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Críticas de Quatermain80
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Críticas 406
Críticas ordenadas por utilidad
7
28 de febrero de 2010
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cinco años antes de que Capra abordara la cuestión en su clásico "Caballero sin espada", esta película, la antepenúltima que protagonizó el gran cómico Harold Lloyd, presentaba un argumento similar; al igual que ocurre con Jefferson Smith en la película de Capra, este Ezekiel es un personaje inocentón y bienintencionado que servirá de pelele para poderosos y corruptos, que dominan el ayuntamiento de su ciudad natal.

A pesar de que la cinta tiene un evidente carácter satírico y maneja códigos propios de la comedia, puede afirmarse que esta es la primera ocasión en que Harold Lloyd abandona su forma habitual de entender el humor en el cine. Sus obras precedentes, ya sonoras, conservaban aún las características propias del cine cómico mudo, siendo en ellas fundamentales los gags visuales, mientras que el guión se mantenía en segundo plano, simplemente acompañando la acción. En "La garra del gato" el guión, sin ser ninguna maravilla, tiene ya una importancia y centralidad decisivas, y los gags visuales han desaparecido. En conjunto, el filme se sigue con facilidad y agrado, destacando el buen hacer de una amplia galería de secundarios (que oscurecen la labor del propio Lloyd), así como la ingeniosa concepción de algunas secuencias, como la del arresto masivo de hampones y corruptos de la ciudad.

Por tanto, con esta cinta, Harold Lloyd entraba definitivamente en la modernidad cinematográfica, que sin embargo, y al igual que a otros colegas, no le sentaría demasiado bien. Es algo que puede deducirse de esta misma película; desprovisto de sus gags trepidantes, acrobáticos y delirantes, Lloyd se convierte en un actor corriente, con capacidades limitadas, y aunque la película sea buena, sus posibilidades de lucimiento, de hacer aquello en lo que era realmente magnífico, habían terminado. Por suerte para Harold, su enorme fortuna (ningún actor ganó mas que él durante los años veinte) le permitió vivir cómodamente de las rentas, en un mundo sonoro en el que sus persecuciones, carreras y escaladas, eran ya historia, material para filmotecas.
Quatermain80
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7
8 de mayo de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Embarcado ya desde comienzos de los cincuenta en el rodaje de los sucesivos westerns por los que hoy es más recordado, Anthony Mann regresaba, de la mano de esta película, a los temas que más había frecuentado en sus inicios, por lo general enmarcados en el thriller y/o el género negro. Además, esta película supone también una vuelta a las estrecheces características de la serie B, en las que Mann había demostrado sobradamente su capacidad de adaptación y su inventiva, factores fundamentales que pronto le revelaron como uno de los grandes narradores cinematográficos de su generación (y de todas, podríamos decir).

El argumento mezcla elementos propios de un thriller político (el ambiente prebélico, las tensiones ideológicas, las conspiraciones) con los de la pura intriga (la pesquisa en pos de los potenciales magnicidas, los equívocos y sospechas sugeridos por la galería de personajes), y lo hace concentrándolos en un espacio cerrado, un tren, que se convierte en el vehículo narrativo esencial de la película. Y es que lo verdaderamente fantástico de este filme no son tanto las líneas fundamentales de la historia, los personajes o el suspense (estando bien servido de todos ellos), sino la brillantez con la que Mann conjuga tales elementos haciendo un uso dramático del espacio en el que transcurren. En efecto, el tren no es un lugar neutro, sino que condiciona todo el desarrollo de la historia, y sus distintas partes (los techos, pasillos, bajos, compartimentos, vagones de carga, etc.) cumplen siempre una función narrativa y dramática de primer orden.

La crítica ha señalado que esta película es una peculiar mezcla de western y cine negro, y hace un paralelismo con la combinación de géneros que también había practicado Mann en un título anterior, el estupendo El reinado del terror. En mi opinión, de la misma manera que esta última cinta tomaba un marco extraño (la revolución francesa) pero en cambio desarrollaba un argumento típicamente negro, la presente película responde a similares esquemas. Puede sorprendernos que un thriller político o filme de intriga como este se ambiente en los años sesenta del siglo XIX, pero yo no veo elementos en él que lo emparenten directamente con un western; es más, si la acción se hubiera desarrollado un siglo después, no habría variado prácticamente nada en el filme. Puestos a buscar relaciones entre ambos géneros en la filmografía de Mann yo los buscaría mejor en títulos universalmente estimados como westerns, por ejemplo, Colorado Jim.

Correctamente interpretada por un amplio reparto, tal vez el personaje más soso sea el protagonista, más bien por su concepción (es un hombre obsesionado por cumplir su misión, pero no se nos dice nada más de él) que por el trabajo de Dick Powell (que cumple). Más brillante resulta Adolphe Menjou, excelente en su ambiguo y desenfadado papel de coronel, que trae a la memoria su magnífica actuación en Senderos de Gloria (también como cínico y aparentemente afable militar).

Para concluir, debe destacarse la impactante calidad formal de la película, con una fotografía excelente de Paul Vogel que recuerda las brillantes colaboraciones que ya estableciera Mann con otros directores de fotografía, como John Alton. La combinación de los reducidos espacios del tren con el empleo dramático de los focos de luz, la composición de los planos (haciendo uso de los ángulos precisos en cada momento) así como la continuidad entre las secuencias, dotan al filme de un ritmo excelente y de una coherencia visual ejemplar, que sin duda ha debido ser un modelo a seguir por realizadores posteriores.
Quatermain80
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7
15 de febrero de 2015
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película eficaz y francamente entretenida que tal vez tiende a ser subestimada por la escasa originalidad de su argumento central, que nos propone una historia en la que una atractiva heredera es perseguida por su reciente esposo, que ansía quedarse con su fábrica, crímenes mediante.

A diferencia de otras películas precedentes de similar trama, como podrían ser “Sospecha”, de Hitchcock, o las dos versiones de “Gaslight” (Dickinson y Cukor), en el presente filme en seguida conocemos las intenciones de Selden, por lo que en vez de privilegiarse la intriga o la ambigüedad –que sí estaban presentes en los títulos antes mencionados- se opta por dar más importancia al drama, centrándose en la angustia de Deborah, y al thriller, cuyas señas de identidad se hacen evidentes tanto al principio como al final de la cinta. Si el enfoque melodramático funciona, ello se debe principalmente a la excelente interpretación de Ida Lupino, actriz experta en este tipo de papeles que bordean la fina línea entre el drama y el género negro, y en los que casi nunca tiene suerte con los hombres, al menos en sus primeras opciones. La intérprete logra transmitir en todo momento la angustia e inquietud que convienen a su personaje, encarnación del bien amenazado. Como era de esperar, dada la época, la desvalida protagonista precisa de un “salvador”, y ése es Keith, noble y bienintencionado, interpretado por un correcto Duff. A la pareja de buenos se opone otra de villanos, con un frío e impasible Selden (tal vez demasiado impasiblemente encarnado por McNally), y una suerte de mujer fatal (más bien mala a secas, aceptablemente interpretada por la debutante Peggy Dow).

La estructura narrativa es convencional salvo por el comienzo, con una secuencia inicial que se nos muestra durante los títulos de crédito y que da paso a un flashback introducido por la voz en off de la protagonista, consiguiendo, cuando menos, cierto impacto en el espectador, si bien no del todo bien aprovechado después. Correctamente realizada, con escaso protagonismo de la música y poco afán de lucimiento formal, destacaría la secuencia en la que Deborah y Keith se ven envueltos en una enorme fiesta en un hotel en el que se celebra una convención. Es un acertado y divertido contrapunto a la inquietud y angustia que predominan en la película, y que reaparecen precisamente a continuación, con la secuencia de la escalera (introducida con un característico pero bello plano cenital). En cuanto al tramo final, se caracteriza por retomar la tensión inicial adoptando soluciones propias del thriller y del género negro, como las secuencias ambientadas en la fábrica (se hicieron muy frecuentes en películas de género a raíz de su acertada utilización en el clásico “White Heat”, de Raoul Walsh), en las que la fotografía juega dramáticamente con el claroscuro.

En conjunto, y más allá de sus lugares comunes y de alguna que otra inconsistencia, una buena película que no defrauda las expectativas de los aficionados a estos géneros.
Quatermain80
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7
2 de marzo de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son ya varias las películas que he comentado de este realizador británico, hasta hace poco casi un completo desconocido, pues sólo había visto alguno de sus filmes más tardíos, como "Khartoum", una gran superproducción aventurera. Sin embargo, descubrir algunas de las películas que realizó en los 50 y primeros 60 ha sido una suerte, pues constituyen un precoz ejemplo de la introducción del realismo social en el cine británico. Al igual que ocurrió con ciertos realizadores franceses oscurecidos por la generación de la Nouvelle Vague, Dearden fue desdeñado por los nuevos autores del Free Cinema, lo que no deja de ser curioso, toda vez que la carga crítica de algunas de sus películas ("Sapphire", "Victim" o esta misma) fue realmente importante y pionera.

En el presente caso el argumento aborda el problema de la delincuencia juvenil, y para ello, como es habitual en el cine de Dearden, una investigación policial en torno a una serie de incendios provocados sirve para introducir a los personajes, ambientes y situaciones. La película trata de mostrar (a veces con cierta ingenuidad, tal vez inevitable, dado lo novedoso del tema en aquellos años) las raíces de los problemas que afectan a los jóvenes, como son los hogares desestructurados; así, los jóvenes protagonistas de la película (una joven familia de cuatro hermanos) carecen de referentes paternos, ausentes por una u otra razón, y es una sobrepasada hermana mayor (Cathie) la que debe hacerse cargo de la situación. La deriva criminal es ejemplificada por su hermano Johnnie, una especie de "joven airado" que capitanea la pandilla de gamberros locales, adolescentes como él.

Resulta también muy interesante la perspectiva policial que el filme arroja sobre el problema, pues está marcada por la duda entre aplicar la mano dura u optar por otros métodos más preventivos; esta dicotomía es encarnada por el personaje protagonista, el detective Truman, que acostumbrado a tratar con malhechores deberá cambiar su modus operandi al vérselas con niños y adolescentes.

En cierto modo, la película, al centrarse en Johnnie y Truman, refuerza la idea de tránsito que ambos encarnan, pues el primero, desde cierto gamberrismo se encamina hacia el delito, mientras que el segundo, que provenía de un mundo que sólo entendía el castigo, deriva hacia una posición más abierta y socialmente comprometida con las causas de los problemas. La postura del guión (originalmente escrito para el filme) es ésta última, y la refuerza a través de personajes como Cathie, el sacerdote o el director del colegio. Quizás pueda criticarse que el tramo final del filme se deslice por derroteros un tanto efectistas, pero lo cierto es que dramáticamente funcionan, y de paso permiten el lucimiento de David McCallum, que compone a un Johnnie casi desquiciado, que por momentos recuerda a algunos malvados del cine negro (por su físico evoca ligeramente a Richard Widmark).

Bien interpretada en conjunto, con Stanley Baker clavando su papel de policía aparentemente duro, pero en el fondo sensible, y con Peter Cushing encarnando a un seráfico sacerdote, debe destacarse en lo formal la acertada ambientación callejera, que muestra algunas de las viviendas sociales de Liverpool por las que se mueven los protagonistas, y la adecuada banda sonora, en la que el siempre peligroso Rock and Roll hace acto de presencia.
Quatermain80
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7
30 de junio de 2013
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al pelo viene el título de la gran película de Melville sobre la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial; y es que cuando los servicios secretos británicos y americanos comenzaron a pensar en la red cuya sección italiana se conocería como Gladio, lo hicieron basándose en la experiencia de los grupos informales de resistencia durante el último conflicto. Así, la característica fundamental de estos ejércitos informales era su carácter secreto, siendo su objetivo actuar como quinta columna en el caso de una hipotética invasión soviética en Europa Occidental; con tal fin, selectos grupos, por lo general relacionados con la extrema derecha, recibieron entrenamiento militar y medios -armas, cobertura política y policial-, permaneciendo "durmientes" en espera de acontecimientos.

Dividido en tres partes, el documental, realizado para la BBC dos años después de que la existencia de la red se hiciera pública, aborda la compleja historia oculta de estos ejércitos secretos, destacando por la abundante información que aporta y sobre todo por la calidad de dicha información, canalizada a través de entrevistas a personajes del máximo interés (antiguos terroristas de derecha e izquierda, miembros de los servicios secretos, ex-ministros, periodistas, jueces, etc.). La primera parte del documental explica los orígenes de la red, enfatizando las conexiones que ésta estableció desde el principio con elementos de extrema derecha (especialmente en Italia y Alemania), ahora ideales aliados en la lucha contra el comunismo. La segunda parte se centra en el caso italiano, un país clave en la estrategia anticomunista de la OTAN, y en el que las operaciones de "bandera falsa" y las infiltraciones de todo tipo fueron moneda corriente. La tercera y última parte aborda el caso de la violencia desatada en Bélgica en la década de los 80, culminando con una vuelta a Italia para recordar las oscuridades del siempre espinoso asunto de la muerte de Aldo Moro.

El documental muestra la evolución de la red y sus métodos; si en un principio el objetivo era prevenir un ataque soviético, después, al constatarse que aquél no se producía, los afanes de estos grupos informales pasaron a ser el control de las amenazas internas dentro de los países occidentales de la OTAN, a saber, los partidos comunistas (sobre todo en Italia, Francia y Bélgica). Para ello se escogió como laboratorio Italia, donde el PCI era una seria amenaza dado su gran apoyo popular; el documental explica muy bien, por boca de los mismos protagonistas (son muy interesantes las francas intervenciones del terrorista de extrema derecha Vinciguerra), cómo se desarrolló la "estrategia de la tensión", en la que una serie de atentados aparentemente indiscriminados y atribuidos a la extrema izquierda -aunque planeados y ejecutados por la extrema derecha, con la aquiescencia y colaboración de los servicios secretos estatales-, perseguían generar un clima de inseguridad que propiciara una "solución de orden", incluyendo el golpe de estado. Similar es lo que se cuenta acerca de Bélgica, un país que normalmente nunca asociamos a estos temas, pero que durante los años 80, mientras socialistas y comunistas prosperaban electoralmente, vio surgir una violencia aparentemente sin sentido (ataques a supermercados, asaltos a cuarteles, etc.), en realidad una nueva versión de la estrategia ya ensayada en Italia.

Este es de esos documentales que deben valorarse más por la aportación que realizan al conocimiento histórico que por sus aspectos formales, en el presente caso convencionales, pues la narración se sustenta en los "bustos parlantes" y en la voz en off; no obstante la información, verdaderamente abundantísima, está bien organizada, montando hábilmente las entrevistas de forma que todas las aportaciones individuales construyan un discurso comprensible para el espectador. Y como decía antes debe valorarse la calidad de estas entrevistas (en las que se omiten las preguntas del entrevistador, lo que siempre se agradece), en las que son los protagonistas de lo que se cuenta quienes lo cuentan, constituyendo así un documento excepcional.

Por todo ello estamos ante un documental excelente que nos introduce en los oscuros recovecos de la Guerra Fría, una guerra que a la postre, como ejemplifica la red Gladio, se libró, fundamentalmente, en las sombras.
Quatermain80
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