Como, desgraciadamente ocurre con todas las series en estos ridículos tiempos Woke, y bien que lo están sintiendo las cuentas de resultados de Netfliz y Disney por poner dos ejemplos en los que el público empieza a estar harto de adoctrinamientos, lo que pudo ser una muy buena serie se queda en un panfleto ideologizado y maniqueo que pierde en el trazo gordo lo interesante de la propuesta inicial.

Pese a que soy un fanático del True Crime, me toca las narices sentarme a ver un documental sobre un caso que conozco y que, en vez de limitarse a exponerlo me intenten colocar publicidad (en este caso política) encubierta.

Porque en puridad , el documental, sí no incumple la Ley Audiovisual 7/2010 que obliga a avisar de emplazamientos publicitarios encubiertos, poco le faltará . Ya la escena inicial es toda una declaración de intenciones: el asesino va en su coche y en la radio se habla de la guerra de Irak. Podría ser casual para situar en el tiempo los hechos…pero no. Más adelante el asesino aparece en su casa y en la tele Bush habla de armas de destrucción masiva. En otra el asesino recorta una mención sobre él y la noticia de al lado en el diario, “muere paciente por las largas listas de espera” y así hasta el infinito en un intento desesperado de convencernos, en campaña electoral de que la España más próspera que hemos conocido era un desastre.

Para rematar, aparte de que el hilo conductor es un periodista (de El País, claro) que se afana en vincular al ejército con “la ultraderecha”, como supuesta experta llaman a la periodista de ultraizquierda del diario Público que ve nazis por todos lados y no sé cómo insiste porque ya metió la pata en el caso de Eva Blanco apuntando a grupos de jóvenes radicales de derecha en cierto programa cuando el asesino resultó ser un cincuentón de origen magrebí

Una vergüenza