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España España · Málaga
Críticas de Sigma
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Críticas 12
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
30 de septiembre de 2011
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película colombiana con un prometedor realizador colombiano, Andi Báiz (“Satanás, perfil de un asesino”), que en su segundo trabajo nos traslada a un claustrofóbico mundo de celos y voyeurismo.

Adrián (un correcto Quim Gutiérrez) es un director de orquesta que se traslada a Bogotá por cuestiones de trabajo con su novia Belén (una muy buena Claro Lago). A los meses de estar allí, Belén le abandona sin dejar rastro, y Adrián, movido por el dolor, inicia una nueva relación amorosa con Fabiana (una desconocida y prometedora Martina García). Fabiana pronto descubrirá que la casa en la que vive Adrián esconde un oscuro secreto que podría destruir sus sueños de comenzar una vida más interesante que la de camarera de bar que hasta hora se calzaba cada mañana.

Y hasta aquí podemos desvelar sin miedo a estropear el visionado del filme al espectador. Son muchas las críticas –acertadas todas ellas-, que se han esgrimido contra el trailer de la película, pues en él se arruina el factor sorpresa que el director va creando tan excelentemente a lo largo del metraje; luego se hace menester recomendar a aquel que tenga intención de ir al cine a disfrutar de esta cinta que se abstenga de visionar dicho trailer, pues no solo hará que pierda su sentido la primera mitad del filme, sino también el resto.

Cada día me gusta más Quim Gutiérrez actuando. Es uno de esos rostros que transmiten al espectador por, quizás, ser en cierto modo un rostro cercano al común de los mortales, y no esas caras de afortunado esculpido genético (o de bisturí). Sin mencionar a Claro Lago, que sin lugar a dudas se convierte en la protagonista del filme y consigue hacer que se te pongan los pelos de punta en la butaca.

“La cara oculta” es un thriller de una factura cuidada, que como partida acude a ciertos tópicos o, preferiblemente, se inspira en otros filmes como “La habitación del pánico” de David Fincher o “Lo que la verdad esconde” de Zemeckis, pero que rápidamente se va alejando para contar con voz propia una historia que reflexiona sobre el peligro de los celos, sentimiento subyugante e inhabilitante que Báiz sabe metaforizar visualmente muy bien, y el voyeurismo dominante en una sociedad que disfruta consumiendo la vida de los otros (el programa “Gran Hermano” como máximo exponente), que también logra el director convertirlo acertadamente en arma arrojadiza contra los propios protagonistas.

Un reparto cuidado y escaso que consigue llevar al tensionado espectador hasta el final, en un guion que fluye sin altibajos y que atrapa desde el primer minuto, guardando buenos giros argumentales y con un final que no te esperas.

El recurso a la música clásica, tanto en su forma puramente acústica como en su más atractiva captación visual, son valores añadidos a la película que aumenta el disfrute, y que están tan cuidados que no caen en lo excesivo o en lo fácil.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sigma
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6
30 de septiembre de 2011
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“Con derecho a roce” es una comedia romántica realizada por Will Gluck (“Rumores y mentiras”, “Guerra de cheerleaders”) que cuenta la historia de dos jóvenes que construyen su relación de amistad sobre sus encuentros amorosos.

Dylan (Timberlake) es un chico atractivo que acaba de romper con su pareja y que se traslada a Nueva York para progresar en su trabajo. Jamie (Mila Kunis) es una chica despampanante que también ha sufrido una ruptura amorosa y que atraviesa una pequeña crisis existencial. Ella le ayuda a él conseguir trabajo y se convierte en su única amiga. Él le propone a ella acostarse juntos dejando fuera de las sábanas los sentimientos. Ella y él descubren que el sexo siempre conlleva sentir un cierto apego hacia la otra persona, por lo que tendrán que replantearse si se puede ser “solo amigos” con tanto roce.

Lo que me atrajo básicamente de esta película fueron las declaraciones de sus dos protagonistas de que esta historia romántica era atípica por la forma más adulta en la que se trataba las relaciones sexuales. Tras el visionado, no te queda otra sensación más que la de que acabas de asistir a una comedia romántica azucarada del montón, donde indefectiblemente nada se sale de los, al parecer, poco flexibles moldes que definen al género. Y no me queda otra que ratificar la idea de que existe un océano, literal y metafóricamente hablando, entre su cultura y la nuestra. Me cuesta trabajo imaginarme a un español de acera ruborizándose porque en una película patria se diga “caca, culo, pedo, pis”, que es lo más provocador que se dice en esta cinta junto a enseñar por medio segundo los traseros de Justin y Mila. Las escenas sexuales ocurren bajo las sábanas, no se va más carne que la de los hombros y se trata al sexo más como un juego de colegiales que como un acto de entrega completa. El resto del tiempo, que es el mayoritario, nos mantendrán entretenidos con chascarrillos más o menos afortunados que te hacen pasar, sin duda, en rato entretenido.

No sé si de manera consciente y a modo de autocrítica, o quizás por desafortunado descuido de los guionistas, se critica en el filme de manera explícita los estándares del cine cómico-romántico, clichés que repiten sin pudor al final de la cinta. Véase por ejemplo un uso de la música de manera incidental para remarcar los momentos cumbres, planos cortos y enfáticos cuando se expresan su amor incondicional, el chico que moviliza cielo y tierra por hacer ver al amor de su vida que le perdone, un primer final tierno y romántico hasta volverte diabético y un cierre último en forma de gag donde todos quedamos felices, contentos y risueños. Todo esto es previsible teniendo en cuenta el historial de cine palomitero tanto del director como de los guionistas, cuyo único trabajo previo había sido la colaboración en guiones de una serie adolescente americana.
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Sigma
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3
27 de septiembre de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kung Fu Panda 2 retoma la historia de Po de la mano de Jennifer Yuh, quien se formó como animadora de la serie de televisión de los 90 Spawn, en una nueva película en la que el carismático panda tendrá que usar todo su talento para salvar al Kung-fu y descubrir sus orígenes.

Po (voz de Jack Black) junto con los cinco Guerreros Dragón de la entrega anterior tendrá que hacer frente a la amenaza que supone Lord Shen (voz de Gary Oldman), un pavo real con muy malas intenciones que pretende someter a toda China y terminar con el Kung-fu con sus armas de fuego. En su intento para volver a instaurar la paz, Po se enfrentará en clave de humor a numerosos peligros, sobre todo en Ciudad Gongman, dominio del malvado Lord Shen y sus feroces secuaces, pero también tratará de dar respuesta a la incógnita de quién es él verdaderamente y quiénes son sus padres.

Muchas veces criticamos a Dreamworks su irritante insistencia en producir cine de animación descerebrado y de chiste fácil, quizás por lo mal acostumbrados que nos tiene la Disney y, más concretamente, Pixar con sus trabajos; pero es que cuando intenta profundizar en los personajes y ponerse algo más serios tampoco termina de cuajarles el experimento. Puede que la culpa radique en que Kung Fu Panda era una película pensada originalmente para entretener, y entonces sí que cumplía las expectativas. Pero ahora han querido mantener al personaje cómico y darle mucha carga emocional. El resultado es una película tonta, insulsa al máximo, que se te hace larga a pesar de tener el metraje habitual y que no consigue despertar en el espectador más sentimientos que pura lástima por ver cómo se joroba una película que en su momento estuvo bien.

No hace falta decir que la animación es muy plástica y que los animadores fuerzan la maquinaria construyendo una ciudad entera con numerosos animales pululando por cada rincón, o que debido al bagaje de la directora las escenas de acción resulten más notables, pero eso es algo que de algún modo, casi de forma inconsciente, se le exige al cine de animación moderno. Sería ya grave fallar en esto también para una compañía de este tamaño. Y en cuanto al estilo gráfico, la directora prefiere mantenerse en el camino abierto por su predecesor, con un prólogo similar y con escenas de animación intercaladas en la misma línea de la otra película.

El apartado musical destaca por su más que notable ausencia, prescindiendo incluso del tema que abanderó la anterior entrega, “Everybody is Kung-fu fighting”.

Me da rabia no poder decir que esta película no alcanza siquiera el calificativo de entretenida, pero es que es la misma historia de siempre contada, encima, sin pizca de gracia.
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Sigma
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3
27 de septiembre de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terrence Malick (“La Delgada Línea Roja”) vuelve a sentarse en la silla del director tras seis años de ausencia para firmar un drama filosófico que explora la complejidad de las relaciones interfamiliares, y para ello retrocede a los mismísimos orígenes del Universo.
Brad Pitt, en una interpretación llena de loables matices, encarna a un padre autoritario y violento que regula la actividad de su hogar con un tira y afloja afectivo; la prometedora Jessica Chastain (de quien este mismo año hemos visto en una notable interpretación en “La Deuda”), ejerce de madre afectuosa y sensible para con sus tres hijos, prodigándoles amor sanador para sus jóvenes almas. Teniendo en cuenta que esta película bebe de los evangelios cristianos para construir su trama, rápidamente vemos una similitud entre el Yahvé duro e inmisericorde del Antiguo Testamento con la figura del padre, y el Dios bondadoso y permisivo del Nuevo Testamento con la figura de la madre. Los tres hijos, como cabe suponer, son toda la humanidad, que arrastrados unas veces por el temor al padre y otras envalentonados por la benevolencia de la madre, son capaces de llegar tanto al amor incondicional como a la crueldad más sobrecogedora. Sean Penn (“Yo soy Sam”) tiene un papel menor en el que hace de hijo atribulado.
Es innegable que Malick sabe pintar con la cámara. Nunca antes fue tan cierto eso de que cada fotograma es una postal. Pero lamentablemente, por más bonitas que sean esas postales y por más inspiradora que sea la música que suene mientras las vas ojeando, el resultado no es una película conmovedora, sino un ejercicio para el espectador de vencer la somnolencia. Los continuos saltos temporales, tanto dentro de nuestro globo como fuera de este, y la inserción de imágenes “poéticas” y con un gran sentido de la belleza, pero superfluas a una narración estricta, te hacen desconectar de cualquier posible intento de historia que te quieran contar, y te conviertes en un espectador en continuo malabarismo intelectual para tratar de hilar algo que, mucho me temo, ni el propio director ha sido capaz de hilar en su cabeza.
Por otro lado, es la primera vez que parece que los efectos especiales –donde se asistirá a imágenes espectaculares de estrellas, galaxias y mundos no tan salvajes prehistóricos-, están hechos para que el espectador se recree en ellos a su gusto, ejerciendo incluso una atracción hipnótica por la vistosidad de los colores, el realismo de la factura y la armoniosa sincronía con la música, cosa poco habitual en la filosofía del montaje MTV imperante actualmente.
En el plano actoral es loable la interpretación de Pitt y Chastain, sin olvidarnos de la de los tres niños que sin duda apuntan maneras. Hay un excelente trabajo de los silencios y se nota que existe química entre los actores, el problema es que cualquier fruto surgido del contacto de tan buenos elementos se evapora en el corte entre plano y plano.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sigma
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4
30 de junio de 2011
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Michael Bay (“La Roca”, “Armageddon”, “Pearl Harbor”), recupera a los robots de la serie ochentena “Transformers” para poner fin a la trilogía a la que dio origen en 2007.

Sam Witwicky (Shia LaBeouf), a pesar de haber salvado al mundo por dos veces, no encuentra un trabajo que le vaya a medida. Su medalla de honor del Congreso de los Estados Unidos solo le ha servido para ligarse a la explosiva Carly (Rosie Huntington-Whitley), con lo que ya podría darse por satisfecho. No obstante, una vez más, se ve metido en un fregado interplanetario cuando le revelan del modo más surrealista que quepa imaginar que sus amigos, los Autobots, son objeto de un plan malvado, por el cual Megatrón pretende acabar con ellos y, de paso, esclavizar al género humano. ¿Hace falta decir quién gana al final?

Imagine por un momento al mejor jugador de yo-yo del mundo. ¿Ve cómo hace el perrito, el columpio, el helicóptero…? Pues ahora sustituya “jugador” por Michael Bay y “yo-yo” por cámara cinematográfica, y entonces empezará a hacerse una idea del estilo particular de este director. Hay que reconocer que es un mago de los planos imposibles, y que sabe crear escenas de acción únicas, pero a veces quiere darnos tanto que acaba por marearnos hasta provocarnos náuseas. No obstante, ésta tercer entrega es mucho más comedida que la anterior, donde el barroquismo visual era extremo. Cuando te enfrentas a las películas de esta saga, tienes la sensación de que se te está escapando algo, y no precisamente porque el argumento sea muy profundo –de hecho, hay cuentos para niños de párvulo con más enjundia intelectual que esta película-, sino porque todo se mueve tanto y tan rápido que no alcanzas a ver nada, lo que diluye el placer en la recreación visual (y en estas películas habría muchas oportunidades para dicha recreación).

“Transformers 3” es un espectáculo pirotécnico que nos demuestra que, a día de hoy, cualquier cosa imaginable puede dibujarse en el lienzo de la pantalla de cine; la pena es que no nos demos cuenta que a veces no nos satisface más asistir a veinte explosiones nucleares seguidas, sino emocionarnos con los personajes y experimentar en primera persona la historia, y para eso es preciso dejar de tratar al espectador como un pasmarote que se queda embelesado a la luz de los efectos especiales –aunque quizás esté siendo demasiado benévolo para con el consumidor-estándar.

“Transformers 3” reflota un poco la saga tras el desastre de la segunda entrega, pero no consigue ni de lejos hacer un producto interesante. Es más de lo mismo, donde el megapatriótico Bay (jamás vi mayor despliegue de banderas americanas que en esta película), quiere dejarnos claro que esto de la acción desenfrenada, las explosiones a mansalva y una historia para adolescentes palomiteros, es lo suyo.

Lo mejor: La nueva adquisición femenina.
Lo peor: La historia.
Sigma
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