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España España · Madrid
Críticas de Alacades
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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
5
27 de enero de 2017
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, es cierto, empatizamos con Paterson porque tiene su sensibilidad a flor de piel. Y una vez empatizados: ¿disfrutamos con la belleza de su ciudad, u oyendo las conversaciones de sus gentes, o contemplando esos mohines ñoños que pone Laura? Yo particularmente no, y no niego que esas pequeñas cosas tengan algún valor, que lo tienen, pero no el suficiente como para rellenar dos horas de mi vida por las que he pagado para que se me ofreciera a cambio algo de más calado que todo eso.

Pondré el siguiente ejemplo: querido cinéfilo, tú que lees esto, no has pasado alguna vez en tú vida por la experiencia de estar dos de tus horas de vacaciones, cómodamente sentado en una tumbona y bajo una sombrilla, en primera línea de playa, contemplando a esos paseantes que la recorren diariamente, dedicado al sencillo ejercicio de diseccionar sus bañadores, sus sombreros, sus camisetas, sus cabezas, sus barrigas, sus pechos, sus físicos espeluznantes en su diversidad, sus andares sandungueros, o patosos, sus cicatrices, o en fin, lo que sea… Pues es un ejercicio entretenidísimo y muy gratificante, porque te permite, a partir de pequeños, o no tan pequeños detalles (aunque siempre insignificantes), construir un mundo de experiencias vitales extraordinario, ejercicio que además es gratis y con el que podrás empatizar con el primero, o la primera, que pase. Ahora bien, si pago en un cine es para que me cuenten una película que me entretenga, o me emocione, o me haga pensar en cosas importantes, mucho más que para recrearme ante esas pequeñas cosas que es algo que puedo hacer en la playa, o en el paseo del estanque del Retiro y, encima, tomando el aire.

¡Ojo!, que he puesto el ejemplo playero porque me parece muy ilustrativo, pero no lo traigo aquí en tono burlón, porque yo tampoco reniego de la belleza de las pequeñas cosas que nos propone Jarmusch, yo también las aprecié en la película, lo que pasa es que no se me ocurre elevar a la categoría de trama de película importante, algo que no alcanza para tanto. Me parece bien que haya quien disfrute con esto, de verdad. Pero lo que no me parece tan bien es que se llame a engaño a la gente con el argumento de que es una película redonda, como leí a un crítico, utilizando lenguajes que no reflejan lo que describen. Yo particularmente me aburrí bastante durante su proyección, mi sensibilidad no debe ser la adecuada para disfrutar de estas cosas.
Alacades
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6
11 de marzo de 2017
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Tras leer las críticas que calificaban a “Manchester frente al mar” como una excelente película, estaba seguro que me iba a gustar. Sabía, eso sí, que era una película dura, un drama de esos que te dejan atribulado, pero también suponía que tras el drama llegaría su resolución, feliz o triste, pero seguramente satisfactoria. Sin embargo, la cosa no fue así, ciertamente el drama está ahí y es convincente, pero la forma que adopta el relato no me satisface.

Para empezar, la película no provoca el sentimiento de aflicción que yo esperaba. ¿Me estaré volviendo inmune al dramatismo de las historias fuertes? no, efectivamente noto cierta inmunidad frente las desgracias que contiene, como consecuencia directa del estilo extremadamente realista con que está contada, un estilo que enfría la trama, te deja al margen y le quita al asunto su auténtica trascendencia. La consecuencia, tras una hora de película y planteado ya el asunto, es que aún no me siento metido en la historia. Muy al contrario, el sentimiento más intenso que aprecio en ese momento es el tedio, resultando muy sorprendente que un tratamiento narrativo frío y realista conduzca precisamente al aburrimiento. Aquí puntualizo que considerar la narración realista no es una opinión gratuita mía sino un hecho cierto y añado, y eso ya sí que es una crítica, que tal tratamiento no es el más adecuado para la película.

Pero ¿en qué consiste ese planteamiento hiperrealista? veo multitud de detalles, empezando por la música que, independientemente de que sea apropiada o no, solo suena en situaciones de paréntesis, los desplazamientos por autopista, el acto religioso, o en imágenes de la bahía, pero nunca subrayando los momentos decisivos (casi siempre dialogados), que transcurren en silencio, es decir, como en la vida real en la que, lógicamente, no se oye música. Además los diálogos son tremendamente veraces porque reflejan muy bien el agarrotamiento verbal propio de situaciones forzadas, de momentos violentos en los que se balbucea torpemente sin saber que decir o cómo comportarse, algo que se repite varias veces en el contexto familiar de la película. Hay también múltiples momentos, aparentemente intrascendentes, con los protagonistas moviéndose por la casa haciendo tareas domésticas que nada aportan y que derivan en imágenes estáticas que parecen haber sido incluidas para que el espectador adopte el estado mental del protagonista, bien observando su casa vacía, bien fijando la vista en el infinito mientras conduce, o bien en cualquier otra actitud meditativa. Y no me refiero a unas cuantas escenas repartidas por la película, sino a un sistema que se prolonga durante todo su metraje, en el que prevalecen silencios que a mí me parecieron inertes, inexpresivos, e insertos con la evidente intención de expresar sentimientos profundos del personaje, viendo su casa, la autopista, o el barco frente a la costa, y todo ello con cara de tener un frío superlativo, que Boston en invierno se las trae.

A todo eso le llamo yo hiperrealismo y esta forma de situar la historia en contexto, a muchos les parecerá una excelente manera de vivirla al máximo. Sin embargo, a mí particularmente, ese enfoque me distrajo del objetivo deseable, que es vivirla al máximo, y me banalizó la historia, dándome una visión fría, distante y, por eso mismo, tediosa. Yo hubiera deseado una mayor calidez, una mayor desenvoltura verbal, más intensidad en los momentos trascendentes, y menos hincapié en aquellos otros más leves que, lejos de ponerme en situación, me sacan de ella. No puedo decir que sea una mala película porque no creo que lo sea, pero, no me ha gustado nada su lenguaje cinematográfico, tan exasperantemente lento como para sacarme fuera de la película. Luego, una vez terminada, repasé la historia y, es verdad, me pareció buena, incluso muy buena, pero me reafirmé en mi convicción de que no me la contaron bien.
Alacades
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7
21 de noviembre de 2016
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“Elle” es de las películas que se prestan a debatir mucho sobre ellas. El asunto principal arranca con una violación que es bastante extraña al no acarrear las consecuencias que, normalmente, conlleva cualquier violación. También resulta sorprendente, la profusión de personajes y asuntos que el director mete en torno a la trama principal y si no véase el listado de los asuntos tratados: violencia, sexualidad, amistad, adulterio, relaciones laborales, tercera edad, traumas infantiles, inestabilidad juvenil, militancia religiosa, incluso un manual de actuación en caso de accidente de tráfico… y seguro que me dejo cosas, pero lo llamativo es que los personajes hacen en todas esas situaciones justo lo contrario de lo que cualquiera pensaría que podrían hacer. Como son tantos asuntos, la película tiene que estar alternándolos continuamente, lo que le confiere un ritmo ágil que atrapa y que el espectador agradece, aunque también influya en ello su buena factura y su atractivo aire de thriller. Sin embargo, todos estos juicios a favor se vuelven un poco en contra cuando termina la película, porque entonces recapacita uno sobre lo extraño que es todo lo visto, a pesar de que, hasta ese momento, en el fragor de la acción, no se lo había uno planteado y conste que hablo de cosas muy improbables pero no imposibles.

Y entonces viene el análisis. Puede ser que Verhoeven actúe como un Billy Wilder redivivo, tratando de aunar situaciones disparatadas y delirantes con la credibilidad que aportan un buen guion y una magnífica ejecución, pero sin otra intencionalidad que montar una trama divertida. O podría ser que todos estos despropósitos sean una especie de farsa burlona que monta el director con la idea de hacer una ácida sátira de nuestra sociedad, mostrándonos los patéticos resultados de su decadencia, para que, entre gag y gag, nos vayamos enterando del asunto. La verdad es que visto así, y en ambos casos, las situaciones delirantes encajan mejor y tal vez por eso no nos molestaron mientras veíamos la película, ya que la cinta más que tratar de ser realista a toda costa, lo que pretende es solo parecerlo. Pero sea como sea, el balance es positivo, el resultado es bueno y la película funciona, lo que es todo un logro de un director que hace que prevalezca la eficacia sobre cualquier otra consideración.

Tal como sugiere el título, Isabelle Huppert representa el eje sobre el que gira todo; en esta película es una mujer de carácter enérgico, pero poco después la vi en otra en la que representaba a una mujer sensible y discreta y sin embargo, los gestos y las miradas en ambas eran los mismos, su actuación es muy convincente pero parece que componga siempre el mismo personaje: el de Isabelle Huppert.

Supongo que será pura coincidencia, pero la escena final de “Elle”, me parece que está claramente inspirada en la escena final de Casablanca.
Alacades
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