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La (des)educación de Cameron Post

Drama Una joven es obligada por su familia a asistir a un centro de terapia para reorientar la sexualidad de jóvenes homosexuales. (FILMAFFINITY)
A la caza del diferente
En abril de este año se estrenaba en España "Identidad borrada", película dirigida por Joel Edgerton a partir de la autobiografía de Gerard Conley, publicada en 2016 y convertida en un referente para la comunidad LGTBIQ. Conley relataba su terrible experiencia en las llamadas "terapias de conversión" que proponen una "curación" para los gays y lesbianas.

No es la única película que ha abordado este asunto en los últimos años. En 2002, Todd Haynes ya mostró en "Lejos del cielo" cómo el marido homosexual de la protagonista aceptaba asistir a un tratamiento de "corrección". En "I Am Michael" (2015), Justin Kelly describía la historia de Michael Glatze, activista por los derechos de la comunidad homosexual que, asediado por los modelos sociales imperantes, rechazó su propia opción sexual hasta dedicar su vida a la religión y actuar como militante agitador anti gay.



"La (des)educación de Cameron Post", al igual que “Identidad borrada”, asalta tan dramático tema, aunque desde otro punto de vista y con mayor músculo dramático. "Cada mañana, en la iglesia, nosotros, los adultos, intentamos deshacer las cosas que hicimos con vuestra edad". Son las primeras palabras que se escuchan en la película, dirigidas a un grupo de adolescentes. Tan cavernícola mensaje define a la perfección el espíritu del relato: la protagonista, Cameron, es una joven lesbiana obligada por su familia a asistir a un centro de terapia para "sanarse". En el centro, escuchará lindezas como: "Cameron ya suena masculino, llamarte 'Cam' solo fomenta tu confusión de género".

La cineasta Desiree Akhavan, que ya había llamado la atención con su contundente "Una chica de Brooklyn", centrada en la lucha vital de una joven persa bisexual, fija su mirada en las dinámicas de grupo que afrontan sus jóvenes personajes, vejados, obligados a humillarse por su opción sexual frente a los valores impuestos por el centro en el que están internados. Y sabe crear, con absoluta naturalidad, los lazos que unirán a estos jóvenes que son víctimas de la aversión social, además de incidir en el dolor que supone el hecho de aprender a odiarse a sí mismos. No solo eso, sino que la película de Akhavan dibuja un perfecto retrato de la invasión adulta en el mundo adolescente, en este caso del asedio ideológico y religioso al que se somete a los jóvenes que buscan su propia sexualidad. Adultos que utilizan todas sus armas y estratagemas, nacidas de su superioridad intelectual, de su veteranía y de una hipotética preeminencia moral, para moldear el carácter y la idiosincrasia de quienes en ese momento son más débiles y a quienes se empeñan en debilitar aún más.



Se percibe a las claras el cariño que Akhavan vuelca en sus personajes, el mimo con que los retrata, la complicidad con que se los apropia, el especial empeño dedicado a que su puesta en escena se ausente de las alharacas para capturar momentos esenciales, vitales, esos en los que el ser humano comienza a asomarse a su libertad o su esclavitud. Akhavan utiliza su cámara para encerrar a sus protagonistas en encuadres opresivos o para liberarlos con suaves travellings o panorámicas que abren el espacio fílmico y dejan respirar las imágenes. Una alternancia en la que se basa buena parte de la efectividad dramática de su película. Imágenes como la que muestra a Cameron hablando por teléfono con la amiga de su anterior vida, oculta casi en posición fetal, agazapada bajo su escritorio, muestran a una directora tan personal como incisiva. El retrato de la relación entre los tres personajes principales acentúa ese tono afectuoso, que convierte en certeros y verosímiles a Cameron, a su amiga Jane, la más conflictiva y combativa de la residencia, y a su aliado Adam, un joven de origen indio que, según las creencias de su tribu, afirma que su alma masculina ha sido suprimida por la de una mujer, por lo que no se identifica como homosexual, bisexual o transexual.

"La (des)educación de Cameron Post" lanza un grito de libertad y de sublevación, una proclama a favor no ya de la tolerancia, sino de la intolerancia ante los intolerantes que pueblan una sociedad heteronormativa. Una bandera que parece difícil de creer que aún haya que enarbolar en el siglo XXI.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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