Hay algo en la nueva cinta del director más interesante de Hollywood que sin duda desquiciará a todos sus aburridos detractores (que luego aplauden a Robert Rodríguez o Wes Anderson). El hecho de que Fincher ponga a mover sus fichas (unos excelentes Gylenhaal y Downey Jr, y un magistral-como es costumbre-Ruffalo) en la ciudad de San Francisco de los 70 reproducida de manera extraordinaria no es tan importante como el hecho de que, como si se contagiara por la época que está plasmando en imágenes, adopte un discurso narrativo de inusitado-y perfecto-clasicismo para dar en la boca a aquellos que sólo saben decir "efectista" y "videoclipero" cuando oyen su nombre. Claro que también hay momentos del Fincher de siempre, como la superlativa secuencia inicial o el momento de tensión máxima en el sótano del proyeccionista al que el desquiciado personaje de Gylenhaal-alter ego, sin duda, de la obsesión de Fincher por llevar a buen puerto esta película- está investigando. Si El club de la lucha inició el cine del 2000 y La habitación del pánico fue un brillante ejercicio de estilo al servicio del mainstream, Zodiac no hace más que confirmar la intención de un realizador por convertirse en el todoterreno de la industria norteamericana, adaptando su inmenso talento a las circunstancias de cada obra que acometa.