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España España · salamanca
Críticas de brochard
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Críticas 7
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
1
9 de marzo de 2015
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, sí, todos le hemos puesto un uno, pero pensad hace cuánto no disfrutabais tanto con una "película". El truñaco definitivo, un monumento al despropósito sin tregua, en fin...una obra redonda a su manera, tan redonda como el orto de donde ha salido semejante boñiga fílmica. El director de casting, si lo que ha hecho es un anticasting, merece el Goya y que se deje la categoría desierta para los restos. Sin duda estos muchachos son los peores actores del orbe. De verdad que no me voy a molestar en intentar describir sus actuaciones porque sería inútil, vedlas. Pero es que no se queda en sus actuaciones desternillantes la cosa, es que se llegan a ver cosas como los "actores" dejando de "actuar" antes de salir de cuadro! De los actores el más grotesco es el tal Chucky (pero no el peor, ojo), un ser que se pasea por el mundo con una sonrisa maquiavélica que sólo pierde cuando está cagado de miedo, momento en que, sin que nadie pueda explicarnos por qué, empieza a hablar como el Bartolo de José Mota. Delirante. El resto a cada cual peor, mención especial a la protagonista y su antagonista, pura y dura mierda. El guión está compuesto de una sucesión de frases prefabricadas que llegan a rozar el esperpento (protagonista guapete a chica en momento de máxima tensión: "vete a la cocina y trae un objeto punzante, o cuchillo"). Pero ojo, uno puede sospechar que en una obra tan simple un montador con las capacidades intelectuales intactas sería capaz de salir del paso, pero...sorpresa! Un montaje que en algunos tramos rompe el espacio tiempo cuando pretende ser lineal, un vómito infecto, un auténtico tripi cinematográfico. La dirección se encarga de hacernos lo más explícito posible cada detalle, llegando a hacer zoom a los ojos de un pseudoactor de estos y después hacer un movimiento de cámara para hacer zoom en el objeto que está mirando, utilizando el plano detalle de una manera vulgar a más no poder, etc. El raccord tiene un par de fallos garrafales, cómo no, y la iluminación hace que no sepamos muy bien si es de día, de noche...o simplemente si eso es el planeta tierra. En fin, en la provincia con más paro de España han dado de comer a la panda de cenutrios más infecta que te puedas echar a la cara, y yo me pregunto si los que trabajan en el subproducto este y los que han aflojado la panoja de los gaditanos no se dan cuenta de que esto va un paso más allá de la vergüenza ajena. Eso sí, no voy a ser hipócrita ahora, estoy deseando fervientemente la próxima película de este caballero, si me río la mitad de lo que me he reído con esta ya me doy por satisfecho.
Y el premio boñiga de oro es para...PEDROOOOOO!
brochard
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9
23 de febrero de 2012
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Genial documental sobre la banda más original y auténtica del panorama rockero español, la inefable Banda Trapera del Río. Combinación de protopunk cañero, rabia charnega, quinquismo tardosetentero y ganas de hacer música pasándoselo bien, los traperos acabaron erigiéndose en portavoces oficiosos de las cloacas de las periferias urbanas. La Ciudad Satélite de Cornellà (actual barrio de San Ildefonso), era una de esas cloacas infectas donde se hacinaban curriquis y macarras, un caldo de cultivo ideal para algo como La Trapera. Pioneros del punk sin hacer punk (Morfi Grey: “nuestra música era mucho más cercana al hard rock que al punk, nuestras letras eran más cercanas al punk, nuestra actitud era hiperpunk”), enseñaron a toda una generación recién salida del franquismo lo que era hacer verdadero rock and roll sin concesiones.
El documental sabe contarnos la historia y la intrahistoria de la banda, contextualizándola perfectamente en el panorama musical, social y político de la época. Los testimonios de los miembros, bocanadas de filosofía popular, nos resumen perfectamente la esencia de la banda, manteniendo un interés en el espectador que jamás decae. Algunos momentos concretos de los testimonios (Juan Raf Pulido hablando del tema La Regla, de cómo compaginaba en los conciertos el trabajo de batería y de camello o de cómo se fumaba con ellos “La Nico”; Morfi Grey hablando de sus idas de olla estando colocado, etc.) son momentos cumbre de un hilarante surrealismo underground. También se nos relatan los dramas personales de los miembros de la banda, como la lenta e inexorable decrepitud del Tío Modes o la reclusión, depresión y posterior esquizofrenia de El Montoya.
Por otra parte, los testimonios ajenos a miembros de la banda nos sirven como muestra de la influencia que tuvo el grupo tanto en su época como en momentos posteriores, además de narrarnos anécdotas relacionadas con la promoción, las discográficas y los conciertos (la Belter, discográfica de Manolo Escobar y Conchita Bautista, lanzando a la trapera por desconocimiento; los punkis glamourosos de Madrid considerando quinquis callejeros a los charnegos de Cornellà; los miembros de La Trapera subiéndose a un tiesto cercano cuando una secretaria les dijo que para ver a su jefe “subieran a la primera planta”, etc.)
En el documental suenan todas las canciones del mítico disco homónimo de La banda trapera del río; seis de su segundo disco, Guante de Guillotina y dos del tercero y último, Mentemblanco. Yo, personalmente, echo de menos alguna referencia a Oficial Matute, el grupo derivado de La Trapera en el que Juan Raf Pulido cambió las baquetas por el micro y que sonaba también de lujo. Además de las canciones, puestas como música de fondo, se nos ofrecen imágenes de algunas actuaciones en directo (Musical Express, jornadas libertarias en Barcelona, etc.).
En fin, documental a la altura de ese gran icono musical, social e incluso político que fue La Trapera.
brochard
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3
23 de febrero de 2012
16 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta serie bebe del falso mito del mafioso elegante, carismático, inteligente, atractivo, con una cierta cultura y con una sospechosa facilidad para que tres de cada cuatro frases que emite sean de un calado y profundidad importantes. A partir del personaje central, más parecido a Vito Corleone que a Jesús Gil, Paco el Pocero, Rafael Correa o Julián Muñoz, se articulan una serie de tópicos tomados al pie de la letra de las superproducciones hollywoodienses de mafiosos ítaloamericanos. Hay parecido en el modus operandi, personajes secundarios, estructura social, modelo familiar…incluso la música que suena en el funeral del hermano del protagonista recuerda demasiado a la banda sonora de los filmes de mafiosos made in Hollywood. A esto le añaden unos cuantos rusos hieráticos y sin escrúpulos y ya se pueden permitir una historia facilona, vacía, sin gancho, tediosa, mal narrada y 0% original, pero que al haberse librado en gran parte del olor made in Spain propio de las series patrias puede alcanzar un 7,6 de nota media. Aquí no hay quien viva (por poner un ejemplo), con guiones infinitamente superiores a los de esta serie, se ve condenada por su olor made in Spain, impopular entre la pseudointelectualidad, a una nota mucho más discreta.
Volviendo al mito del corrupto del que hablaba antes y que sirve de inspiración a los guionistas de esta serie, hay que alabar a gran parte del cine iberoamericano contemporáneo (así como a una parte importante del europeo), que ha comenzado a retratar a este colectivo social de una manera realista. Semianalfabetos, incultos, horteras a más no poder, generalmente gordos y sudorosos…vamos, igualitos que Vito Corleone y cía. Ya sabemos que los personajes de Gomorra son más prosaicos que los de las superproducciones estadounidenses, pero también son mucho más verdaderos. Echo de menos ver a reflejados en la pantalla corruptos casposos capaces de sufragar espectáculos del calado de Las Bucaneras, casados con una Mamachicho o liados con una folklórica anacrónica, con un Miró en el baño y una casa llena de fieras disecadas, con serias dificultades a la hora de leer un comunicado o con un programa de telebasura propio rodado en una piscina llena de fulanillas de tres al cuarto. Cuando esto ocurra podrán vendernos que están reflejando la realidad española, pero mientras tanto que no nos tomen el pelo.
brochard
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8
9 de noviembre de 2011
17 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
El corto, narrado por una voz en off, nos muestra a un hombre y una mujer realizando acciones cotidianas y anodinas en una habitación sin límites. Dicha voz utiliza términos como “cosa” y “funcionando” a la hora de empezar a describir al ser humano perfecto, toda una declaración de intenciones. Éste ejecuta de un modo perfecto los rituales del día a día, previamente asimilados a lo largo de su existencia. Se nos muestra un ser aséptico, al que la vida no mancha, de trayectoria monocorde por ella. Ha eliminado la imprevisibilidad y por ello tiene todo bajo control, tanto en la vida cotidiana como en la sentimental y psicológica. Intuimos que es alguien a quien la inercia le lleva a seguir el carril de su vida preestablecida por la previsión y el aprendizaje, en la que se ha eliminado cualquier desviación de la norma. No vive, ejecuta unas pautas. Cuando la voz en off se pregunta en qué piensa y empieza a especular que lo hace sobre cosas trascendentales, él responde entonando una cancioncilla despreocupado, cuya letra habla de pérdidas sentimentales. Lo único que este ser nos cuenta es que ese día “le ha sucedido algo que espera llegar a comprender algún día”, mostrando su afán por racionalizar sin aprovechar la esencia del sentimiento, anulando la importancia del instante y el azar. El ser humano perfecto ha dejado de ser humano para pasar a ser perfecto. El hombre perfecto, la utopía realizable del ser cada vez menos humano de nuestros días, nos retrata su mundo:
-Nuestra casi perfecta sociedad está regida por ciertos términos abstractos que, merecidamente, se escriben con mayúscula: Ley, Moral, Justicia, Derecho, Propiedad (para unos), Trabajo (para otros), etc. Cuentan que hace tiempo estos términos derivaron de las necesidades naturales de los humanos y de los grupos que formaron para prosperar, pero afortunadamente hoy son entes pétreos que endiosar y asimilar, sin plantearse jamás su significado. Las universidades se dedican a guiar a nuestros estudiantes hacia la perfección, mucho más desde la implantación de Bolonia. Cada día salen más útiles, más especializados, menos rebeldes, asimilan mejor. Los nuevos psicólogos adoran a Skinner, a Watson, el conductismo. Los nuevos filósofos adoran a Hegel, algunos a su discípulo Marx. Son profetas de la perfección. No hay cabos sueltos. Las escuelas del futuro, preconizadas por el gurú Goleman, crean niños sumisos y exitosos profesionalmente. Toda emoción se analiza, todo sentimiento se intelectualiza. Desgraciadamente quedan los psicópatas, definidos por nuestra psicología moderna, un alto porcentaje de la población inadaptado, obscenamente humano. El psicópata se regodea en ello, maldice al ser humano perfecto, le tienta, con las siguientes palabras, mediante su terrible proselitismo:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
brochard
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10
17 de enero de 2011
16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Charles es consciente de que la sociedad en la que vive es un sinsentido basado en la productividad, el tener frente al vivir, gobernada por entes abstractos y vacíos de sentido que se supone dictan los valores de la sociedad moderna, pero que en realidad convierten la existencia en un medio acumulativo que no lleva a ningún fin que lo justifique, convirtiendo en vanidad toda existencia ajustada a la norma Tratando de huir de la vacuidad de la vida burguesa frecuenta ambientes izquierdistas revolucionarios, pero pronto se da cuenta de que la vanidad también es la nota preponderante aquí . Una caterva de burgueses llena su vacío existencial teorizando sobre estúpidas revoluciones basadas en utopías y sistematizaciones absurdas de la vida, que sólo sirven para alimentar el esnobismo intelectual que cohesiona al grupo de estos supuestos rebeldes, que utilizan una bella jerga revolucionaria tras la que hay en realidad un enorme vacío, nada. Su actitud frente a la vida recuerda a la de los personajes de las novelas de Simone de Beauvoir, donde la inautenticidad y los juegos pseudointelectuales de los burgueses henchidos de esnobismo intelectual y de vana y pedante retórica sirven para huir de una existencia burguesa convencional, llevando a sus personajes a otra igual de vacía, maquillada de pretenciosas apariencias tras la que nada hay. Otros buscan en la droga evasión y falso poder. Todo esto tampoco convence a Charles que, superior en inteligencia y profundidad a los compañeros que le rodean, los supera sobre todo en autenticidad, siendo ésta la característica principal de su personalidad. Ha llegado a la crítica situación en la que se da cuenta de que todo lo que le rodea está impregnado de mentira y vacío y que no puede volver atrás porque llegado a este punto es imposible ya engañarse a sí mismo. Es el terrible precio que hay que pagar por darse cuenta y, lo que es peor aún, tiene que empezar a aguantar que los demás, inmiscuidos sin ser conscientes de ello en una gran mentira, le aconsejen desde la seguridad que les da el poder del número y la seguridad de los falsos y abstractos valores que dominan su vida. Charles busca en las sensaciones y sentimientos intensos la manera de sentirse vivo, pero aun así no puede huir de la sensación de vacío como tono general de su vida, por lo que empieza a coquetear con la idea del suicidio. Ante la insistencia de sus amigos visita al psicoanalista, surgiendo de este encuentro la secuencia más grande y sencillamente profunda de la historia del cine, en la que Charles, inadaptado por ser mejor que los demás, resume en pocas y brillantísimas palabras su sentir, convirtiéndose en portavoz de los que como él viven oscilando entre la indiferencia y el desprecio, entre la impotencia y la huida del adocenamiento, la terrible sensación de callejón sin salida de su situación.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
brochard
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