ese momento nada se saldrá de los raíles en "La directora de orquesta". Y es una lástima, porque en la existencia de Antonia Brico hay material dramático y vital para elaborar una historia que viajase de lo particular a lo general, pero la directora Maria Peters se muestra más interesada en crear un producto para todos los públicos, inodoro e insípido, que en filmar una película. Sus diálogos serán pródigos en sentencias y avaros en sentimientos y el trayecto de su personaje estará siempre destinado a cumplir el futuro que le espera (y que el espectador ya conoce).



Acomodada y ramplona, "La directora de orquesta" se mueve en los más confortables terrenos cinematográficos. Maria Peters no ofrece un solo plano arriesgado, una sola secuencia que no esté concebida dentro de la estricta corrección visual. La historia de Antonia Brico está hecha de esfuerzo y de lucha. Una vida dedicada a enfrentarse a la desigualdad, a la falta de oportunidades, a la condescendencia cuando no al desprecio. Una vida que merecería una película con nervio, no una mera ilustración envuelta en fotogenia y decoro.

Así las cosas, irrita lo suyo este alarde de fariseísmo cinematográfico que pretende ser combativo desde la comodidad y reivindicativo desde la seguridad. Un flaco favor a una figura esencial en la lucha de las mujeres en el siglo XX, que se prolonga hasta el XXI: como detallan los créditos finales de la película, en 2008, la prestigiosa revista británica "Gramophone" publicó un listado de las 20 mejores orquestas de música clásica. Ninguna de ellas tuvo jamás una directora.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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