El error que comenten la mayoría de críticos es el hecho de comprar esta película con la original de Wes Craven (por motivos obvios, eso sí), pero si hacemos ese ejercicio no podemos ver la obra de Bayer como el producto que es: una oscura crítica al hombre (a los hombres) del saco real, a ese mismo que destruye la inocencia -ultraje a la infancia- de los niños. El título incluye la palabra "origen" y es que esa profundización en lo que ocurrió años atrás es lo que hace de este film algo más que una película de terror. Si hablamos de ella en términos de terror, carece, efectivamente de lo que opinan muchos críticos. Pero si nos alejamos de la calidad de los sustos, del carisma, la mordacidad y la ironía del Freddy de Craven, y nos ubicamos en este mundo sombrío... veremos una película con significado. Y sí, como dicen, le falta atrevimiento para ser algo más... pero es que la saga original impone, y mucho. Lo mejor, su didáctica. Lo peor, cierta falta de personalidad.

Es imposible trasladar al completo la emoción y los matices de una novela gráfica tan inmensa como "La casa", de Paco Roca, al cine. Pero esta adaptación de Álex Montoya la honra muy bien, yendo de menos a más, pues el casting de los 3 hermanos está muy bien complementado. Es ahí, en las consonancias y disonancias que se dan una vez se reúnen todos, donde todo cobra sentido, también en la propia historia: no se puede comprender una vida sin tener en cuenta el significado de la muerte (para el vivo). Es cierto que parece que Montoya tenga prisa en querer resumir todo el contenido, y no se da las licencias que debería (aunque quizás esto no sea una decisión propia sino algo sujeto a un contrato) como director de cine. En la novela gráfica, los silencios retratan casi mejor que el guión, no solo la ausencia, sino el pensamiento y la psicología de los personajes; esto no es exactamente así en la película, donde no hay tanta emoción contemplativa, pero sí verbal.

Aunque en la película queda reflejada la esencia de la novela gráfica y la muerte toma el protagonismo desde el comienzo hasta el fin. La casa (el lugar físico) al final, se torna una excusa para hablar de cosas inmateriales, como los sentimientos, los recuerdos... logrando algo que no es fácil en el cine: una sonrisa pura en los actores y en los espectadores. Paco Roca y Álex Montoya no renuncian nunca, pues de eso se trata, a hablarnos, a la vez, de la vida y de la muerte, con los filtros de la ira, del amor y del humor.

Tal y como sucede con "El cuerpo en llamas", nos encontramos con otro producto true crime español servido en bandeja de plata para el deleite del público mainstream dispuesto a consumir (casi) cualquier cosa. Pese a contar con tan solo 6 capítulos, hay bastante irregularidad en ellos, pues algunos tienen una perspectiva alejada de lo que más le puede interesar al público no mainstream: la psicología de los personajes, magistralmente interpretados (en especial, Tristán Ulloa). Es en el quinto capítulo donde más podemos penetrar en sus mentes, según la creación de los creadores de la serie, pues es ahí donde aciertan a plantear las hipótesis más verosímiles. Pero, ¿qué falta? falta la raíz, falta ahondar en Asunta y en sus relaciones, en su blog, en la relación con sus abuelos, en sus vínculos afectivos...

Pero "El caso Asunta" parece más centrada en la investigación policial y en la resolución judicial. La serie parece mirar de reojo los documentales existentes y deja de lado la parte más artística o creativa que puede aportar el cine (o el arte) a cualquier tema oscuro que haya sacudido a la sociedad. Un caso como este, podría haber dado mucho más de sí, podría haber dejado abierta la puerta a muchas incógnitas que aquí no están ni abocetadas. En definitiva, "El caso Asunta" podría haber sido más literaria, aunque esto hubiese supuesto alejarse del cada vez más manido, aunque siempre morboso, True Crime.

Si bien sus giros de guión son casi un mantra de la misma idea, el propio título puede dar lugar a equivocaciones, pues no se reflexiona sobre el arte, sino sobre el negocio del arte. Se queda en el intento de ser considerada notable, por quedarse anclada en la tesis que se plantea ya en el primer capítulo. Si bien, es en el cuarto episodio ("Lucas") donde mejor se ve el sentido, o la moraleja, de la serie; hubiera sido mucho más potente partir desde ahí, desde la pureza que contiene la mirada de un niño. Sería, de hecho, más interesante, enfocar todo desde un prisma más infantil, no tan contaminado, para llegar así a conclusiones inesperadas (incluso) por el propio creador.

Es difícil escribir sobre una película que todo el mundo que se dice, o se cree, o es, cinéfilo... avala. Si bien el cine es algo universal, se me antoja difícil entrar en el universo de un cineasta finlandés como Kaurismäki, con todos los matices que esto requiere. ¿Realmente todo el mundo que avala la película la comprende? ¿O más bien, estos espectadores... hacen por comprenderla y, dejándose llevar por la (casi) doctrina de la estética, alcanzan a ver una obra maestra? La estética encorseta una trama, como dicen, y como veo, llena de humanidad y cotidianidad; aun así, creo que no debería sentirme culpable por no emocionarme ante lo que veo, ¿no? Si bien, no creo que sea una mala película, bien es cierto que no la volvería a ver. Y, yendo más allá, soy más (puestos a pensar en países lejanos) de ir a la Polonia de Kieslowski, a la emoción que encuentro en sus dilemas morales (aun sin comprender todos los matices, claro). El cine de Kaurismäki se me antoja igual de frío que su país. Ni me sorprende, ni me emociona, ni me dice nada más de lo que el guión sugiere (de verdad que no).

Aun y con todo, Alma Pöysti da credibilidad a esa mujer, en el fondo, empedernidamente romántica y dulce.