En American Psycho no sólo se nos presenta un personaje realmente apasionante (en todos los sentidos) como es Patrick Bateman. También se nos presenta una sociedad, en la que está enmarcado este personaje. El mundo de Bateman es el Nueva York de finales de los años 80; el mundo de los negocios, más concretamente. Aunque bueno, él no es una persona muy preocupada por lo que hace en la empresa de su padre, porque más bien se dedica a concertar citas con mujeres y a reservar mesas para cenar. Realmente, él es una persona preocupada únicamente por sí mismo. Sigue una estricta rutina diaria de cuidados y ejercicio, intenta estar siempre perfecto, vestir siempre a la última y tener la mejor tarjeta de visita que se haya visto. Patrick Bateman es un perfecto egoísta y un egocéntrico, y aprovecha cualquier momento para soltar un largo discurso sobre sus conocimientos y sobre sus opiniones. Pero todas esas cualidades hacen de Patrick un perturbado y un ser muy frustrado.
Eso sí, si hay una cosa que Patrick hace a la perfección, es asesinar. Patrick se siente tan inferior al resto de sus compañeros y “amigos” que necesita (para así sentirse realizado) dominar a personas que él considera inferiores, para poder sobrevivir en la sociedad en la que vive. Él es consciente de lo que hace, de lo que le sucede, pero no es capaz de controlarse, aunque lo consigue en una sola ocasión.
Y todo esto porque American Psycho es un “agradable” cuento sobre la modernidad y la sociedad que vive a la última, sobre las personas que dejan de serlo porque otros dejan de tenerlos en cuenta, y sobre las necesidades humanas, sobre todo.