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Argentina Argentina · santa fe
Críticas de rouse cairos
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Críticas 296
Críticas ordenadas por utilidad
8
8 de abril de 2015
27 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta primera incursión del joven realizador Sebastián Schindel en el largometraje de ficción, luego de una amplia y sólida trayectoria como documentalista (“Mundo alas”, “Rerum Novarum”, entre otras, son muestras de su vocación por sensibilizar acerca de la dignidad de los más débiles) es un implacable retrato sobre las prácticas poco menos que esclavistas, aún presentes en ciertas relaciones laborales.
En “El Patrón...”, su primer largometraje de ficción, se basa en la historia real de un hachero santiagueño analfabeto, que aspira a mejorar sus condiciones de vida, emigrando con su esposa a Buenos Aires, donde encuentra trabajo esclavo en una carnicería. Con el cine de Pablo Trapero y el de los hermanos Dardenne como ineludibles referentes, Schindel practica un saludable clasicismo narrativo, para un relato que, para no caer en el exceso, aprovecha con austera profundidad las ilimitadas posibilidades visuales y sensoriales en el marco de una carnicería. Así, recorre sobriamente un escenario de cuchillos y ganchos de todos los tamaños, reses sangrantes envueltas en el penetrante vapor del agua lavandina para atenuar el hedor de un ambiente cada vez más opresivo.

El responsable de cargar sobre sus espaldas un protagónico en las antípodas del rol de galán es Joaquín Furriel, quien construye un personaje con acento santiagueño y una interpretación en la que no se percibe ningún vicio de la televisión o del teatro. Su actuación es puramente cinematográfica, como la de Mónica Lairana, que pasó de ser una mujer fatal en las telenovelas a encarnar la sumisa y conmovedora esposa del protagonista.

La mirada del filme está puesta en la injusticia del contexto y las circunstancias que nadie evalúa, salvo cuando por casualidad, la secretaria del juez pide ayuda a un amigo abogado (Pfening), al compadecerse por la lectura del expediente y lo invita a compenetrarse del caso. Una historia impactante en la que los roles de victimario y víctima se invierten, al comprender el oscuro negocio del patrón (Luis Ziembrowski), dueño también de varias carnicerías del barrio, un monstruoso estafador que obliga a su empleado a vender carne podrida camuflada.

“El patrón: radiografía de un crimen” no es un policial más. Basado en el libro del criminólogo Elías Neuman que da cuenta de un crimen y una injusticia real, la película funciona a veces más como un documental que como un policial, aplicando una dosis concentrada de crítica social. Schindel recorre el submundo clandestino detrás del mostrador, con la certera formación de un documentalista. De los exteriores incorpora algunas calles del porteño barrio obrero de Villa Lugano, que aporta su propia verdad estética, su acorde atmósfera de suburbanidad deshumanizante. El director demuestra una llamativa solidez para combinar el costado humano, la mirada social y la trama policial de la historia. La fotografía (a veces demasiado oscura) de Marcelo Iaccarino contribuye a crear los climas para una película tan implacable como necesaria.
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rouse cairos
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7
27 de enero de 2013
29 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablar de códigos y lealtades en un ambiente donde la traición sucede como moneda corriente, es el desafío de esta comedia atípica que reúne a tres secuaces retirados -o casi- que vuelven a las andadas para rememorar viejos tiempos en burdeles, persecuciones automovilísticas y enredos a tiros. Los viejos compañeros de andanzas son nada menos que: Doc (Christopher Walken), Val (Al Pacino) recién salido de la cárcel luego de una larga condena y Hirsch (Alan Arkin), confinado en un geriátrico, del que lo rescatarán sus antiguos colegas. La singularidad de “Tres Tipos Duros” reside en que el acento no está puesto en el humor -aunque sea una comedia- sino en la tensión de un problema crucial: una muerte por encargo. Porque lo que es moneda corriente en la dura vida de cualquier gángster, se transforma cuando implica la cabeza del mejor amigo. Entonces, el dilema ético y con plazo fijo atormentará a uno de ellos durante una jornada completa que incluirá fundamentalmente el desenfreno de una última noche en compañía. El film comienza en el austero departamento de Doc/Walken, con un oscuro pasado que le ha permitido llenar una valija de dólares arrumbados en un rincón de su pequeña vivienda, en la que su principal actividad del presente es la pintura de paisajes. Precisamente la película se inicia y concluye en un amanecer o crepúsculo (según como se lo mire) sobre un puente neoyorquino.

La fotografía tiene abundantes secuencias rodadas en interiores y en escenarios nocturnos que subrayan el tono oscuro y nostálgico -pero también cómico- del relato. como la secuencia más alta filmada en el cementerio donde la dupla de amigos crea un momento de ojos humedecidos y palabras memorables. La música tiene su momento especial, porque ni el alcohol, las pastillas o los achaques impiden desembocar en una escena romantica y sentimental como la que recuerda a “Perfume de mujer” en la pieza bailada por Al Pacino y una bella desconocida en una discoteca. Nominada a los Globos de Oro 2012 también por su mejor canción original, la peli ofrece más de un soul y blues afines como un traje a medida.


Un aire zumbonamente redentor sobrevuela entre estos bandidos que citan a la Biblia y van al confesionario. En la heterogeneidad de esta comediasiempre siempre circula una fuerte tensión dramática por debajo de las risas, con un tono distendido, divertido y sarcástico, por momentos patético. Más allá de los chistes algo burdos y escatológicos, el tema central es una emocionante historia de lucha interna y ética.
A pesar de sus transgresiones, la película cumple con constantes esenciales del género: exaltación de la amistad, lucha por la dignidad, defensa de los débiles (la reivindicación de la prostituta agredida, la relación con la joven nieta de Doc/Walker que recuerda la de la adolescente y Mastroianni en “La Dolce Vita”, en tanto contraste de mundos opuestos que a pesar de todo pueden en algún punto conectarse y entenderse.
rouse cairos
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6
22 de agosto de 2013
34 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
En películas anteriores, Carnevale había abordado temas más o menos espinosos, como el amor en la tercera edad (“Elsa & Fred”), la orfandad de los discapacitados (“Anita”) y la infidelidad (“Viudas”), donde supo tamizar los puntos álgidos con una cuota de humor. En “Corazón de León”, redobla la apuesta y se vuelca a la comedia con cierta apuesta por el absurdo y la provocación. Sin embargo, lo principal del relato no se apoya en las expectativas sugeridas por los afiches que acentúan el contraste físico entre un enano y una exuberante belleza femenina, porque “Corazón de León” es ante todo una película romántica, una historia de amor. Pero distinta.
Parte sí, de una premisa antiprejuiciosa: todos somos iguales ante el amor y no importa que el carismático León (Guillermo Francella) mida 1,36 m. Como en la fábula de la princesa y el sapo, Ivana (Julieta Díaz) queda encantada con él, cuando fortuitamente se conocen.
Los inconvenientes vendrán del entorno familiar y los amigos de ella, para quien no resultará fácil manejar el juicio de los otros. “No es nada grave, es distinto”, advertirá el protagonista que toda la vida tuvo que pelear para tener su lugar en el mundo, ante la falta de centímetros que dan patente de normalidad en una sociedad básicamente discriminadora.
León tiene en claro sus propias limitaciones y ventajas (es inteligente, simpático, amable y adinerado) pero las dudas atormentarán a la mujer, interpretada por Julieta Díaz, que se asemeja a una diva de la comedia italiana de los sesenta. Ese conflicto -que transforma la comedia en melodrama- desatará una lucha interna entre los sentimientos amorosos y el peso de los prejuicios.

La película cuenta con todos los requisitos para un cine masivo pero es algo más que una mera fórmula exitosa, tiene mucho oficio y logros no visibles habitualmente en la comedia romántica nacional. Una acertada ausencia de costumbrismo y ante todo el apoyo en la carismática pareja interpretada por un actor y una actriz con encanto y talento.
Lo atractivo de la película pasa por mostrar cómo se conocen y se van enamorando los desiguales protagonistas; punto de vista que sabe cuándo acentuar o contrastar y cuándo no. La escena del dormitorio, por ejemplo, está muy cuidada, cerrando el plano y con muchas elipsis. También las situaciones y diálogos están elaborados con una riqueza poco común para el cine argentino que aspira a la gran taquilla y suele desbarrancar en lo grotesco.

Respetando la estructura básica de la comedia romántica, cada personaje central tiene su acompañante: la secretaria de Ivana (Jorgelina Aruzzi) y también la figura de la madre (Nora Cárpena). En el caso de León, su hijo Nicolás y su mucama incondicional, quienes complementan y ayudan a unir los hilos que entretejen una relato irreverente, lúdico y muy entretenido.
En el haber de “Corazón de León” gravita su guión eficaz, una narración fluida y las impecables actuaciones. Su punto más flaco aparece cuando se acentúa demasiado el discurso moralizador, quedando el mensaje predicador por sobre la imagen narrativa.
En la audición, molesta una banda sonora omnipresente, demasiado obvia, mientras que sin música o con menos, la película podría haber ganado en intensidad. Y, por último, se extraña el protagonismo de la ciudad y sus ambientes, que son los bienvenidos ingredientes de las comedias clásicas. Por lo demás, la película tiene un merecido destino de éxito, capaz de sorprender, divertir y emocionar con recursos nobles.
rouse cairos
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6
3 de septiembre de 2012
27 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos tenemos un plan" es la historia de un hombre (Agustín) que ni joven ni viejo decide abandonar las comodidades de la ciudad, su profesión y su mujer, para emprender la búsqueda de una vida nueva o mejor dicho interrumpida en el momento en que se apartó de su hermano mellizo (Pedro) y del lugar donde transcurrió su infancia, en la zona más agreste en las islas del Delta.
Este cambio radical coincide con una insondable crisis personal y la posibilidad de trocar su identidad por la de su gemelo. Aparentemente tan opuestos como Caín y Abel, el periplo de Agustín es un proceso que va de la civilización a la barbarie, en sentido contrario a lo convencional, y a medida que va conectándose con su costado bestial y los peligrosos vínculos que hereda, la película se va poniendo más violenta, con una naturaleza que pone a prueba para sobrevivir y descubrirse.
Es una película muy plástica y muy pictórica, en cuanto a las texturas y el color, rodada en pleno invierno, cuando hay menos cantidad de verde en los árboles isleros y se ve todo más ralo y abrupto. La hostilidad y frialdad contagia a la luz que acompaña y construye climas y tonos, registrados con una fotografía virtuosa.

En la construcción narrativa de la película hay una búsqueda que si bien tiene su punto de partida en el cine de género, se permite desvíos. El tiempo también retrocede a medida que se interna en lo agreste, alejándose de la civilización. El protagonista empieza fingiendo pero se va transformando a medida que aflora una certeza más profunda que madura en su interior.
La directora Ana Piterbarg escoge un ritmo paciente para desarrollar una historia que, como "El Aura", tiene momentos de thriller y acciones violentas, ideales para la fisicidad de Mortensen, a quien le cuestan más las escenas intimistas.
Superada la mitad del film, el thriller toma ritmos propios del drama y se torna más lento, para enfocar procesos interiores, dejando la narración en un segundo plano. Pero nunca abandona la tensión, en una trama atrapante que siempre sorprende porque no es previsible, aunque tal vez demasiado abierta.
Como la Misiones que describe Horacio Quiroga, el Delta del Tigre es una región marginal y rica en tipos pintorescos que, a semejanza de las bolas de billar, emprenden los rumbos más inesperados. El azar, la tragedia, la pasión y cierto darwinismo social en la metáfora de las colmenas y su lucha biológica que se remarca al inicio de la película así como el cierre con las imágenes aguas arriba o la lectura de "Los desterrados" reiteran el noble sustrato literario que alimenta el espíritu del film.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
rouse cairos
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8
24 de junio de 2015
38 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
La flamante remake del clásico de Daniel Tinayre , realizado en 1960, justifica la actualización de su propuesta, que incorpora la actualidad de su propio tiempo y a su vez interpela hasta qué punto nos hemos desacostumbrado a los dilemas éticos y su consecuente dialéctica para defender ideas y consecuencias.

La película arranca con un largo plano secuencia que registra una descarnada discusión que enfrenta dos puntos de vista opuestos. El relato abre con un áspero diálogo entre la joven Paulina (Fonzi), recién recibida de abogada, y su padre, un juez de notoria trayectoria (Oscar Martínez) que espera de ella la continuación de una carrera en el ámbito del derecho, donde se le abren todas las puertas. Sin embargo, la joven ya tiene una decisión tomada al respecto: abandonar su especialización y regresar a Misiones, su tierra natal, para integrarse en un proyecto docente con jóvenes estudiantes de zonas marginales. Su padre se opone a esta decisión, pero Paulina decide seguir adelante.
Ya en zona semirrural, con los aserraderos que permanentemente reciben árboles extraídos de una selva cada vez menos verde, Paulina y sus ideales chocan con la realidad: la diferencia de idioma y de clase social son apenas el inicio de una tarea ardua que se complicará cuando un grupo de jóvenes jornaleros la confunden con una prostituta y es víctima de una emboscada y agresión sexual.

La película de Mitre toca puntos sensibles por el trasfondo del tema abarcado que no ocupa el primer plano pero cuenta y mucho. Santiago Mitre realiza un juego de temporalidades que también estaban en la película original: interrumpir y volver sobre el tiempo narrado, con el fin de retomar el hecho conflictivo desde diferentes ángulos. Este recurso refleja la complejidad del caso y permite diferenciar móviles y motivaciones.
La nueva versión se hace eco de los debates políticos contemporáneos y las distintas reacciones ante un hecho de violencia de género, con su posterior reclamo de justicia, generando posiciones encontradas. Al respecto, el film opera contra la idea de venganza que tan opuestamente canaliza otro film argentino reciente como Relatos Salvajes.

Es que “La patota” no sólo es una película política sino también una propuesta desconcertante, que puede dejar perplejo al espectador a la luz del irritado sentimiento social del ojo por ojo y diente por diente.

El planteo central es ante todo un conflicto ético, distante por igual del puro misticismo y del melodrama. La película se torna cada vez más inquietante y desafiante de la mano de su protagonista.

Plantea las ansias de cambio social, poniendo el cuerpo y la voluntad transformadora. Del otro lado, se acentúan las normas que conservan y legitiman. En la diferencia de posturas ideológicas se centra el relato. Cuando la heroína se convierte en víctima, como lo remarca su padre juez, todos esperan una justicia equiparada al castigo.
Sabemos que Paulina no cree en la justicia institucionalizada, que desconfía de su capacidad, porque “no busca la verdad sino culpables” -afirma- y en la expectativa acerca de si su convicción permanecerá irreductible, se sostiene el suspenso.

Con un tema sólido, buenas actuaciones y una estética que llena los ojos de buen cine, “La patota” se mira sin respiro hasta desembocar en un largo plano final memorable y sin palabras, que refuerza ese punto de vista que avanza de frente y nos enfrenta, con la fuerza de las convicciones.
rouse cairos
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