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Antigua y Barbuda Antigua y Barbuda · Fea
Críticas de Rodolfo Lasparri
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Críticas 61
Críticas ordenadas por utilidad
8
29 de octubre de 2012
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Falso documental, basado en la cotidianidad de Warwick Davies, famoso en pleno ocaso, (con clara controversia física) impregnado con el carácter lamentable del paradójicamente querido David Brent. Siete capítulos estructurados al estilo de Extras, llenos de cameos, donde el protagonista busca su lugar, dejando de lado elementos que atañen a la dignidad de cada uno para conseguir aquello que se encuentra a las antípodas de sus reales posibilidades.

Así pues, Richy Gervais tira de lo que sabe hacer mejor y planta de nuevo la semilla de la tristeza en el corazón de la serie. Al describir la forma del humor gervasiano uno se plantea cual seria la mejor manera de describirlo, de enmarcarlo. Una tristeza espantosa seria el juicio elegido. Pero es preciso señalar que no se trata de una tristeza sustentada con elementos trágicos, no estamos tratando una forma de tristeza que se ampare en un acto vacuo, una desaparición, una muerte. Se trata de una tristeza (de espíritu, si se prefiere) tremendamente sofisticada, donde la vacuidad se nos presenta como ausencia de inteligencia en todos los sentidos. Su composición está hecha con pequeños detalles y guiños constantes a una idea que todos tememos que se presente como reflejo: el reconocimiento del Otro. Pero la raíz de la tristeza gervasiana reside en ese “a toda costa” que aparece pegado en la frente de sus protagonistas. Ese reflejo intuitivo, sin duda, asusta (…) y de pronto aparece la risa. Ese “ríes por no llorar”.

Por otra parte, súmale el enfrentamiento del espectador a los protocolos de opinión social. Estandartes de las buenas formas y el pensamiento único. Ese “gente de color”, ese “pobrecitos, son enanos”, A lo que Richy Gervais and Co. responde “pero pueden ser imbéciles, no?”. Acto político sin igual. Los maestros de este post-humor nos enseñan como lo grotesco aflora en lo cotidiano. Aparece la risa al producirse ese cortocircuito entre aquello patético que hay en la pantalla y aquello patético que hay en nuestros yo-sociales. Lucha de patetismos. La mezcla es explosiva. Y yo me parto.

En este caso es verdad, a Live’s too short se le ve el plumero. Una vez pillada la forma narrativa del polémico humorista uno puede prever sin muchas luces por donde irán los capítulos y como se llevará la autoparodia (que aplaudo) de Warwick hasta silencios que lo dicen todo (y nada es bueno). Pero incluso siendo su serie más previsible uno no puede dejar de admirar la capacidad ilimitada de generar situaciones insultantes con total naturalidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Rodolfo Lasparri
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8
24 de junio de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En King of Comedy (99), Stephen Chow, continua con su línea de protagonista perdedor con gran corazón que, salvando las distancias obvias, huele a Chaplin. En esta cinta interpreta a un actor que no sirve ni como extra, lo cuál le sirve para dos cosas; una, mostrar sus registros faciales y niveles interpretativos, y dos, meter un cameo de Jackie Chan que ilumina y simpatiza el momento.

Aquí Chow está en estado de gracia. Si omitimos la rigidez occidental con la que se guían los géneros cinematográficos, encontramos que el hongkonés mezcla a sus anchas (y con dominio de cada uno de los lenguajes) acción, comedia, romance y drama. Dentro del marco paródico donde se encuentra toda su obra, siempre hay espacios donde la película no tiene ninguna gracia. Algunas veces, por simple tontería y otras por la controversia o agresividad a la que nos evoca. Vamos, que mientras aún te ríes le dan una paliza a una prostituta. ¿Cómo sentirse con eso?

En la comedia, y más en la comedia paródica, los personajes suelen presentarse con caracteres muy marcados y claramente distinguibles. Digamos que no existen los grises. El diálogo entre blanco y negro queda claro. Chow en cambio, incluso en medio de la estupidez más absurda presenta personajes con ciertos tonos. Queda como ejemplo máximo el personaje de ella. Presentación sobrecargada y bruta de sus intenciones y poco a poco humanización, mediante pequeños detalles, de la dama de las camelias y el Richard Gere hongkonés. Este momento de colorido y de ciertas tonalidades a los personajes cargan la cinta, en su esencia, de seriedad. Y aquí en casa, si el personaje es profundo, se toma en serio y si se toma en serio, el tema es serio y si el tema es serio, no se hace burla y si se hace burla, mal, caca. Luego, ¿cómo ver esta película?

Salvando las distancias, aconsejo ver las películas de Chow, y en especial ésta, con el mismo prisma con el que miramos las comedias clásicas americanas. Hombres mujeriegos inmaduros o directamente tontos, mujeres florero con carácter, etc. Donde el rol de cada uno sirve de disfraz y escenario para contar historias cómicas y preciosas a la par.

Lo mejor: las imprevisible piernas de ella.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Rodolfo Lasparri
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8
24 de junio de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda alguna, Love on Delivery (1994), se trata de una de las películas más divertidas dirigidas por el amigo Chow, sin duda. Cierta garantía de partirse. Si esta no te entra, no lo intentes con su cine.

Trama simplona y típica de controversias forzadas que no impide el goce y las risas. Se perdona la superficialidad de ella y algunos espacios oscuros del Maestro. Aquí Chow es lo único que importa.

Chow-actor, sorprende por su capacidad cómica y su buena forma en algunas escenas.
Chow-guionista, enamora. Gags bien elaborados. Conversaciones magistralmente absurdas.
Chow-director, hace lo que quiere y lo consigue.

Señalar en esta producción, en especial, (y en casi toda su filmografía) una narrativa fílmica típica del anime japonés o mejor aún, típica de Looney Tunes. No es tontería imaginase a un Stephen Chow de pequeño tragándose horas y horas del “lindo gatito”, Buggs Bunny o el Gallo Claudio. Los referentes son claros y los gestos se cuentan por docenas. Movimientos de cámara bruscos, zooms vertiginosos, primeros planos, cámaras lentas en momentos bonitos, cámaras rápidas en huidas, dialéctica entre picados/contrapicados al presentar enfrentamientos y un montaje de corte/sorpresa (brillante en momento a bus cruzado).
Rodolfo Lasparri
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8
14 de diciembre de 2010
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Personalmente no estoy muy metido en el género pero cierto es que de un tiempo a esta parte están sacando al mercado productos con la intención de normalizar socialmente nuevos núcleos familiares (lease Modern Family & Co.). A mí entender, lo consiguen, ya que no me parece espantoso ni alarmante. Si tuviera que hablar de esta película con alguien, la relación lésbica no tendría espacio, ya que sólo sirve de falca argumental (para introducir un donante, un tercero en discordia) y nada más.
¿Lo ves normal? Claro. Objetivo cumplido. Felicidades.

El trabajo es impecable. Un buen guión, ameno, familiar, cercano.
Dos actrices como dos monumentos (dudas de cual te gusta más en casi todas las escenas).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Rodolfo Lasparri
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5
17 de octubre de 2010
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película está basada en un relato de John Connolly y trata la historia de John James (Kevin Costner) un padre novelista recientemente divorciado que decide mudarse con sus hijos Louisa (Ivana Baquero) y Sam (Gatllin Griffith) a una casa apartada en Mercy, Carolina de Sur. La hija (ya adolescente) descontenta con la separación de sus padres y el repentino traslado, empieza a investigar en relación un túmulo gigantesco que se encuentra en medio del bosque. Ruidos extraños, comportamientos insólitos en la niña y mucho barro en sus zapatos, despiertan la curiosidad del padre y del espectador por saber que está sucediendo.

La película se define como una mezcla de drama familiar y thriller sobrenatural, y claro, ocurre lo que le pasa a tantas otras, al final se queda a medio camino entre los dos géneros. La música, de Fernando Navarrete, está claramente dividida en dos partes: una primera de carácter afable y suave, y una segunda cargada de elementos tensos, la cual ayuda mucho a no maldecir los 108 minutos que dura la película.

Aunque se presenta como la ‘opera prima’ del joven director Luis Berdejo, hay que tener en cuenta que el realizador ya hizo varios cortometrajes, tremendamente bien acogidos por la crítica y realmente brillantes, donde ya se puede entrever una forma de trabajo propia y un estilo muy personal. Por otra parte, también a participado en el guión de la aclamada [REC] y también, de su remake americano “Quarantine”.

El cuadro general puede parecer interesante, pero lo cierto es que la película es una sucesión de escenas un tanto vomitivas por su dogmatismo americano. Es decir, el padre que quiere ayudar a la niña y no sabe cómo. La niña adolescente irritada con el padre. El niño pequeño con un “me quieres y no me dejarás nunca, ¿verdad?” mientras el padre le arropa en la cama. La guapa profesora que se interesa por el atractivo padre soltero y por la educación de sus hijos. En fin, así toda la película. Pero también es verdad que el género invita a desviar la vista y así dar un salto del “que sucede” al “cómo sucede”.

La forma (o la fórmula) de la película funciona bastante bien. Ya desde el primer cuarto de hora, el realizador permite que se pueda entrever el secreto de la película y consigue así, meter un elemento de tensión que te acompaña hasta el final del metraje. La dirección, si no olvidamos que es una “primer vez”, es digna de atención. Sin duda, coherente y consecuente con el planteamiento inicial y con aquello que se busca en el género. Luis Berdejo, maniatado por la industria americana, ha sabido sacarle lo mejor a un producto que ya de base estaba un tanto podrido. Sin duda, el joven donostiarra sabe muy bien lo que hace y se presenta como garantía de buen savoir fair para próximos proyectos, ya con carácter propio.
Rodolfo Lasparri
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