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Las buenas intenciones

Comedia. Drama Isabelle es adicta a las causas benéficas. Está siempre yendo de una acción humanitaria a otra. La llegada de una carismática profesora al centro social donde trabaja amenaza su posición. Como una forma de restaurar su reputación, Isabelle decide abrir una autoescuela para refugiados, cueste lo que cueste.
Solidaridad y multiculturalismo
Para bien y para mal, "Las buenas intenciones" está marcada por la presencia como protagonista de Agnès Jaoui. Para bien, porque es una actriz excelsa, siempre llena de matices, con una inaudita soltura para aprehender sus personajes y llenarlos de vida. Para mal, porque su dominio sobre la película hace que permanezca como único eje narrativo, con un personaje que ahoga en muchas ocasiones el propio relato.

Quizá no haya muchos aficionados en España que reconozcan a Jaoui, pero en Francia es todo un referente y acumula una potente carrera desde su debut en 1983. Junto con su marido, Jean-Pierre Bacri, ha dirigido y escrito cinco películas y la pareja también ha ejercido de guionista en dos obras maestras de Alain Resnais, "Smoking/No smoking" y "On connaît la chanson". Y su reguero de premios es abultado: colecciona ya seis César, uno como actriz de reparto por "On connaît la chanson", cuatro como guionista junto con Bacri y uno a la mejor película por su primera obra, "Para todos los gustos", además del premio al mejor guion en el Festival de Cannes por "Como una imagen" y el galardón al mejor guion en la Seminci de Valladolid por "Un cuento francés".



"Las buenas intenciones" es, en realidad, una comedia ligera, bienintencionada, de aire bonancible e intenciones no demasiado afiladas. Es decir, una comedia a la francesa en toda regla. Su protagonista, Isabelle, está entregada a esos buenos deseos que expresa el título: es una mujer casi adicta a las causas benéficas. Lo malo es que su esfuerzo no se refleja especialmente en su entorno. Además, se verá amenazada por la arrolladora llegada de una benefactora de pro que se presenta en el centro social donde trabaja, de modo que habrá de reforzar su posición entregándose a la creación de una escuela para refugiados.

Con las peripecias de Isabelle, vitalistas unas, bienhechoras otras, divertidas la mayoría, ya está servida la comedia, mientras la trama refleja diferentes penurias sociales (sin hacer demasiada sangre en ninguna de ellas) y aporta su particular llamada a la conciencia de los espectadores. El productor y ocasional director Gilles Legrand, autor de películas interesantes como "La jeune fille et les loups" y "Tu seras mon fils", sabe dotar de ritmo a una sucesión de secuencias hiladas desde el texto previo con mejor o peor fortuna. Su cámara, ágil y resuelta, remonta algunos baches de un guion que funciona por acumulación y que no acierta a atenerse a una línea narrativa continuada. Sin embargo, conviene juzgar con benevolencia a una obra que se pretende modesta, que no alza la voz, que intenta abrirse camino en el dibujo de conflictos sociales que están a la vista de todos y que ejerce su magisterio desde la humildad narrativa. Se agradece entre tantas películas altisonantes, pretenciosas o, lo que es peor, arrogantes.



Entre todo ello reina el desparpajo actoral de Agnès Jaoui, siempre sobrada de recursos, siempre dueña del gesto exacto y de la mirada justa. Su labor engrandece el personaje de Isabelle, no siempre bien trazado desde el dubitativo guion, sobre el que se dejan caer tanto aplausos como críticas, porque la benefactora Isabelle también deberá aprender más de una lección. Entre ellas, la de afrontar los problemas que viven en el seno de su propia familia, ante los que desvía la mirada más de lo aconsejable, y también la de aprender a deshacerse del monopolio de la bondad (cuestión también de mucha relevancia en una contemporaneidad atrapada por los gurús del buen comportamiento) para, de ese modo, vivir su propia vida, que falta le hace, y reconocer en el otro los méritos que ella misma no se cansa de atribuirse. A las claras, deberá enfrentarse con su condición de mujer vulnerable, refugiada en una solidaridad cierta, pero también vicaria, y conocer así el verdadero significado de la ayuda a los semejantes.

"Las buenas intenciones" es, en fin, un relato que deja caer algunas críticas hacia la solidaridad burguesa, muy a menudo ejercida desde la autocomplacencia, al mismo tiempo que hace bandera del multiculturalismo y que propugna el hermanamiento como arma contra la intolerancia. En su propuesta, también reinan las buenas intenciones del título.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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