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Críticas de Melón tajá en mano
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Críticas 113
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
23 de diciembre de 2023
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anoche me planté en la mítica sala 2 de Renoir Floridablanca (¿será el lugar donde más películas he visto en mi vida pagando? Yo diría que sí) con anorak, un camping gas y un durum de ternera poco hecha. Durante los.trailers aparecieron siete amigos atropellando el silencio de la sala con varios tanques de palomitas prometiendo sonar como doscientas mil palomas masticando hierro.

Y sin embargo Bayona y su equipo consiguieron silenciarlos rápidamente, obrando así el primer milagro de la noche para arrastrarme después hasta el último frame, hasta el último aliento. Me congelaron el corazón mientras me quemaban el alma. El principal mérito de La Sociedad de la Nieve es colectivizar e inmortalizar el dolor único que sufre cada individuo para alimentar nuestras ansias de sociedad con lo único que nos queda: nosotros mismos. Y esa no es poca ambición.

Probablemente la aspiración era alcanzar la perfección o quedarse bien cerquita de la gloria eterna, pero diría que se queda un poco lejos. Visualmente es invencible, apabullante, fascinante. Acertadísima en los ritmos. A mí me sobran algunos diálogos recargados de lucidez en momentos poco verosímiles, me cuesta entender algunos aspectos del montaje que no ayudan a ciertas escenas, me chirrían algunos personajes, me irritan ciertas resoluciones y me dejan muy indiferente algunos tramos del inicio y de antes del final.

La Sociedad de la Nieve cuenta más por lo que enseña con la valentía de sus planos y de sus miradas que por lo que verbaliza con palabras o subraya con música. Y sin embargo me parece una obra grandiosa porque me llevó a donde me tuvo que llevar y me tocó a donde me tuvo que tocar. Y ahí está todo lo importante del Cine.

Vi todos los créditos y no di crédito a tal despliegue técnico y humano. Quizá el mayor jamás leído por estos ojos. Bayona y Netflix demuestran que el dinero no lo es todo para alcanzar la perfección, pero sí que ayuda bastante a acercarse a ella.
Melón tajá en mano
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10
22 de diciembre de 2015
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Después de tres meses limpiándome la baba, no asumo ningún riesgo diciendo que The Wire es una de las mejores series de la historia de la TV. Hay poquísimas verdades tan absolutas como esta. Tampoco me arriesgo diciendo que la ficción creada por David Simon tiene muy poco de ficción y que, en realidad, se trata de la mejor radiografía jamás realizada del capitalismo y su crueldad intolerable.

No hay lugar para la mentira durante los 60 legendarios episodios de The Wire y, sin embargo, casi todo gira alrededor de ella y de su constante apuesta por hacer crecer la mala hierba. La mentira como piedra angular de un sistema empeñado en hacer invisibles a los más débiles, de un juego donde pierde el que menos tiene, de un tablero preparado para prescindir del ciudadano que no le aporta beneficios.

Partiendo del éxito personal a cualquier precio y haciendo hincapié en la angustiosa necesidad de llenar los vacíos que dejan las frustraciones, The Wire nos empuja al agujero infinito de los que se saben prescindibles. El túnel sin luz al final de los que no tienen salida pero siguen buscando su sitio. El pozo que no devuelve el abrazo del eco a los que no son aceptados y siguen buscando que le dejen subir escalones hacia la sobrevalorada normalidad.

Los protagonistas no son buenos ni malos. Los seres humanos sólo son blancos o negros dependiendo de la parte del tablero que les haya tocado defender. Y no siempre coincide con el color de la piel.

Los protagonistas no son los policías. Ni los periodistas. Ni el narcotráfico. Ni siquiera el periodismo. Tampoco la (sin) clase política. Baltimore es la excusa. Un escenario tan perfecto como cualquier otro para dejar que cada pieza ocupe su lugar y cumpla la función que el sistema necesita para seguir girando y engullendo a los auténticos protagonistas de esta historia: víctimas que ocupan las esquinas, que se esfuman en las casas abandonadas o que resisten en lugares denostados al olvido.

Los peones. Los soldados. Los prescindibles.
Melón tajá en mano
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4
1 de junio de 2013
52 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Fill de Caín” es el debut de Jesús Monllaó en el habitualmente desagradecido terreno del largometraje español. Un thriller con muchos elementos de un buen thriller: excelente banda sonora, inteligente atmósfera y una primera hora llena de todas las preguntas necesarias para generar interés.

Y sin embargo la película tropieza en un guión inverosímil, repleto de imperdonables zancadillas al sentido común del espectador. El giro final, además de no sorprender, molesta y ensucia la correcta propuesta inicial. Resumiendo: el guión juega a dar gato por liebre, no a confundir. Nos camuflan unos personajes muy pobres detrás de una psicología inexistente.

El joven David Solans provoca estupor cada vez que abre la boca y el tándem Julio Manrique-María Molins carece de magnetismo, pero quien merece capítulo aparte es José Coronado, que empieza echándose la película a sus espaldas y acaba siendo aplastado por ella. El carácter de su personaje es maltratado de principio a fin y sin medida. Terrible.

Pese a todo, qué necesarias son estas apuestas para el cine español. Conviene arriesgar con este tipo de cintas para madurar y ganar personalidad. Este es el camino, pero resulta infame doblar una película del catalán al castellano. Ya está bien de tanto despropósito. Así no hay camino que valga.
Melón tajá en mano
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4
28 de mayo de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si habré escuchado más de tres o cuatro carcajadas generales durante la proyección de la tercera entrega de ‘The Hangover’ (‘R3sacón’). Lo que sí es seguro es que las risas no sonaban demasiado sinceras, sino entrenadas para negarse a reconocer que la fórmula está agotada.

Todd Phillips ordena a sus actores con los mismos recursos de las citas anteriores, convirtiendo esta tercera parte en la más predecible y aburrida de la saga. El humor, manido a rabiar y excesivamente gratuito, aparece con cuentagotas y tiene más que ver con el slapstick que con el texto. Ni siquiera Galifianakis parece estar cómodo en un papel absurdo y sin chicha.

Solo alguna secuencia liderada por Ken Jeong logra aliviarnos del tremendo sofoco. Sin llegar a ser del todo infumable, esta tercera parte es uno de los grandes patinazos de la temporada. Todas las virtudes que encumbraron con justicia su primera parte, aquí desaparecen por completo. Incluso la banda sonora deambula con torpeza.

La comedia casi siempre se basa en la repetición, pero nunca en el hartazgo. Todd Phillips no ha jugado con fuego sino con hielo, que también quema. De lo más radical que encontraremos en la nueva sección de ultracongelados. Ojala y solo sea una mala resaca.
Melón tajá en mano
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5
4 de marzo de 2013
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen ‘tropecientas’ películas basadas en disparos, atracos perfectos, chicos fuertes y chicas monas. Lo nuevo de Taylor Hackford (director de las archiconocidas ‘An officer and a gentleman’, ‘The devil’s advocate’ o la oscarizada ‘Ray’) se titula ‘Parker’ y, aunque tenga todos esos ingredientes, su sabor es ligeramente nuevo.

La fórmula es la misma: entretenimiento a base de un bueno inmortal que quiere acabar con unos malos que no tienen sus mismos principios. A lo John McClane, pero menos gracioso y más veraz. Jason Statham no dispone del talento verbal de Bruce Willis, pero sus personajes tampoco reclaman dicha virtud. Statham va sobrado de habilidad y manejo físico para este perfil heroico.

El principal reclamo de ‘Parker’ es precisamente su protagonista. Todo gira alrededor de él y, cuando desaparece, la cinta se resiente. Capítulo aparte merecen los estúpidos gestos de la siempre irritable Jennifer López, que no pasan desapercibidos por más que se apriete el vestido contra sus curvas.

Son dos horas de metraje que no se hacen largas gracias a un buen montaje que domina el ritmo y a un guión no tan previsible como cabría presuponer. Vale: conocemos el final de antemano, pero es justo reconocer que el dueto protagonista se mueve dentro de unos parámetros interesantes y que la trama resiste con total entereza los giros propuestos.

‘Parker’ no nos hace reflexionar y sus diálogos son mierda profunda, de acuerdo, pero entretiene de maravilla sin necesidad de grandes efectos ni de intenciones apocalípticas. Tengamos presente que estas películas sirven para llenar y mantener vivas las salas. Un respeto. No todo va a ser pensar.
Melón tajá en mano
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