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Los Ángeles de Charlie

Acción. Thriller. Comedia Los Ángeles de Charlie siempre han proporcionado servicios de seguridad e investigación a clientes privados, y ahora la Agencia Townsend se ha expandido internacionalmente con las mujeres más inteligentes, valientes y mejor entrenadas a lo largo y ancho del planeta – varios equipos de Ángeles guiados por otros tantos Bosleys llevando a cabo los trabajos más duros por todo el mundo. Cuando un joven ingeniero de sistemas llama la atención ... [+]
Ángeles sin alas
Uno de los puntos de interés que ha rodeado la última producción de James Bond, surgió cuando se planteó la posibilidad de que el relevo a Daniel Craig recayera en las manos de una actriz. El agente más famoso “al servicio de su majestad” pasaría a ser “la agente 007”, y ante tal perspectiva, por supuesto, los primeros en saltar fueron los grupúsculos más reaccionarios de nuestra sociedad. Pero más allá de lo esperable, sorprendió la respuesta de algunas voces feministas, quienes también se opusieron a dicho escenario, pues a su parecer, poco se ayudaba a la causa si esta se limitaba a ocupar puestos cuyo rol histórico podría entenderse como una representación de la esencia masculina.

Así pues, lo que se pedía desde ese segundo sector era la creación de nuevos personajes, o mejor aún, de nuevos productos que fueran capaces de plasmar esa “nueva visión” del mundo, sustentada esta en una sensibilidad (o inteligencia, si se prefiere) netamente femenina. O sea, que de nada sirve cambiar el sexo del personaje protagonista si esto no viene acompañado por una verdadera reformulación de todo el aparato que sustenta (o que incluso legitima) a este mismo. En estas que se estrena una nueva película de ‘Los Ángeles de Charlie’, y sus primeros resultados en taquilla son ciertamente desalentadores.



Un fiasco que Elizabeth Banks (directora, co-guionista, co-productora y co-protagonista del film en cuestión) encaja convirtiendo la defensa en ataque. Algunos medios, que huelen (y viven de) la sangre, la abordan una y otra vez, a lo que ella corresponde con esas declaraciones jugosas que, por lo menos, dan para captar el “clic” fácil, y aún menos importante, para dar vidilla a alguna que otra sección de comentarios. Total, que a tenor de lo afirmado por la cabeza más visible del proyecto, este no ha logrado triunfar en el box office porque el público, ese ente casi-mágico, sigue moviéndose por impulsos muy masculinos.

Pero si se quiere simplificar aún más (que de hecho, como pregona la propia película, es algo totalmente legítimo): los pobres datos comerciales que de momento está registrando esta resurrección de ‘Los Ángeles de Charlie’ se deben al boicot ejercido por los hombres, terribles todos ellos en su orgullo herido; ridículos en la defensa machista de un trono que ya no puede ser de su exclusiva propiedad. Y si la película nos tiene hablando de todo lo que la rodea, más allá de lo que muestra la pantalla (es decir, de todo lo que técnicamente no es la película), es porque el material proyectado no da mucho más de sí.



O sea, que tal vez, y solo tal vez, ‘Los Ángeles de Charlie’ de Elizabeth Banks y compañía no necesiten de ninguna zancadilla masculina para tropezar. Y es que a nivel teórico, la que debería ser una de las producciones abanderadas de los nuevos vientos feministas que, afortunadamente, se están dejando notar en la tradicionalmente híper-testosterónica industria fílmica, cae en el error imperdonable se ser una mera repetición de aquello que los hombres llevan haciendo desde que el cine es negocio. Con el agravante de lucir, en todo momento, y con total descaro, la máscara (o el escudo, a saber) del espíritu de unos nuevos tiempos que, debido a esta combinación, quedan reducidos a la categoría de caricatura casi ofensiva.

Lo que viene a ser el clásico tiro por la culata. A lo largo de las casi dos horas que dura, la película hace de tan auto-lesiva maniobra una constante tan patosa, que hasta podría verse como un ejercicio sostenido de parodia... si en algún momento diera el más mínimo síntoma de entender el verdadero sentido, así como todas las repercusiones de sus propios actos. Por ejemplo, cuando Luis Gerardo Méndez entra en escena, el género femenino queda reducido a un batido detox en el que el veganismo, el ecologismo y la empatía a base de infusiones son los ingredientes del mismo chiste. Poco antes, Kristen Stewart se erigía textualmente en brava justiciera de todas las mujeres, niños y refugiados agraviados del mundo. Y así: tan simplón e irrisorio como suena.



El resto, para mayor desacierto, sigue el libro de estilo de la típica película de espías viriles. Acción mutilada a base de cortes en la edición, montajes en paralelo innecesariamente liosos, tomas aéreas (que parecen cesiones del archivo municipal de grandes ciudades) para introducir los múltiples escenarios donde transcurrirá la trama... Y por supuesto, un arsenal ilimitado de gadgets siempre al borde de la ciencia-ficción se erige en aliado material indispensable para que el bando de las “buenas” (a veces, un poco confundible con el de los “malos”) llegue al final de la jornada laboral con la satisfacción de la misión (“¿imposible?”) cumplida.

Ahí está el problema, en que una película que debía aportar cierta frescura renovadora al género (nunca mejor dicho), es incapaz de esquivar la sensación de perpetuo cumplimiento rutinario. A su lado, las dos películas que McG dedicó a ‘Los ángeles de Charlie’ lucen como una especie de oasis en el que la desinhibición de la inconsciencia nos llevaba al menos a territorios que ni podíamos sospechar antes de meternos en la sala de cine. Por el contrario, aquí solo se impone lo previsible, es decir, la -absurda- tormenta de declaraciones que rigió la previa. Dicho de otra manera, el miedo paralizante a quedar mal ante tu propio discurso. Es tal la obsesión con este factor, que cualquier gesto noble se desvirtúa hasta el extremo de vídeo promocional que bien podrían haber firmado Zoolander y su tropa. Tendría su gracia, si no diera tanta vergüenza.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)
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