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España España · Madrid
Críticas de mato
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Críticas 94
Críticas ordenadas por utilidad
7
15 de junio de 2009
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
dispuse a ver la supuesta obra maestra de Bergman. Lo hice por amistad y por obligación. Resulta que un amigo tiene que dar una charla acerca de la peli y me pidió ayuda. Ya de paso, me servía a mí para tratar de rellenar el vacío cultural que tengo con toda la obra del sueco.
Sólo he visto cuatro o cinco de sus pelis. Y debo ser un paleto porque me gustan más aquéllas que no dirige él. Supongo que será que la suma de su extrema profundidad y la aridez de sus formas y montajes se me hacen excesivas.
El caso es que me puse delante de la peli con el mismo miedo que con un ciclo que acababa de intentar tragarme de Andrej Tarkovski. Digo intentar porque no logré terminar una sola de sus obras. Y eso que mi criterio de selección era bastante claro: de entre las buenas, sólo aquéllas que duraran menos de 100 minutos.
Mi miedo se empezó a concretar con el primer plano del filme. Un plano bellísimo de una Misa que no termina. Durante diez minutos asistí a dicha imagen. Tomé la carátula para volver a comprobar que la tortura sólo duraba 80 minutos. Sin embargo, me equivoqué. Al momento, comencé a olvidarme de la duración.
Bergman entró en escena. Sus eternas cuitas con Dios se hacían carne en la voz de un reverendo. El conflicto era tan claro como el que todos vivimos en nuestra relación con Dios. Las preguntas no eran nada originales, eran universales. Lo no universal es la elección de esa forma tan poco cinematográfica (o al menos, americana) que consiste en mostrar, no sugerir. Así, las preguntas y dudas son tan explícitas que pueden generar identificación, casi nunca narración.
La seriedad de lo que cuenta es tan brutal que no hay lugar para el humor. No hay lugar para la dramaturgia. No hay lugar para exponer planos bellos o anécdotas reveladoras. Todo está en el verbo de Bergman, en las nada sutiles dudas del protagonista, en la dureza con la que castiga su amor a la chica, en la explicable incomprensión con que vive Max von Sydow.
Si decía Kieslowski a través de Juliette Binoche que "Nada es importante", Bergman opina exactamente lo contrario. Para él, todo lo es. Y serlo impide obviarlo. Su extrema coherencia le lleva a poder ser un pesado, a pecar de trascendente cuando su conflicto es bastante obvio y su expresión todavía lo es más, a no permitir que la belleza entre, a proporcionar un final redondo sin aprendizaje, a no dejar asomar momentos de felicidad en una vida esencialmente sin destino.
Claramente, Bergman no disfruta del viaje. Yo sí pienso hacerlo. Y para ello, veré las menos posibles pelis suyas. No porque no me gusten, sino porque me aportan cien veces menos pensamiento que otras, y millones de veces menos emociones.
mato
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4
20 de octubre de 2009
35 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer tuve la oportunidad de ver una película del cine de toda la vida. Deberíamos llamarle una película clásica, yo voy a llamarle una película antigua.

Es clásica por la fama que tiene, por su condición de película célebre, de referencia del cine realista para mucha gente, por su autor. Es antigua por toda la gama de recursos que ofrece.


Si algo hay que destacar de la peli es su valentía. La valentía y el mensaje socialista es del propio escritor, pero sí se agradece que el mensaje no se perdiera por el camino, que el fascismo de John Ford no travistiera el comunismo de Steinbeck. Sin duda, ése es para mí el mayor mérito del Tuerto. Lo peor de esto es que su mensaje siga siendo hoy igualmente válido. Lo mejor de esto es que logre conectar con la platea, con algunos de los espectadores que hoy la ven y la viven y se emocionan.


Yo no soy de ésos. Yo soy de los que la veo y me quedo frío. Me quedo frío desde el principio. Cuando veo que no hay ninguna coherencia entre forma y fondo. Que el pretendido realismo de los campos no es más que decorado de un estudio. Que la cámara refleja planos lujosos de una pobreza de diseño. Que la interpretación de los actores es de método, no de naturalismo. Que busca la empatía mediante la lástima. Que hace avanzar la trama mediante diálogos. Que no es capaz de crear imágenes potentes. Que hace evidentes los sentimientos y las conclusiones. Que buscando hacer cine, sólo es capaz de hacer teatro filmado.


Por todo eso me deja frío. Pero que me deje frío, no significa que no valore la idoneidad de su mensaje, no valore que a muchos ayer les entretuviera, les hiciera vivirla, sentirla. Porque el teatro también puede cambiar el mundo, también puede generar emociones. Lo antiguo no es necesariamente malo, puede mover más que lo moderno. Pero no por ello deja de ser antiguo.
mato
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5
27 de febrero de 2010
13 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
A todos los directores que no escriben les pasa lo mismo. De vez en cuando la cagan.
No la cagan porque sean malos, la cagan porque cuando la necesidad de buenas historias se prolonga, baja el nivel de exigencia. Y con él, uno se acaba poniendo al frente de un proyecto de menor calado del que uno merece. De menor calado del que Scorsese merece.
La historia de Dennis Lehane no daba para mucho. Daba para hacer una reflexión sobre la locura y sus tratamientos. Tampoco parece la mejor carne para un plato de Scorsese. En ella ni siquiera ha metido su obsesión por los efectos de la religión sobre la pérdida de la razón. Si la pluma de Paul Schrader hubiera estado metida, otro gallo le hubiera cantado.
Si al asumir una historia tan ajena como la de Infiltrados, ya asumía su no autoría, el genio italoamericano busca todos sus retos en lo visual. Y ahí deriva en un mal artesano y buen cinematógrafo. Ahí acaba siendo un regular narrador y un excelente fotógrafo. Ahí aparecen todas las alucinaciones y sueños del protagonista, que resultan tan desgarradoras y potentes como inútiles. Ahí aparecen todos sus giros, que convierten el metraje en entretenimiento pero nunca en reflexión. Ahí aparecen sus paisajes y faros del mejor Hitchcock, unido a sustillos de serie B.
Ahí aparece una salida digna para cualquiera e indigna para Martin Scorsese. No es una cagada como las de otros que no escriben, pero sigue siendo una cagada para él.
mato
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5
7 de febrero de 2011
12 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que no os engañen. Que no os engañen ni las 7 nominaciones a los Oscar, ni los dos Globos de Oro. Que no os engañen los críticos nada sesudos ni los espectadores poligoneros que abarrotaban la sala.
The Fighter no es más que una ensalada de tópicos. No es más que una peliculita de boxeo. No es más que una historia convencional de superación. No es sino una peli más basada en hechos reales en la que nada de lo que sucede parece creíble.
Y lo peor no es que no te lo creas. Lo peor es que no te llega. Que no alcanza a generarte una mínima emoción.
Todo parte de un guión en el que lo único que sobresale son los dos estupendos personajes del hermano y la madre, de Christian Bale y de Melissa Leo. Ellos dos mantienen una trama en la que sólo sorprende la oda antifamiliar. Todo lo demás es convencional, es perfectamente predecible.
Y especialmente predecible es la dirección de un O'Russell que nunca fue el niño listo que le dijeron que era. Sus películas al fin siempre se caían. Aunque no la haya escrito, ésta es otra más de las que se caen.
Por eso que no os engañen. No vayáis a verla.
mato
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10
13 de julio de 2009
12 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo describir la euforia? ¿Cómo contar el placer supremo? ¿Cómo explicar mediante la razón algo que no es sino un gozo absoluto? ¿Cómo aplicar una lógica a las miles de risas vividas? No se puede.
Sólo se puede contar el hecho. Mi cine ha podido reírse unas 200 veces durante la peli. Mi cine ha podido carcajearse unas 100. Mi cine ha prorrumpido en aplausos espontáneos unas 10 veces. Mi cine ha ovacionado la peli al terminar como si se tratara del estreno en un festival de una obra maestra.
Y es que no era un festival, pero Brüno sí es una obra maestra. Una obra maestra absoluta, indiscutible, avasalladora. Un monumento a la risa que hace que uno no sea capaz de recordar las miles de situaciones y gags que le han hecho casi perder el sentido.
Porque te hace perder el sentido. Con su descomunal provocación, con su sangrante incorrección política, con su bestial vergüenza ajena, con su coherencia argumental y estílistica, con su apuesta hasta el final por la gamberrada documental.
Brüno es la obra de un maestro. No sé si el maestro es el sensacional Larry Charles o si sólo es Sacha Baron Cohen. Lo que queda claro es que el segundo no es sólo un actor descomunal, no es sólo un gran guionista. Lo que queda claro es que detrás de AliMcG y Borat, está el mejor cómico del siglo XXI. Alguien que consigue elevar la comedia gamberra a la categoría de arte. Alguien que consigue que sea imposible dar explicaciones. Alguien que consigue generar el placer absoluto. Alguien que consigue que no pasen veinte segundos seguidos sin que estallen carcajadas.
mato
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